¿Ha escuchado de los políticos índigo? ¿No? Mire usted, se trata de unos seres iluminados que creen poseer una calidad intelectual y espiritual superior en todos los sentidos y rubros, que tienen como sublime misión la de cambiar los paradigmas del afortunado país en el que son elegidos para gobernar.
Los políticos índigo son súper sensibles, sobre todo a la crítica; y han venido al mundo a poner a prueba la paciencia y cordura de aquellos que sin tener su luminiscencia, alcanzan a percibir que el camino, la forma y método elegidos por los iluminados conducen a un retroceso general económico, social, jurídico y político del país; angustia, que en la mente de los prominentes índigo es necesaria para que aprendamos a ser tolerantes, aun cuando ellos no lo sean.
Estos seres de luz se pregonan como almas bondadosas, puras e incorruptibles, que afirman que se deben y pertenecen al pueblo, al que corresponde decidir, aun cuando ellos, previamente, haya tomado ya la decisión sin importar que su actuar viole las leyes, pues afirman que su misión es superior, incluso de trascendencia histórica, por lo que las leyes pueden ser burladas y las instituciones despreciadas.
A estos seres les urge dejar claro que ellos son el poder y que harán lo que se les inflame en sus talegas, porque saben que entre su arribo y su partida, el lapso es breve, y les alienta pensar lo tristes que quedaremos cuando se vayan.
Aunque algunos de estos iluminados suelen reprimir sus emociones, otros las tienen a flor de piel, harto sensible por cierto, sobre todo a la crítica y a las opiniones contrarias, que por fundadas y sensatas que sean, jamás aceptaran, pues ellos y solo ellos, tienen la verdad que les proviene de su ser superior.
Suelen parecer antipáticos, maleducados, autoritarios, mentirosos, ignorantes, arbitrarios e insoportables; en realidad lo son, tanto o más que sus ciegos seguidores, pero hay que tenerles paciencia, porque aún continúan cegados por su iluminación, ebrios por la creencia de su superior misión y engreídos de sus habilidades intuitivas; por lo que su voluntarismo no puede ser acotado por las instituciones, las leyes ni por la cruda racionalidad que debe prevalecer en la toma de decisiones económicas.
Los políticos índigo llegan a surgir de ejercicios democráticos legítimos, transparentes, auditables y comprobables; sin embargo, ellos mismos no son proclives a practicarlos, pues prefieren usar los amañados métodos que conocen y manejan desde jóvenes cuando emergieron de las huestes del partido al que han vencido.
Estos políticos suelen ser benévolos con otros que aunque descaradamente corruptos y oscuros de mente e intensión, pueden proporcionarles significativos apoyos económicos y hordas de votantes, a los que a su tiempo, les permitirán saciar sus ambiciones con el botín nacional del que por elección popular echarán mano.
Sabedores de que su elección proviene del hartazgo de la población por la cínica corrupción y desatinos de los antecesores, prometen acabar con la deshonestidad en todos los espacios y niveles e iluminados y magnánimos como se sienten, aun antes de ser autoridad, otorgan el perdón a los bandidos y cínicos que los antecedieron a cambio de que éstos les dejen operar a su antojo aun antes de ser legalmente representantes, qué importa que el no aplicar la ley también sea corrupción, pues ellos, los políticos índigo, acabarán con ese cáncer con su solo ejemplo, significándolo con pantomimas demagógicas para legitimar su voluntad, sin importarles que con ella se dilapiden miles de millones de pesos de la nación.
Arrogantes, los políticos índigo demostraran la licitud, transparencia y honestidad con la que manejaran los recursos públicos, ordenando la construcción de magnas obras, eximiéndolas del proceso legal obligatorio de licitación pública.
Para los políticos índigo no debe existir límite a su poder absoluto, por lo que, sin recato alguno, tan pronto como detentan el poder, promueven la destrucción de organismos e instituciones que puedan ser o llegar a ser un obstáculo para su poder ilimitado, al que atesoran más que a ningún otro, pues con él podrán cambiar el orden jurídico nacional, achicar a gobernadores, amedrentar a legisladores, agobiar a empresarios e inversionistas, perseguir y encarcelar a modo solo a los que ellos quieran y así, dar plena fuerza a su voluntarismo.
De esa manera, tienden a la eliminación de la autonomía constitucional de los organismos que dirigen y operan los factores económicos del país o sobre aquellos que auditan el manejo de los recursos públicos, determinan responsabilidades ante excesos, desvíos o raterías y persiguen ante las autoridades competentes la responsabilidad criminal de los autores, procurando el resarcimiento de los daños causados al erario federal.
De manera obstinada, los políticos índigo procuraran tener influencia directa sobre el poder judicial nacional y tozudamente, procuraran quitar la autonomía a la fiscalía general de la nación para poder designar un fiscal a modo y así tenerla bajo su mando absoluto para emplearla a voluntad como el brazo ejecutor en contra de todos los que les estorben y/o disientan de las acciones de los iluminados.
Desde luego que tales acciones las justificaran bajo su ilustración, señalando que la autonomía de esos organismos ha favorecido a la corrupción, pero que bajo su mando y ejemplo, dejaran de ser inservibles, para convertirse en auténticos operadores de la voluntad popular, sin reconocer jamás que tales acciones son tendentes a consolidar su poder totalitario y sin importarle que con ese actuar, avalado por sus hordas de políticos índigo en el Congreso, se nulifiquen de un plumazo años de avance democrático nacional.
Por último, los políticos índigo son aquellos que para sus iluminadas acciones, son capaces de inventar cualquier justificación, por absurda que sea, con tal de imponer su voluntad, sin jamás reconocer que se equivocan. Son aquellos que impondrán su voluntad sobre usted, sobre los mexicanos y sobre el país a costa de lo que sea, rubricando su acción con la máxima: ¡De que se hace, se hace. Me canso Ganso!