Entrevista con Cristina Jaramillo Román, Abogada, experta en compliance y coaching, autora del libro La inteligencia que le falta al derecho: Habilidades emocionales para abogados, realizada por Janet Huerta, Fundadora de Abogado Digital, para LegalX Podcast.
“Mi formación universitaria me había preparado para ser una experta en derecho, pero no me había enseñado a gestionar mis emociones ni a conectar con las personas. En el entorno laboral, mis clientes internos no buscaban una cátedra legal, sino alguien que pudiera escucharlos, comprender sus necesidades y generar confianza.”
Cómo la Gestión Emocional Transformó mi Carrera Legal
El motivo que me impulsó a abordar el tema de la gestión emocional, especialmente en el ámbito legal, fue una experiencia personal. Durante mis años universitarios, creía firmemente que el éxito profesional y el bienestar personal se basaban en acumular conocimientos y destacar como la más estudiosa. Sin embargo, cuando comencé a trabajar en una empresa multinacional, me di cuenta de que esa perspectiva estaba muy lejos de la realidad.
Mi formación universitaria me había preparado para ser una experta en derecho, pero no me había enseñado a gestionar mis emociones ni a conectar con las personas. En el entorno laboral, mis clientes internos no buscaban una cátedra legal, sino alguien que pudiera escucharlos, comprender sus necesidades y generar confianza. No contaba con las herramientas emocionales ni sociales para acercarme a ellos, lo que impedía que pudiera desempeñar mi trabajo de manera efectiva.
Afortunadamente, la empresa me asignó un coach, lo que marcó un punto de inflexión en mi carrera. Fue a través de ese proceso que entendí que ser un buen abogado no solo requería conocimiento técnico de la ley, sino también de las personas, de nuestras emociones y de las dinámicas humanas que se dan en las relaciones laborales. Comprendí que no estábamos al servicio exclusivo de la ley, sino al servicio de las personas a través de ella.
Este descubrimiento me permitió fusionar el conocimiento legal con la inteligencia emocional y las habilidades sociales, lo que transformó por completo mi carrera profesional. A partir de esa experiencia, decidí compartir lo que aprendí, ya que el impacto fue tan grande que las personas a mi alrededor comenzaron a notar un cambio notable en mí. El principal aprendizaje fue que la inteligencia emocional es indispensable para tener éxito, tanto en lo profesional como en lo personal. La razón por sí sola no es suficiente, y por ello decidí dedicarme a difundir este conocimiento, ya sea a través de charlas, coaching o con la publicación de mi libro, con el objetivo de ayudar a otros profesionales del derecho a comprender la importancia de integrar las emociones en su ejercicio profesional.
La importancia de la inteligencia emocional en la práctica legal
En mi libro relato una experiencia que tuve. Una de mis clientes internas realizaba trámites regulatorios para unos productos, tenía un problema con la autoridad por el otorgamiento de un registro, me consultó, enseguida identifique cual era la acción que teníamos que presentar frente a la autoridad, no le dejé siquiera terminar la historia que me estaba contando e inmediatamente le presente mi propuesta de solución. De repente esta persona soltó en llanto, me reclamó que nunca la escuchaba, que siempre tenía la misma actitud hacia ella, que mi propuesta iba a destrozar su relación con la autoridad, con la cual tenía que lidiar en futuras ocasiones.
En una situación similar, al aplicar inteligencia emocional, primero habría escuchado con atención y paciencia el problema completo la cliente. En lugar de apresurarme a ofrecer una respuesta, habría comprendido sus miedos y preocupaciones, y me habría dado cuenta de que su preocupación no solo era legal, sino también relacional. Al escuchar y comprender mejor sus emociones, podría haber ofrecido una solución más adecuada, que no solo resolviera el problema legal, sino que también protegiera la relación con la autoridad. Escuchar con empatía me hubiera permitido que la cliente se sintiera valorada y comprendida, generando un espacio de confianza y colaboración, lo cual es fundamental tanto para la relación profesional como para el éxito en la resolución de problemas.
