Y vuelve la burra al trigo, vuelve a ser noticia nacional el oro negro, un yacimiento encontrado… ¿hasta cuándo dejaremos de apostarle a la energía fósil? ¿cuándo dejaremos de pensar como país tercermundista y se comenzará a apostar por energías más sustentables? ¿hasta cuándo se le creerán las mentiras al señor presidente? Y es que siempre se vuelve al camino ya transitado, dejando de lado el daño ambiental que provocamos, hay, sin lugar a dudas, un componente dominante: dinero.
¿Hasta cuándo?…
Me gustaría iniciar éste artículo formulando algunos cuestionamientos de respuesta simple: ¿acaso el Presidente y otros jefes de Estado no tienen familia? ¿no prevén el futuro que heredarán? ¿tienen un planeta habitable del que no nos han hablado? Lo cierto es que el componente dominante en el proceso climático y de descomposición planetaria ha sido y es el poder económico, y aunque ellos no dispongan de ningún planeta habitable fuera de nuestra Tierra no les preocupa en lo mínimo la huella ecológica que están dejando.
Es por todos conocido que el uso de energías convencionales día como el petróleo y el carbón implica problemas de agravamiento progresivo como la contaminación, la perforación de la capa de ozono y el aumento de los gases de efecto invernadero, los cuales a su vez contribuyen al calentamiento global y al cambio climático. Por ello, es menester contemplar energías alternativas que implican el uso de la misma naturaleza y sus elementos.
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Hace ya diez años se tenía el programa Especial de Cambio Climático en el que se preveía una transición a energías sustentables para dejar de depender del oro negro, también es menester recordar que México forma parte, aunque a cierto Jefe no le guste, del Acuerdo de París que representan compromisos internacionales adquiridos y ratificados por nuestro país para combatir el cambio climático.
Apenas el 7 de diciembre de los corrientes se anunció que PEMEX había encontrado un yacimiento de petróleo en Tabasco (curiosamente) cuyas reservas ascienden hasta por 700 millones de barriles de crudo, y volvemos al inicio: poder económico sobre cambio climático. ¿Cuándo se dejará de depender del petróleo? ¿acaso conciben que esos 700 millones de crudo son infinitos? ¿y después qué? El tema de no depender del petróleo es absolutamente inaplazable no sólo para la economía sino para el cuidado medio ambiental.
Es claro que lo que pase en un país tendrá repercusiones en los demás, por lo que todos son responsables de una u otra manera. Cuando los efectos secundarios de nuestros actos, de nuestras decisiones respecto al ambiente afectará a generaciones futuras es cuando se comienza a plantear el tema de la responsabilidad de las generaciones actuales y la justicia y derechos de las futuras, de nuestras acciones de ahora y los efectos del mañana, así, en la búsqueda de racionalidad jurídica para la justicia entre generaciones se plantea la posibilidad de compromisos-responsabilidades
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Luego entonces, las generaciones futuras pueden, como integrantes de la especie humana, tener derecho a un medio ambiente adecuado, en base a su interés natural por un espacio vital, bajo el amparo del principio de interés por tanto, el lugar de los derechos de las generaciones futuras se encuentra en el ámbito más amplio de los llamados derechos humanos de la solidaridad, los cuales vienen a tener su origen en los límites de la disponibilidad de recursos a favor de la conservación para las generaciones futuras.
Bajo los argumentos vertidos, es inconcebible lo mencionado por Rocío Nahle respecto de que el cumplimiento de los compromisos adquiridos con la adhesión del país a este mecanismo (el Acuerdo de París) es voluntario y no vinculante, además cabría cuestionarle a la señora Secretaria si tiene conocimiento de lo qué es el principio de Pacta Sunt Servanda, ¿o acaso no se les aplica por ser la cuarta transformación? ¿será que el cambio climático les perdonará por ser los artífices de la “transformación” del país? O quizá cabe, en sus increíbles mentes, la posibilidad de que el cambio climático merme si todos juntos decimos ¡fuchi, guácala!