La juventud ha sido idealizada y romantizada tanto por artistas como por intelectuales, algunos la abordan desde el punto de vista de la edad y otros como una actitud. Aun así, ser joven en México es un reto, enfrentarnos al panorama desolador del desempleo, pobreza laboral, ser captado por el crimen organizado, falta de acceso a la seguridad social, falta de representación política, y otros factores, hacen parecer que nuestra virtuosa juventud no sea más que nuestra propia soga.
Por eso, en el marco del Día Internacional de la Juventud nos ocupa reflexionar y poner el tema sobre la mesa de las deudas que se tienen con la juventud mexicana en materia laboral, de seguridad y de no discriminación.
En algunos datos duros, la Organización Internacional del Trabajo en su informe “Panorama Laboral en tiempos de la COVID-19” reportó que los jóvenes mexicanos tendríamos más dificultades para acceder a tener un trabajo en medio de la crisis sanitaria, en donde la población joven ocupa el 6,96% de la población económicamente activa, hoy por hoy, los jóvenes no tenemos a nuestro alcance el poder ser parte de programas accesibles que reafirmen o fomenten el liderazgo en emprendimientos propios, esto sin someternos a la burocracia institucional.
Por otra parte, sobrevivir en México siendo joven es un deporte extremo, ya que desde el 2017, desde el inicio de la llamada “guerra contra el narcotráfico” ha llevado a que se registren cifras escandalosas de jóvenes que mueren derivado de esa causa, en donde de acuerdo a la CONAPO los homicidios representan el 40% de todas las muertes accidentales y violentas.
No atender y no solucionar estas grandes problemáticas nos llevan a terribles casos como el de José Eduardo, quien era un joven de 23 años que por falta de empleo y oportunidades en su ciudad natal veracruzana tuvo que emigrar a Yucatán en busca de una mejor calidad de vida, en donde encontró brutalidad y su terrible asesinato presuntamente cometido por policías del estado. No esperemos perder a más jóvenes por no poner solución a estos problemas.
Es cierto que la realidad que día a día enfrentamos los jóvenes es distinta en cada contexto y estilo de vida, pero, a pesar de ello, encuentro un factor detonador y que tenemos en común, que son los estigmas impuestos por el simple hecho de ser jóvenes, en donde se nos cuestionan la cantidad y calidad de nuestros conocimientos a causa de nuestra edad. Por eso, más allá de exigir una respuesta institucional que atienda estas grandes problemáticas, insto a todas las juventudes, desde sus distintas trincheras a unificar logros para continuar haciendo que nuestras voces se escuchen y con ello tomar los lugares de toma de decisiones que poco a poco nos van perteneciendo, para después, pasar la antorcha a la nueva ola de jóvenes que nos antecede.
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