Hace un par de semanas, uno de los líderes sindicales más renombrados de los Estados Unidos (Richard Trumka), se reunió con nuestro Presidente Andrés Manuel López Obrador, quien incluso le manifestó, según una publicación en su cuenta oficial de Twitter que le reiteraba su compromiso para hacer cumplir la nueva Ley Laboral en nuestro país, reunión en la que cabe mencionar también estuvo presente el Senador Napoleón Gómez Urrutia, quien sobra recordar es Presidente de la Comisión de Trabajo y Previsión social en la Cámara alta y de quien es conocido su acercamiento a múltiples organizaciones obreras de Estados Unidos y Canadá.
Más tarde, hace sólo unos días en una entrevista, Richard Trumka manifestó “de no mejorar el capítulo laboral y corregir las carencias, seguiremos diciendo no al T-MEC”. Prácticamente al día siguiente, la bancada demócrata legislativa de los Estados Unidos requiere a Robert Lightthizer (Encargado de la Oficina de Comercio) de cuatro condiciones para que aprueben el T-MEC, entre las que destacaron: que México acredite que cuenta con los recursos financieros, de infraestructura y voluntad política para llevar a cabo el cumplimiento puntual de la Reforma Laboral, así mismo, que nuestro país permita y facilite un mecanismo de monitoreo delimitado por el congreso Estadounidense que brinde confianza al respecto.
Desde el humilde punto de vista de esta autoría, lo anterior es grave, muy grave, ¿acaso resulta más importante la ratificación de un tratado comercial que un correcto desarrollo del Derecho Laboral en nuestro país? Conscientes estamos que muchas posibilidades de inversión están supeditadas a la ratificación y entrada en vigor del nuevo acuerdo comercial, pero, ¿por los intereses de quien estamos velando?, ¿de los trabajadores mexicanos o de los estadounidenses?, ¿de los empresarios nacionales o los extranjeros? Cierto es que hay que llegar a acuerdos y concilios que beneficien a amabas partes, pero, resulta de suma importancia que dichas negociaciones se hagan desde posiciones similares, desde una balanza perfectamente nivelada, misma que no debe inclinarse en favor de nadie, sino buscar siempre el perfecto equilibrio.
Es así, que lo preocupante no resulta ser si la Reforma Laboral es incorrecta o no, sino que no está orquestada por intereses nacionales y que obedece más a un cronómetro extranjero que guarda su propia agenda y la celeridad infrenable que se le está imprimiendo a la implementación de dicha Reforma, pudiera dejar muchos cabos sueltos, en la urgencia por ratificar un acuerdo comercial pudiéramos estar dejando de lado carencias y desperfectos que aún guarda la Reforma y que aún está en posibilidades de ser enmendada por la Cámara Alta de nuestros legisladores. Todo lo anterior, sin mencionar la imagen política, tanto interna como externa que pudiera estar proyectando esta pseudo imposición por parte de nuestro vecino del norte hacia el resto del mundo.