Aún falta saber cuál es el desenlace de la telenovela del aeropuerto y la corrupción.
Una cultura muy arraigada en México consiste en que estamos acostumbrados a que el gobierno pague todo, lo que genera una gran corrupción
Por una parte, la gente aspira a tener un trabajo en una oficina gubernamental, ya sea en una secretaría, oficina estatal o municipal, para dos cosas: que le asegure un trabajo burocrático relativamente fácil de desempeñar, y que además le permita hacer negocios paralelos derivados del cobro de los servicios gubernamentales y de la información que tiene que dar a la sociedad; o que, en el caso de ciertas compras o licitaciones se pueda lucrar con un dinero extra, ahí es en donde se encuentra un gran volumen de las operaciones hormiga de la cultura de la corrupción.
La segunda es que todos los empresarios, desde el más modesto hasta el de mayor nivel, buscan ser beneficiarios de los contratos de las diferentes compras y/o inversiones en infraestructura del gobierno, para lo cual en nuestra cultura se acostumbra otorgar un porcentaje del contrato al funcionario público para ganar la licitación. Aquí el volumen es más pequeño pero los montos en dinero son estratosféricos.
La tercera forma es el pleito con los impuestos, somos una sociedad que busca desesperadamente no pagar o pagar menos impuestos, lo que representa otro gran acto de corrupción cultural, desde quienes ejercen el empleo informal, hasta el gran empresario que busca beneficios fiscales a gran escala. En ambos casos esta situación es considerada normal e incluso justificada.
Una cuarta forma que tenemos los mexicanos de buscar beneficio del dinero que provenga del gobierno es la que deriva del poder de las asociaciones y/o movimientos sociales, los cuales chantajean al gobierno, desde los movimientos campesinos, asociaciones políticas, partidos políticos, sindicatos y ahora hasta de grupos de la sociedad civil organizada que inventan defender algo pero que en el fondo sólo buscan apoyos del gobierno para sobrevivir, operar, hacer política y vender sus posiciones.
En el caso del aeropuerto, quitando todo el ruido del tema de la consulta, la reacción social y el comportamiento de los mercados financieros, podemos concluir que el gran mensaje es que cambian las reglas del juego para los grandes capitales, al parecer queda de la siguiente manera: si los grandes capitales quieren participar en la obras públicas de gran impacto, deben de presentar esquemas novedosos en los cuales el capital provenga de sus propios recursos y no del gobierno. El escandaloso procedimiento de la consulta llegará a su fin cuando se asignen las obras del aeropuerto al capital privado y paguen los impuestos respectivos, es decir, el fin justificó los medios.
Esperemos, que si estos argumentos sobre el aeropuerto, no se quedan en mera especulación se aplique el mismo criterio en otros sectores, para que las acciones sean parejas para todos y con esto cambiemos verdaderamente la cultura de corrupción que azota a nuestro país.
Para los demás casos, esperemos que la iniciativa de la nueva Ley de Responsabilidad Civil que acaba de anunciar el Presidente Electo Andres Manuel López Obrador y el futuro Consejero Jurídico de la Presidencia, Julio Scherer, ayude a resolver el cambio de cultura, sí, el pueblo es bueno en general, pero tambien tenemos poca educación y bucamos la conveniencia propia, antes que nada, ojalá funcione.