José Revueltas delinea en su novela “Los días terrenales” un personaje llamado Fidel, a quien describe como partícipe de un “comunismo completamente católico” y que integra el Partido Comunista. Un hombre que realiza su práctica política con la fe dogmática que alguna vez escuchó de dos mujeres en un camión, cuando una de las cuales narra que no puede acompañar a su hermano en su agonía porque debe atender deberes religiosos.
Revueltas es un escritor grande, por lo mismo hay mucho de verdad en su obra, así podemos preguntarnos si eses comunista de fe y católico ultramontano de método fue un personaje de ficción o representa a algunas personas que se dedican a la vida pública.
La política es una acción premeditadamente espontánea, que se realiza conforme las convicciones de la persona pero también siguiendo sus impulsos más internos, que por lo mismo pueden ser ocultos aún para su poseedor. Nuestra personalidad se cuela por todo lo que hacemos sin que podamos evitarlo.
Creo que Revueltas no inventó el personaje de Fidel sino que lo tomó de la realidad, asumo que conoció a uno o varios Fidel reales, que en su acción política mezclaban la pasión de san Pablo con la rigidez en el credo de un Torquemada; personas que de buena fe creían que no había otra ruta que la que se presentaba ante ellas de forma evidente y que exigía sacrificios incluso personales, tal como sucede con el personaje de la novela.
Si en efecto nuestro escritor tuvo ante sí a un auténtico “comunista completamente católico”, es de esperar que hoy existan otros, con independencia de que sean de izquierda o de derecha. Es posible que hoy encontremos personas que entiendan la política desde modelos católicos, cristianos o budistas, sin que tengan una fe religiosa.
En el cristianismo las ideas de purificación y sacrificio son esenciales. El pueblo elegido debe declarar sus pecados y estar dispuesto a un tránsito doloroso que lo dignifique, por lo que no puede esperar entrar a la tierra sagrada sin un peregrinaje previo que implica no una transformación, sino una transfiguración.
El mismo Salvador se transfigura y se sacrifica.
Así visto, el dolor no es optativo, aunque el sufrimiento no es obligatorio. El dolor purifica porque hace consciente a quien lo padece de un defecto, pecado o enfermedad; pero el sufrimiento es un error porque nace de la creencia de que se padece sin razón.
Este sentido del sufrimiento que purifica no depende de una creencia ideológica sino más bien de una postura moral. Puede ser sostenido por una figura de izquierda o de derecha, lo mismo un libertario que un comunista, un creyente o un ateo.
Creo que ese es el sentido del personaje que la pluma afilada de Revueltas nos mostró. Y me parece también que no era ficción ni entonces ni ahora; aunque claro, siempre es posible afirmar que no, que ninguna acción política tiene ni en el fondo ni en la estructura ningún cariz cristiano.