Hace algunas semanas, se dio cuenta en este espacio sobre los «legisladores en fuga«, estrategia utilizada entre las representaciones de los partidos políticos para fines diversos. Pues hoy resulta ser que estamos ante un acto de lo que pareciera una compraventa de legisladores integrantes de la misma coalición electoral «Juntos Haremos Historia» que, en esta ocasión, sí, juntos van a hacer historia por las acusaciones del coordinador del Partido Encuentro Social (PES) que, aunque es un partido sin su registro, gracias a la alianza, hoy tiene réditos importantes en cuanto al número de legisladores en el Congreso de la Unión.
Resulta ser que, mediante un comunicado a la opinión pública, el Grupo Parlamentario de Encuentro Social en la Cámara de Diputados, denunció las maniobras realizadas por el Partido del Trabajo (PT) para obtener, de «manera voluntaria«, las simpatías de algunos legisladores para integrarse a ese grupo y así poder aspirar a conducir desde la Presidencia de la Mesa Directiva, los trabajos del último año de la LXIV Legislatura.
El turno, según la aritmética y la ponderación Parlamentaria, le tocaría al Partido Revolucionario Institucional (PRI), pero como se trata de reunir votos, no importa si se crea una tercera fuerza legislativa, de dulce, manteca y frijol, el punto es obtener la codiciada presidencia de la Mesa Directiva para cerrar con broche de oro los trabajos parlamentarios en año electoral y fin de Legislatura.
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El PT nació a principios de los años noventa; estuvo a punto de perder el registro en la elección de 2015, pero gracias a la anulación de resultados del distrito federal uno de Aguascalientes -con una buena defensa jurídica-, tuvieron una nueva oportunidad. Desde ese momento, se pactó alianza con el movimiento de regeneración (no sé si nacional), pero si electoral, porque lograron obtener los necesarios votos para sobrevivir, salvaguardar el registro y, por supuesto, sus prerrogativas.
Es lamentable que sucedan estas cosas cuando el Presidente de la República y líder del movimiento del que forman parte estos legisladores, no pierde oportunidad para señalar, un día sí y otro también que, desde que es habitante de Palacio Nacional, se acabó y desterró para siempre cualquier forma corrupta desde el poder político; no más sobornos, porque eso pertenece al nefasto pasado neoliberal. Más aún, cuando tanto presume que, con las declaraciones del recién extraditado al hospital Emilio Lozoya, exdirector general de PEMEX, presentará evidencia para demostrar cómo y quiénes participaron en la compra-venta de votos legislativos de oposición para aprobar la Reforma Energética de 2013, acto innombrable que debe sancionar el «tribunal del pueblo«. Todo un caso para el análisis posterior.
Lo afirma con tal contundencia, que parece que ‘no está enterado’ o que nadie le ha informado del pleito -como «quizás» tampoco se «enteró» de lo de Bejarano o lo de Eva Cadena- y de las maniobras poco claras, digamos oscuras, de uno de los primos de la coalición que resultó vencedor en la elección federal de 2018 y que desea minimizar la representación de otro integrante de la victoriosa alianza.
Este hecho pasa a formar parte del abundante anecdotario sobre las peripecias legislativas por las que han atravesado los grupos parlamentarios para conseguir sus objetivos: desde ocupar el reloj parlamentario para «cumplir con la ley», hasta contar con la presencia de diputados en estado inconveniente o padecer la ausencia de legisladores (el famoso fui al baño, salir de la sesión y atender el teléfono) a la hora de emitir su sufragio para aprobar dictámenes que generan controversia, y un largo etcétera, quizás no siempre con la misma idoneidad pero, eso sí, con apego a la norma, porque en cualquiera de las dos cámaras, los dictámenes que se someten a consideración de los legisladores, se ganan por mayoría de sufragios.