“Escuchar con empatía me hubiera permitido que la cliente se sintiera valorada y comprendida, generando un espacio de confianza y colaboración, lo cual es fundamental tanto para la relación profesional como para el éxito en la resolución de problemas.”
Creo que la falta de incorporación de la inteligencia emocional en la práctica legal tiene mucho que ver con la historia y la cultura que hemos construido alrededor del derecho. Como sociedad, hemos dado primacía a la razón y a la racionalidad, un concepto que se remonta a hace más de 400 años, cuando Descartes dijo “Pienso, luego existo”. Desde entonces, hemos elevado la racionalidad a una especie de principio fundamental, especialmente en áreas como el derecho, donde la objetividad, la certeza y el análisis riguroso son esenciales.
El derecho se basa en la necesidad de tener respuestas claras, estructuradas y fundamentadas, lo cual requiere de una gran cantidad de inteligencia racional. Esto hace que la emoción, que es por naturaleza más subjetiva y difícil de controlar o sistematizar, se vea como algo menos relevante o incluso como algo sospechoso. Las emociones no se pueden medir tan fácilmente, no se pueden estudiar solo en libros; para entender una emoción, realmente necesitas experimentarla. Por eso, como sociedad, hemos tendido a dejar de lado este aspecto de la humanidad, especialmente en el campo jurídico, que requiere de tanta certeza y objetividad.
Además, con los avances tecnológicos, las redes sociales y el ritmo acelerado de la vida moderna, hemos ido perdiendo nuestras habilidades sociales y emocionales. Hoy en día, en reuniones o conferencias, es común ver cómo la gente se concentra más en sus teléfonos que en interactuar con los demás. Esto no solo limita las oportunidades de hacer networking, sino también la posibilidad de practicar nuestras habilidades sociales y emocionales, que son clave para construir relaciones de confianza y entendimiento, tanto con colegas como con clientes. Por tanto, el foco en la racionalidad y la falta de espacio para la emoción en la práctica legal es un reflejo de nuestra sociedad, que a menudo valora más lo objetivo y lo medible, relegando lo subjetivo y lo emocional a un segundo plano.
El Impacto de la Inteligencia Emocional en la Negociación y la Toma de Decisiones Legales
El manejo adecuado de la inteligencia emocional tiene un impacto significativo, especialmente en procesos de negociación y toma de decisiones. Las emociones, al igual que las herramientas tecnológicas, no son inherentemente buenas ni malas, su efecto depende de cómo las gestionemos. De hecho, las emociones pueden ser un complemento increíble para la tecnología, ayudándonos a ser más efectivos al integrar nuestra capacidad humana, que es irreemplazable por máquinas.
En las negociaciones, la inteligencia emocional es esencial. La tecnología puede proporcionarnos datos y modelos predictivos, pero la clave de una negociación exitosa radica en comprender las emociones involucradas. Los conflictos legales no son solo un tema de aplicar la ley, sino que están profundamente cargados de emociones. Un cliente podría no estar solo buscando una solución legal, sino también el reconocimiento de su dolor o el deseo de que se le pida disculpas. Si no comprendo las emociones de mi cliente, será muy difícil desarrollar la mejor estrategia de negociación. Además, la empatía juega un papel crucial, no implica estar de acuerdo con la otra parte, sino comprender sus emociones y perspectivas. Si soy capaz de identificar los sentimientos detrás de la postura de la otra parte, podré diseñar una estrategia más eficaz para abordar la situación.
En cuanto a la toma de decisiones, la inteligencia emocional también es vital, a menudo pensamos que nuestras decisiones son exclusivamente racionales, pero las ciencias del comportamiento demuestran que la mayoría de las decisiones humanas son en realidad emocionales y luego justificadas racionalmente. Reconocer mis propias emociones y las del equipo o cliente me proporciona una ventaja estratégica, pues me permite tomar decisiones más alineadas con los intereses y las realidades emocionales de las personas involucradas.
