Iniciamos un sexenio con casi un 80% de aprobación a nuestro actual presidente Andrés Manuel López Obrador y a su partido MORENA, cifra que resulta increíble frente al 24%[1] que obtuvo Peña Nieto al finalizar su sexenio. AMLO es el primer presidente de la historia en México en ser elegido con mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y Senadores, mientas tanto el PRI pasó de tener un 40% de curules a un 11%, y el PAN un 18%.[2]
Esto sólo reflejaba una cosa: los mexicanos estamos hartos de la corrupción, la inseguridad y los beneficios para unos pocos -sí, esos que AMLO llama “la mafia del poder”-.
Hoy sólo vemos cenizas de lo que en su momento fueron los partidos hegemónicos, un PRI al que pocos ciudadanos vemos como una posibilidad de representación, y un PAN que durante la campaña presidencial se vio fragmentado entre dos grupos que por décadas supieron convivir, el liberal en lo económico y el conservador en lo moral.
Las oposiciones enriquecen la deliberación pública[3], le dan cabida a la pluralidad de opiniones y pensamientos, pero no en todas las oposiciones cabemos todos, ¿No es justo el momento de replantearnos que tipo de oposición buscamos? Más allá de los colores o las ideologías, en verdad ¿Qué buscamos para México?
Idealmente una oposición serviría para construir en beneficio de nuestro país, sin embargo, en México parecemos pensar justamente lo contrario, el tipo de contrapeso que tuvimos en el pasado fue únicamente para condicionar votos en el Congreso sacando ventaja de la mayoría que se tenía, o sencillamente cancelando cualquier posibilidad de diálogo que pudiera beneficiarnos como ciudadanos, incluso vimos el sexenio pasado que la oposición se alió en “beneficio” de México para impulsar reformas estructurales que sin duda marcaron un antes y un después en ciertos temas, pero que una vez más nos dejaron sin oposición que pudiera hacer algo frente a los niveles preocupantes como la corrupción.
Sin embargo, el panorama actual es de completa incertidumbre frente a una oposición que aún no logra recobrarse de la derrota ya que han estado más obsesionados con el poder que en defender una filosofía política clara, y el descontento de cierta población no es contra AMLO, sino en contra de su forma de hacer gobierno, de ser cortoplacista, de utilizar su popularidad para enardecer al pueblo y sacar adelante una agenda que, volviendo al punto anterior, no tiene oposición para señalarle algún error o un mero comentario.
Eventualmente surgirá un nuevo “Lopez Obrador”, ese con la capacidad de convocatoria que vimos en años anteriores, aquel que no guardaba silencio ante violaciones a Derechos Humanos o actos de corrupción e impunidad; porque está bien ser oposición cuando lo que tenemos en juego es nuestra libertad de expresión y la libertad de vivir en una democracia donde quepamos todos y todas.
[1] https://www.forbes.com.mx/pena-nieto-se-despide-como-el-presidente-con-mas-baja-aprobacion/
[2] https://www.excelsior.com.mx/nacional/mexico-se-tine-de-guinda-morena-conquista-congresos-gubernaturas-y-alcaldias/1249811
[3] https://www.nytimes.com/es/2018/08/08/opinion-mexico-lopez-obrador-oposicion/