El próximo 8 de abril, se cumplen 10 años del fallecimiento de un excepcional jurista mexicano, Juventino V. Castro y Castro. De manera que no sólamente por motivos familiares -porque soy hijo de otro gran hombre, su hermano menor, Fernando Castro y Castro-, sino como abogado, servidor público y funcionario jurisdiccional, que conoció de cerca la vida y obra del personaje que hoy recordamos, con respeto, admiración y cariño, hoy le rindo este sencillo, muy breve, pero sentido homenaje
Don Juventino, como respetuosamente se le llamaba, fue un hombre verdaderamente enamorado del Derecho, así lo escribí en el año 2002 en la dedicatoria de mi libro “Nueva Garantía Constitucional -La Responsabilidad Patrimonial del Estado-“: “A los eminentes juristas Juventino V. Castro y Castro y Eduardo García de Enterría, quienes aman profundamente el Derecho y han estudiado y trabajado infatigablemente por él, toda la vida”.
Don Juventino fue el caballero de las eternas “intranquilidades jurídicas” y quien, mediante concienzudos estudios e interminables reflexiones, rápidamente las convirtió en fundadas propuestas de adiciones o reformas constitucionales y legales, recogidas la mayor parte de ellas en la treintena de sus magníficos libros de factura individual y otras muchas más de publicación colectiva.
Antes de escribir y divulgar sus muchas propuestas, don Juventino las analizaba y maduraba en clases y conferencias, donde con su voz grave y énfasis sonoro que da el convencimiento profundo, diseccionaba las instituciones jurídicas con sentido crítico para buscar conocer tanto su ratio legis, como su aplicación -o inaplicación- en la realidad de la vida social para innovar o mejorar las existentes.
Así, fueron proverbiales sus clase de Garantías y Amparo, en la Escuela a Libre de Derecho y la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México por más de 25 años. Es legión el alumnado que le reconocen sus especiales facultades didácticas y su arraigado entusiasmo por el Derecho, que deslumbraba, contagiaba y comprometía.
Le apasionaron los temas de Derecho Constitucional, en espacial el Amparo y la institución del Ministerio Público, habiendo realizado aportaciones doctrinales y legales significativas que siguen siendo reconocidas hasta el día de hoy.
Su trayectoria fue larga y fructífera, como su lúcida y productiva longevidad -murió a los 93 años siendo Diputado Federal y Presidente de la Comisión de Puntos Constitucionales de la H. Cámara de Diputados-, gracias a la cual acumuló extensa experiencia y sabiduría personal y jurídica, a la que sumó su cordialidad, bonhomía, austeridad y sencillez humana, prendas características de su personalidad.
Naturalmente, entre las múltiples posiciones privadas y públicas de su destacada carrera profesional en los tres Poderes de la Unión, destaca su designación y elección como Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, a partir del primero de febrero de 1995 hasta su conclusión el último día noviembre de 2003, como Ministro Decano.
El poco espacio de que dispongo me impide comentar aspectos relevantes de su rica personalidad, aportaciones y obra jurídica, sin embargo me consuela saber que está ampliamente documentada en muy diversas publicaciones y homenajes.
En consecuencia citaré pocos, pero muy significativos párrafos de manos doctas y maestras que lo conocieron profundamente y concluiré con dos del propio don Juventino que “lo pintan de cuerpo entero”, si se me permite la expresión:
Al prologar en 1953 el libro: “La Suplencia de la Queja Deficiente en el Juicio de Amparo”, el Ministro y distinguido constitucionalista, don Felipe Tena Ramirez, escribió:
“… es perentorio ejemplo de acuciosidad en la investigación… agotó las fuentes de nuestro derecho positivo en punto al tema tratado; de claridad en el método y el empleo seguro de la lógica jurídica… de exposición castiza y apropiada, cualidad que… fue en todo tiempo atributo de auténticos juristas.
“De este modo el joven abogado Juventino V. Castro reivindica los fueros intelectuales de su generación…”.
En homenaje a sus 50 años de ejercicio profesional el reconocido Doctor Jorge Carpizo Mc Gregor, dijo:
“…no puede soslayarse sus trascendencia al campo jurídico mexicano con una obra que sin duda se debe a la panorámica que ha tenido en cincuenta años de ejercicio profesional , al contemplar una reforma política y gubernamental en una época de transición entre el México revolucionario, el democrático y el ya modernista, que evidentemente moldearon al hombre y lo vuelve actor y participante de un cambio jurídico en México…”.
Por su parte, en el homenaje que le rindiera a don Juventino, el entonces Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal en 2003, su colega y amigo, don Juan Silva Meza, a la sazón Ministro Presidente de la Primera Sala de la H. Suprema Corte de Justicia de la Nación, expresó:
“En su desempeño en el máximo tribunal, el Ministro Castro y Castro ha tenido una actuación siempre preponderante, en la que destacan su sentido jurídico y humanista, como puede verificarlo quien tenga acceso a la serie de debates del Tribunal Pleno, siempre dos de las divisas de Juventino Castro en su actuación como Ministro de la Suprema Corte, procurar la fortaleza e independencia del Poder Judicial, e impartir justicia con sentido social, siempre desde la Constitución y la ley, ciertamente, pero interpretándolas atendiendo a los intereses colectivos sociales, siguiendo el espíritu del Constituyente de 1917, que por primera vez consagró derechos sociales en una Carta Magna…”.
Para finalizar este apretado recuerdo del Doctor Juventino V. Castro y Castro -Premio Nacional de Jurisprudencia 2003- y así poder calibrar la estatura moral y jurídica de este ilustre mexicano que tanto aportó a nuestro querido país, le cedo a él mismo algunas de sus palabras pronunciadas en el recinto del Pleno de la SCJN, en Sesión Solemne del 28 de noviembre de 2003, con motivo de su retiro casi 9 años después, para seguir luchando por la excelencia del mexicano hasta el fin de sus días, como él mismo anunciara.
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Refiriéndose a su toma de protesta en 1995 como Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, expresó:
“Quedó así desde entonces juramentada mi entrega personal a la sociedad mexicana para involucrarme con todo mi ser en el desempeño de la judicatura federal de mi país, en su lucha infatigable por alcanzar para nuestra querida patria la oxigenante justicia que espera y se merece. Pero sobre todo, para honrar y defender al Poder Judicial Federal, y para vigilar que sus soberanas determinaciones sean cabalmente obedecidas en los términos extremos que ordena nuestra Constitución común, por toda clase de autoridades”.
“Apliqué la ley con justicia, -como lo ordena el artículo 17- aunque no siempre se puede vanagloriar de ello. Hay quienes sólo llegan hasta los limites estrictos de la ley misma; y habemos otros que nos ingeniamos para encontrar caminos extras -no siempre posibles-, para valorar y aplicar no sólo lo que literalmente está en la ley sino lo que subyace en el núcleo de ella: su esencia humana.”
Pervive su legado en nuestra memoria. Sigue descansando en paz…