El nuevo gobierno tiene una mayoría innegable por número de votos, de legisladores, de congresos estatales y por el apoyo popular, el temor latente es que pueden repetir las mismas prácticas que el antiguo partido oficial realizó durante más de 80 años. ¿Quién será la oposición y contrapeso del nuevo gobierno?
Nuestro sistema político supuestamente es de contrapesos, pero con una mayoría tan aplastante como la que consiguió Morena en las pasadas elecciones, hay ciertos sectores que dudan que puedan sobrevivir en este nuevo esquema. Los partidos políticos están desperdigados, en pugna interna por recuperar alguna posición política menos desafortunada, que les ofrezca un espacio político digno.
Los mismos legisladores que estarán en las cámaras no acaban de definir cuál será su papel y su agenda, ya que la mayoría los avasalla. La lógica de poder con la que los nombraron ya desapareció y sus partidos están en proceso de refundación, evidentemente no representarán una oposición real y en algunos casos ni siquiera podrán hacer escándalo ni tendrán una tribuna que les haga eco.
Los gobernadores quedarán aplastados entre hacienda y el supercoordinador federal, y si se cumple que los poderes judiciales logren independencia del presupuesto estatal, los contrapesos con el Poder Judicial también quedarán muy endebles.
Ante este panorama, es muy importante tratar de entender quién o qué se puede convertir en los contrapesos del poder o cumpla la función de ser un opositor institucional. Obviamente el Poder Judicial hará su trabajo, ¿Pero ante la mayoría del legislativo le podrá alcanzar?
La sociedad civil o los medios podrían jugar este papel, pero con la experiencia de cómo se gobernó en la Ciudad de México en el pasado, no hay mucho espacio, el poder centralizado tendrá grandes ventajas por lo que puede acotarse la efectividad tanto de la sociedad como de los medios para desempeñar ese rol.
Curiosamente, a la fecha hay una institución que se ha convertido, nuevamente, en el guardián de la democracia, el Instituto Nacional Electoral (INE). En esta última elección jugó muy bien su papel, convirtiéndose en un árbitro neutral, con un solo fin, que la democracia funcionara para dar certeza a toda la ciudadanía de que su voto iba a ser respetado y que la ley, por muy deficiente que sea, hay que cumplirla. Además, tiene la ventaja de que es la única institución con la legitimidad en todo el gobierno de ser ciudadana.
Bajo esta lógica, el pleito que estamos viendo de Morena y AMLO contra la resolución de INE por lo del uso del Fideicomiso para el apoyo a la reconstrucción del S19, estaría funcionando como un contrapeso natural y ciudadano contra el partido en el poder y contra esa mayoría ganada en las urnas por Morena.
Definitivamente, las reacciones de Morena y de AMLO en contra del INE no son las adecuadas. Ya lo ha dicho mucha gente, el Presidente electo, no debió haber intervenido en el tema, debió haber dejado que el partido lo llevara a los tribunales o, en su defecto, ahí está el grito de la ciudadanía o del INE para poder decir: señores, en el poder hay que cambiar las Ley Electoral, porque la actual ya no funciona, hay que modificarla y trabajar en ella.
En elecciones pasadas, la Ley electoral se modificaba como premio a los perdedores de la elección, normalmente los opositores al régimen, pero ahora ganó la oposición, ¿quién va a querer cambiar la ley electoral, ellos?
¿Será que por eso el pleito con el INE es tan agudo o sólo es una teoría más de la conspiración?
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