Luego del tsunami que devastó buena parte de Japón y encendió las alertas al dañar la planta nuclear de Fukushima, en 2011, Alemania decidió dejar de utilizar energía nuclear. Hasta ese momento, y después de la terrible tragedia en Chernóbyl, allá en la década de los ochenta, parecía que esa energía “barata y no tan contaminante” seguiría llegando a millones de hogares no solo en Europa sino en todo el mundo.
Pero Alemania quería cambiar la historia y entre 2011 y 2012 echó a andar un ambicioso plan para lograr una transición energética. Quizá el más importante desde la unificación de las alemanias: dejar de quemar toneladas de carbón para convertir el viento y el sol en electricidad.
El resultado, desafortunadamente, ha sido desastroso. El mismo gobierno alemán ha aceptado su derrota y una corte Federal de Auditores ha tasado en 160 mil millones de euros las pérdidas que en cinco años ha dejado la fallida transición energética. Lo peor: los alemanes ven este proyecto como caótico, caro e injusto.
Lo peor: Alemania se está quedando atrasado en materia de energías verdes y comienza a ser visto como una “chatarra”. Esto, luego que Holanda decidiera poner fin a la producción de combustibles fósiles fijando como plazo límite diez años. Noruega, en seis años, no tendrá automóviles con combustión interna. En Suecia, por citar otro ejemplo, los altos impuestos sobre la producción de C02 han obligado a empresas y la población en general a encontrar formas verdes de energía.
En resumen, el proyecto de una Alemania verde ha quedado en papel. Un reportaje de la prestigiosa Der Spiegel, intitulado El Trabajo Desperdiciado en Alemania y cómo la transición energética tiende a fracasar, enumera las razones por las que este gran proyecto ha fallado: no se está dando la expansión de granjas solares y de viento; falta infraestructura en cuanto a redes de distribución y almacenaje. Y a eso se le debe agregar un componente fundamental…la falta de voluntad política.
Sí, Alemania acuñó el término Revolución Energética. Pero no han logrado pasar de la teoría a la práctica y se han quedado rezagados en la transición hacia energías verdes. En México, gracias a las condiciones hidrográficas privilegiadas, tenemos la posibilidad de convertirnos en una potencia verde. Los cimientos están, solo falta impulsar el uso y aprovechamiento de los recursos naturales para poder generar energías verdes, amigables con el medio ambiente.