La crisis del agua parece que finalmente nos ha alcanzado. Después de años y años de avisos científicos anunciándola y de numerosas películas donde visualizan una anarquía mundial por el vital líquido, finalmente vemos a un estado, uno de los más poderosos de la República mexicana, acusando una profunda crisis por falta de agua que afecta a sus habitantes.
Bajo ninguna óptica se pudo prever que Nuevo León sería el primer estado en reconocer abierta y públicamente un grave problema generalizado por escasez grave de agua, aunado a una fuerte sequía que mantiene en vilo a varios estados más.
Además, el mundo es testigo de las inusuales altas temperaturas en Europa y Estados Unidos de América, quienes sufren de fuertes incendios generados por la combinación de sequía y calor que genera incendios forestales y un desequilibrio en la forma de vivir en las ciudades, como el derretimiento del asfalto de las pistas de aterrizaje del principal aeropuerto inglés.
“Bajo ninguna óptica se pudo prever que Nuevo León sería el primer estado en reconocer abierta y públicamente un grave problema generalizado por escasez grave de agua, aunado a una fuerte sequía que mantiene en vilo a varios estados más.”
La pregunta que nos asalta a todos es si realmente ya hemos cruzado el umbral de no retorno, si nuestras acciones nos están llevando a ese futuro incierto donde el planeta se convierte en enemigo nuestro, en culpable de nuestra posible extinción.
Asimismo, las variantes del covid-19 y el recién llegado virus del mono pareciera que nos insisten sobre la importancia de continuar con las recomendaciones que todos conocemos ahora, sana distancia, desinfectantes y cubrebocas. Todo justo en el verano que supuestamente sería el mejor de los últimos años, sin embargo, persisten razones para no echar las campanas al vuelo.
La visión pareciese pesimista, pero no cabe duda que, al menos por ahora, la gente no está dispuesta a volver a los encierros. Están dispuestos a seguir, a como nos toque, parece que nadie lo puede soportar de nuevo. En ese ir y venir, la economía mexicana se sostiene, es frágil pero firme, con inflación pero mejor que la gran mayoría de monedas en el mundo, y el desgaste político es intenso.
El juego de la sucesión presidencial tiene inquietos a propios y extraños, a los del poder y a la oposición, todos tienen algo que decir, que señalar y que observar. Menudo caldo de cultivo el día a día en nuestra gran nación y bajo la discusión pública, la discusión privada. Hasta dónde deberá intervenir el Estado en aras de garantizar sus proyectos y proteger su independencia energética, hasta dónde los capitales están dispuestos a llegar para retener concesiones y beneficios que creían suyos, pero que ahora se pone en entredicho si en realidad ello es así.
Muchas veces nos pregonaron la idea de vender ejes estratégicos del país porque supuestamente así convenía a los mexicanos. Las grandes empresas del Estado, como Teléfonos de México, Ferrocarriles Nacionales, Petróleos Mexicanos, Comisión Federal de Electricidad, Banco Nacional de México, etc., lograron abrir sus beneficios y propiedades a inversiones privadas, perdiendo así la esencia misma de su función primigenia y el sentido de su mismo nombre.
Con los años aprendimos la lección con los resultados, se vendió Telmex por ser una pésima empresa de la nación, y de ella vimos nacer al hombre mas rico del mundo. La incongruencia se cuenta sola. Del mal nombrado Banco Nacional de México, no le queda nada de nacional, y menos de mexicano, al ser propiedad de Citygroup, capitales totalmente norteamericanos. El mismo sistema bancario se encuentra asentado en sutiles reglas de engaño y fraude, al convertirse en agiotistas legales de uso de dinero con esquemas de pago de imposible cumplimiento, diseñados para que el cliente siempre pierda. De ahí la desesperación por colocar tantas tarjetas de crédito como sean posibles, pues una vez que te enganchas, la casa gana, siempre.
“Las grandes empresas del Estado, como Telmex, Pemex, CFE, etc., lograron abrir sus beneficios y propiedades a inversiones privadas, perdiendo así la esencia misma de su función primigenia y el sentido de su mismo nombre.”
La transformación nacional avanza con la bandera de combate a la corrupción como principal estandarte, sin embargo, parece que eso no basta. A los recién llegados se les exige como nunca se exigió antes a nadie, y la oposición abiertamente apuesta a que el gobierno en turno falle, sin importar si daña a los mexicanos.
Bajo tales aristas, y bajo ese calor sofocante cruzamos este verano, intentando disfrutar a la familia en medio de una pseudonormalidad que sabe mejor que el encierro, pero no llega a ser la vida de antes.
Valdría la pena elevar el nivel del debate, y disfrutar con calidad cada día, las sorpresas están a la orden del día, y estos cinco meses que le quedan al 2022 parecen una eternidad en el caluroso mundo de temas pendientes y en desarrollo en nuestra gran nación. La buena nueva es que, por ahora, y si los planes no cambian, los niños regresan todos en septiembre a la escuela. Que así sea.