Todos deseamos llegar a viejos; y todos negamos que hemos llegado
Francisco de Quevedo y Villegas
El artículo 4º de nuestra constitución en su párrafo 15 establece “Las personas mayores de sesenta y ocho años tienen derecho a recibir por parte del Estado una pensión no contributiva en los términos que fije la Ley…”
El llegar a una edad avanzada conlleva a distintas limitantes dependiendo de cada persona, su historia personal y su genética. Dice Daniel Thursz en “Empowering Older People” que la mayoría de los adultos de edad avanzada se niegan a aceptar que otros decidan por ellos, no aceptan su fragilidad y mucho menos que no se tome en cuenta su opinión sobre el acontecer de su vida.
Si bien es cierto que algunas personas de edad avanzada no tienen sus capacidades al 100% o bien ya están en interdicción y sus familiares más cercanos son quienes deben de decidir y ver por ellos, también es cierto que la gran mayoría de las personas de edad avanzada pueden decidir sobre sus asuntos personales y tener actividades de forma independiente además de que siempre están a la búsqueda de que se les respete su autonomía de decisión.
En nuestra sociedad se ha procurado que las personas de edad avanzada tengan ciertos privilegios como descuentos en medicinas o viajes, esto es una forma de reconocimiento a quienes ya trabajaron y a la vez se ha buscado inculcar una cultura de comprensión y apoyo a este grupo social que va creciendo al igual que la expectativa de vida se ha ido ampliando.
Desde los años noventas del siglo XX Ken Tout plantea que hay que tener programas de educación para la gente que llegue a una edad avanzada, en México hay varios esfuerzos al respecto, de muchas organizaciones tomo como ejemplo a “Júbilo”, encabezado por Gerardo Sánchez Navarro quien busca que las personas cercanas a la edad de jubilarse tengan una forma de reorganizar su forma de vida de tal suerte que no se sientan inútiles y no caigan en un proceso depresivo.
Como sociedad hemos de caminar en un sentido de dar valor a la experiencia y la capacidad de aportación de personas de edad avanzada a las comunidades en todo nuestro país y retomar algunas de las bases históricas de la gerontocracia que se dio en la Mesoamérica, entendiendo la dinámica social actual sin demérito de la sabiduría que ha dejado la edad en las personas de edad avanzada.
Es cierto que el consejo de ancianos en los pueblos indígenas era quien gobernaba, el día de hoy podemos pensar en un consejo de ancianos que asesoren a las generaciones en capacidad de producción plena para integrar la experiencia de los ancianos y el nuevo conocimiento de los jóvenes generando así un círculo virtuoso generacional.
Los adultos de edad avanzada aun pueden desarrollar nuevas ideas con la ventaja de su experiencia de vida, y los jóvenes saben cómo adecuar a los tiempos actuales estas ideas, la productividad en conjunto puede ser de alta valía en los procesos productivos.
Escuchar a los adultos de edad avanzada e integrar y adecuar sus conocimientos es una forma de privilegiar el diálogo social y comenzar a reconstruir el deteriorado tejido social que tenemos en México.
Nos invito a que alleguemos a los adultos de edad avanzada a nuestros proyectos, les escuchemos, aprendamos de ellos y privilegiemos el diálogo intergeneracional, hacer esto desde las comunidades y llevarlo a ser de forma institucional.
Defendamos las instituciones.
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