“En cuanto a la toma de decisiones, la inteligencia emocional también es vital, a menudo pensamos que nuestras decisiones son exclusivamente racionales, pero las ciencias del comportamiento demuestran que la mayoría de las decisiones humanas son en realidad emocionales y luego justificadas racionalmente.”
Por ejemplo, en un proceso de transformación digital en una firma de abogados, la toma de decisiones no solo depende de los costos o beneficios tangibles, sino también de los miedos y emociones del equipo. Si la dirección de la firma tiene miedo de la inversión o teme que el cliente prefiera el trato personal, esa emoción puede obstaculizar el proceso de cambio. Al comprender y abordar esos miedos, se pueden desarrollar estrategias de acompañamiento, como programas de mentoría o entrenamientos específicos, para ayudar a los abogados a adaptarse a la nueva tecnología de forma más cómoda.
Desaprender para Evolucionar
Lo más importante antes de incorporar las habilidades emocionales en la formación de los abogados es desaprender algunos paradigmas y creencias limitantes que, a menudo, vienen arraigadas no solo en nuestra vida profesional, sino también en nuestra cultura. Es necesario cuestionar ideas como la de que la racionalidad debe siempre predominar en nuestra práctica, o que la única forma de tener éxito es alcanzar una imagen idealizada del abogado de élite.
Nos hemos acostumbrado a pensar que la racionalidad y la lógica deben ser las únicas guías, pensamos que las emociones deben quedarse fuera del ámbito profesional, pero es fisiológicamente imposible desligarnos de ellas. Las emociones son parte de nosotros todo el tiempo, y reprimirlas no solo es perjudicial para nuestro bienestar, sino que nos impide conectarnos genuinamente con nosotros mismos y con los demás.
Uno de los paradigmas más perjudiciales es el que nos hace creer que el pasado del derechoes más importante que el futuro. Muchos abogados aún se aferran a soluciones y modelos antiguos, basándose en precedentes y doctrinas del pasado, sin darse cuenta de que la sociedad y el derecho están en constante evolución. El futuro nos exige innovar, crear nuevas soluciones y conectar con nuevas realidades.
El primer paso es desaprender esas creencias limitantes que nos impiden evolucionar en la abogacía, especialmente la noción de que las emociones son algo a evitar. Una vez que hemos cuestionado estos paradigmas, es esencial conectar con nuestra propia humanidad y ser conscientes de nuestras emociones. No se trata de abordar las emociones desde una perspectiva esotérica o hippie, sino desde una visión realista: las emociones están presentes en todo momento, y nuestra habilidad para identificarlas y comprenderlas es crucial para nuestro desempeño profesional.
“Se trata de abordar las emociones desde una visión realista: las emociones están presentes en todo momento, y nuestra habilidad para identificarlas y comprenderlas es crucial para nuestro desempeño profesional.”
Las emociones no son buenas ni malas, sino señales que nos transmiten información valiosa. Por ejemplo, la ira nos alerta sobre la injusticia, el miedo nos advierte sobre una amenaza, la tristeza nos habla de una pérdida. Aprender a reconocer estos mensajes y a usarlos de manera efectiva es el siguiente paso en el proceso de incorporación de la inteligencia emocional.
Te invito a empezar con una práctica sencilla: llevar un diario donde reflexiones sobre las emociones que experimentas a lo largo del día. No se trata de escribir de manera literaria, sino de tomar conciencia: ¿qué emociones me acompañaron hoy?, ¿cómo afectaron mi rendimiento profesional?, ¿cómo puedo transformar el miedo o la ira en una herramienta útil para mi trabajo?
