No es un secreto a voces que la Reforma Energética abrió de par en par la puerta de la competitividad en este ramo. Y aunque hubo críticas, basadas en un extraño “nacionalismo y sentido de pertenencia” que se opusieron a la entrada de empresas privadas (nacionales y extranjeras) a un mercado monopolizado por el estado. Eso sí, este nuevo modelo no retira la rectoría del estado en el sector energía. Simplemente, adopta un rol distinto. Uno de ellos, y quizá el más importante, es que a través de sus órganos especializados regular los mercados energéticos, de la mano de empresas públicas y privadas.
Esos órganos son, precisamente, dos que estuvieron a punto de perder su autonomía. Hablamos de la Comisión Reguladora de Energía (CRE) y la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH). La primera, encargada de discernir cualquier tipo de controversia en el sector energético (producción y distribución de electricidad); la segunda tiene entre sus objetivos contribuir al desarrollo de la industria de hidrocarburos en nuestro país, así como incrementar la capacidad de respuesta, le eficiencia y la transparencia de las licitaciones para la exploración y extracción de hidrocarburos. Ambas tienen una gran cualidad: de acuerdo con el artículo 28 constitucional son entes que gozan de personalidad jurídica, autonomía técnica y autosuficiencia presupuestaria.
Este tema jurídico tiene varias lecturas políticas y empresariales. La primera: Sus decisiones no responden a un momento político, sino más bien a uno que le dé competitividad a todo el sector energético mexicano. Un ejemplo: Pemex, por primera vez en su historia ha competido por áreas contractuales petroleras, lo que obliga a esta empresa productiva del estado a modernizarse, contar con el personal más capacitado y, sin lugar a dudas, convertirse en un símbolo de modernidad y progreso, adjetivos que abandonó hace más de ocho décadas.
Si hablamos de la CRE, la situación no es muy distante, aunque en otro rubro. Su trabajo se ha centrado en sentar las bases legales e institucionales para el desarrollo de dos mercados que pueden ser una mina de oro en México: el gas natural y una energía eléctrica de mayor transparencia. Esto ha permitido que empresas sustentables vengan a México y comiencen a innovar en el mercado de las energía limpias, como la eólica.
Recordemos que la situación orográfica e hidrográfica de nuestro país lo hacen único y rico en recursos naturales que, explotados de manera responsable, pueden generar importantes polos de desarrollo si pensamos en la generación de la infraestructura eléctrica e hidrocarburos que nos ayuden a cumplir es ambiciosa meta de contar con energía limpias hacia 2050.
Con esto, no queda más que celebrar y aplaudir la decisión de los actuales legisladores de mantener la autonomía de la CRE y la CNH en la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal. Aún queda un largo camino para consolidar la Reforma Energética, pero sin tintes políticos, este podrá ser menos sinuoso.