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Federalismo participativo

El sistema federal en México tuvo como origen la necesidad de las élites locales de fortalecerse frente a la élite de la capital. Implicó una barrera a la imposición desde el centro y facilitó la subsistencia de grupos políticos estatales a los que se tenía que tomar en cuenta para decidir temas políticos trascendentes.

Liberales y conservadores de la capital del país se encontraron con la necesidad de tejer alianzas con políticos de todo el país.

Sin embargo, lo anterior debe ser considerado en el marco del México del siglo XIX, en el que existía el voto censitario. Hoy las cosas han cambiado.

Sostener que el federalismo es ineludiblemente elitista es reducir toda la potencialidad de un término así a su origen en un país, y por tanto es un error. El federalismo puede ser una herramienta para la construcción de una ciudadanía participativa, siempre que se asuma que lograr una democracia de tal tipo sea un fin a conseguir.

Si el objetivo es que la ciudadanía decida un mayor número de asuntos, lo ideal es iniciar por los temas que le son más inmediatos, así como permitir que desde lo local se construyan las reglas para tales consultas y sean autoridades estatales las que se encarguen de su organización.

Se dirá que las élites de los estados controlarán a las autoridades y a los procedimientos, y que por tanto resulta mejor que todo se organice desde el centro. Pero en ese modelo hipotético, ¿qué ganaría la ciudadanía si se sustituye una élite por otra?

La clave está en fortalecer a lo local desde la Constitución nacional bajo la condición de aumentar la fuerza de la ciudadanía de los estados. No embarnecer ni a las élites locales ni a la nacional, sino aumentar las posibilidades de quienes viven en los estados para decidir sus asuntos y supervisar a sus autoridades.

Esto tendría dos ventajas: primera, generar incentivos para que la ciudadanía se informe y participe; y segunda, despresurizar al gobierno federal respecto de decisiones que pueden tomarse en lo local.

El diseño de una reforma constitucional en la materia debería prever: mecanismos que eviten el atrincheramiento de las élites en las figuras de la democracia participativa y en la sautoridades que las organicen; y límites al poder federal para que no pueda dar un trato diferenciado a la misma persona, considerándola plenamente consciente y libre cuando toma decisiones sobre lo federal, pero incapaz de decidir en las misas condiciones cuando se ocupa de lo local.

El federalismo puede ser la clave de una ciudadanía participativa y cívicamente comprometida.

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