Acorde con la nueva normalidad, se llevó a cabo de manera virtual la Cumbre de Líderes sobre el Cambio Climático en la que participaron los titulares del ejecutivo de 40 países. En el primer día intervinieron los mandatarios de Estados Unidos, país organizador, y México, además del presidente de China, Brasil y Rusia. Mientras que Joe Biden planteó el objetivo de recortar a la mitad las emisiones de efecto invernadero para 2030 y para 2050 alcanzar la neutralidad en las emisiones de carbono, el presidente de México, AMLO aprovechó la reunión para plantear su agenda migratoria y su programa Sembrando Vida. Sin escuchar a sus homólogos, desde su conferencia matutina dijo “cuando nos toque nuestro turno vamos a dar nuestro mensaje”. Llegado el momento, se dirigió directamente a Biden, quien ya había dejado claro que no se trataría la agenda migratoria porque el asunto de la Cumbre era claramente el cambio climático. En un mensaje un poco revuelto, y demostrando que en este tema vamos a contracorriente de la modernidad, AMLO ligó su programa de reforestación con el ordenamiento de la migración y de paso, ya estaba ahí y ya no podían decirle nada, defendió la producción nacional de petróleo y gasolina para demanda interna. La propuesta fue que EE. UU. financiara el programa de reforestación en Centroamérica y el sureste de México y ofrezca visados de trabajo o de doble nacionalidad a las personas que sumen tres años o más participando en este plan. A lo que un funcionario de EE. UU. respondió que es clara la necesidad de reforestar, pero la cumbre no era una conversación sobre migración. La crítica no debe ser a la propuesta o al Foro en el que se hizo, sino a ¿qué tan serio México toma los temas ambientales?