Este enfoque, que comienza con el reconocimiento y la reflexión sobre nuestras propias emociones, también nos ayuda a entender las emociones de los demás. Con el tiempo, este ejercicio nos permitirá ser más empáticos, mejorar nuestras interacciones con clientes y compañeros, y fortalecer nuestras habilidades de negociación y liderazgo.
El proceso de aprender a integrar la inteligencia emocional no solo se trata de conocer las emociones, sino de vivirlas, comprenderlas y utilizarlas para ser mejores profesionales y seres humanos.
En Camino Hacia el Bienestar y el Éxito Sostenibles
Para transformar realmente la abogacía y enfrentar los desafíos emocionales que la acompañan, lo primero que necesitamos es ser conscientes sobre la situación. No podemos cambiar lo que no vemos ni reconocemos. La profesión legal está claramente marcada por altos índices de estrés, ansiedad, depresión y otros problemas emocionales que afectan tanto nuestra vida profesional como personal. Por eso, como líderes jurídicos, debemos ser los primeros en visibilizar estos problemas, para luego buscar soluciones adecuadas que no solo mejoren nuestro bienestar, sino que también nos permitan ser más efectivos en nuestra práctica.
Uno de los aspectos clave para poder generar un cambio real es redefinir nuestra idea de éxito. En la sociedad actual, asociamos el éxito profesional con logros materiales y estatus, sin embargo, es fundamental que los abogados se cuestionen qué significa realmente el éxito para ellos. ¿Es solo tener dinero en la cuenta bancaria o es encontrar un propósito más profundo en lo que hacemos? El derecho es una profesión que, si la alineamos con un propósito significativo, puede brindarnos una satisfacción que va más allá de lo material.
“En la sociedad actual, asociamos el éxito profesional con logros materiales y estatus, sin embargo, es fundamental que los abogados se cuestionen qué significa realmente el éxito para ellos. El derecho es una profesión que, si la alineamos con un propósito significativo, puede brindarnos una satisfacción que va más allá de lo material.”
En segundo lugar, es necesario revisar el diálogo interno con el que nos hablamos a diario. Como abogados, estamos entrenados para juzgar, pero a veces somos demasiado duros con nosotros mismos. Ese diálogo negativo y crítico puede llevarnos a altos niveles de estrés y ansiedad, afectando nuestra salud emocional. Si aprendemos a ser más amables con nosotros mismos, y a manejar nuestras emociones con mayor empatía, podremos reducir considerablemente el impacto negativo de la presión constante.
Por último, debemos incorporar el autocuidado en nuestras rutinas diarias. A menudo, nos sentimos tan ocupados que creemos que no tenemos tiempo para cuidar de nosotros mismos. Pero, como bien se dice, afilar el hacha es fundamental para realizar un buen trabajo. Invertir tiempo en actividades que nos nutran emocionalmente, como meditar, hacer ejercicio o disfrutar de un tiempo de descanso, nos permitirá estar en equilibrio para enfrentar los desafíos profesionales con mayor claridad y bienestar.
En cuanto a las emociones, estas juegan un papel esencial en nuestra vida profesional y personal. Son nuestras aliadas para tomar decisiones, evitar riesgos y construir relaciones más empáticas y de confianza. Además, las emociones son las que realmente definen la calidad de nuestra vida. Invito a cada uno a reflexionar sobre qué emociones quieren que guíen su vida diaria. ¿Quieren sentirse más en paz, más motivados, más agradecidos? ¿Quieren aprender a gestionar el miedo o la tristeza de una manera constructiva?
Porque al final del día, si conseguimos todas las metas materiales, pero estamos atrapados en un ciclo de estrés constante y de insatisfacción emocional, todo lo que logremos perderá su valor. El verdadero éxito está en encontrar un equilibrio donde tanto nuestra vida profesional como personal estén alineadas con nuestras emociones y valores más profundos. Así, transformamos no solo nuestra carrera, sino también nuestra calidad de vida.