día internacional de la mujer

Día de la Mujer.  ¿Celebramos?

La Máquina del Tiempo

“El feminismo ha sido malinterpretado, atacado, ridiculizado, pero no por quienes realmente lo comprenden, sino por aquellos que temen el cambio. No se trata de superioridad, de odio o venganza; se trata de justicia, de equidad, de reconocer la dignidad de todas y todos.”

A poca distancia de mí, el sol descendía lentamente sobre el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y violetas. Un instante de paz en medio del caos. Pero esta vez, incluso la belleza del atardecer frente al mar, no lograba disipar la amarga sensación que se instalaba en mi pecho. En una fecha más para celebrar el Día Mundial de la Mujer, y donde supuestamente deberíamos estar celebrando avances, la realidad nos recuerda lo mucho que aún falta por hacer. Cada año esta fecha nos invita a la reflexión, a hacer un balance entre lo conquistado y las luchas pendientes, y al mirar el horizonte teñido de ocaso es imposible no preguntarse cuántas generaciones más tendrán que seguir luchando por lo que debería ser incuestionable: una vida libre de violencia, de desigualdades y de barreras impuestas.

El mundo ha cambiado. O quizás no tanto, pero al menos ahora se nos muestran con crudeza las injusticias que persisten. Cada puesta de sol ilumina las sombras de la desigualdad, el machismo, la violencia de género. Y aunque se han levantado voces valientes que luchan por una vida libre de violencia para todas, el camino sigue plagado de obstáculos. Es doloroso saber que en pleno siglo XXI, aún es necesario exigir lo básico: respeto, oportunidades equitativas, seguridad. No basta con leyes y discursos si en la vida cotidiana persisten las agresiones, la discriminación y los prejuicios.

Las cifras son desalentadoras. Mujeres que desaparecen, cuyos nombres se convierten en hashtags y marchan en pancartas que claman justicia. Mujeres que son juzgadas no por sus méritos, sino por su apariencia, por su vestimenta, por su decisión de alzar la voz. Mujeres que aún hoy ganan menos que los hombres por el mismo trabajo, que son relegadas en puestos de liderazgo, que deben probar su valía una y otra vez. Es un ciclo de injusticia que se repite con nuevas víctimas, nuevas caras, nuevas historias, pero con el mismo dolor.

El feminismo ha sido malinterpretado, atacado, ridiculizado, pero no por quienes realmente lo comprenden, sino por aquellos que temen el cambio. No se trata de superioridad, de odio o venganza; se trata de justicia, de equidad, de reconocer la dignidad de todas y todos. Porque cuando una mujer es libre, toda la sociedad avanza, porque no es solo por ellas: es por las niñas que sueñan sin miedo, por los niños que deben crecer sin estereotipos tóxicos, por los hombres que también merecen vivir sin la carga de una masculinidad impuesta. No se trata de una lucha de unos contra otros, sino de todos contra un sistema que durante siglos ha favorecido la desigualdad.

En este día las redes se llenan de mensajes de apoyo, de promesas de cambio, de discursos inspiradores. Pero al día siguiente, la realidad sigue siendo la misma para muchas. La lucha por la igualdad no se reduce a un solo día, ni a un simple eslogan. Es una causa que debe vivirse, sentirse, defenderse cada día. Porque cada mujer violentada, cada niña privada de oportunidades, cada madre que debe elegir entre su carrera o su familia, cada anciana olvidada en la miseria, es una deuda social que aún no hemos saldado.

Miro el horizonte, intentando encontrar respuestas. Y la única certeza que queda es la urgencia de seguir luchando. Porque no podemos permitirnos la indiferencia. No podemos seguir justificando el abuso con tradiciones, con normas caducas, con excusas débiles. La historia nos ha mostrado que solo el cambio consciente, el compromiso real, puede derribar estas barreras. Es fácil pensar que la lucha es de otros, que no nos afecta, que alguien más debe encargarse de cambiar el mundo. Pero el mundo cambia cuando cada persona asume su responsabilidad, cuando cada gesto suma, cuando la conciencia colectiva se convierte en acción.

Para acompañar esta jornada de reflexión, la música puede ser una gran aliada. Escuchar canciones como “Respect” de Aretha Franklin, un himno de empoderamiento y exigencia de respeto; “I Will Survive” de Gloria Gaynor, que nos recuerda la resiliencia de la mujer ante la adversidad; o “La Puerta Violeta” de Rozalén, que narra la búsqueda de libertad frente a la violencia de género, puede ser un acto simbólico pero significativo. Temas como “Ella” de Bebe, que inspira a la superación o “Flawless” de Beyoncé, con su mensaje claro de igualdad y fortaleza, nos invitan a no ceder en esta lucha. Porque la música no solo transmite emociones, sino que también refuerza las causas, conecta generaciones y mantiene vivo el mensaje de que la igualdad es un derecho, no una concesión.

“No podemos acostumbrarnos a la injusticia porque al final la lucha por la dignidad y la igualdad de las mujeres es la lucha por la dignidad de toda la humanidad, es una lucha que nos concierne a todos, porque en una sociedad verdaderamente justa la igualdad no es un privilegio, sino una realidad incuestionable.”

El sol se ha ocultado, pero mi determinación no lo ha hecho. No podemos resignarnos. No podemos acostumbrarnos a la injusticia porque al final la lucha por la dignidad y la igualdad de las mujeres es la lucha por la dignidad de toda la humanidad, es una lucha que nos concierne a todos, porque en una sociedad verdaderamente justa la igualdad no es un privilegio, sino una realidad incuestionable. La violencia contra las mujeres no solo destruye vidas, sino que hiere el tejido mismo de nuestra sociedad, afectando a familias, comunidades, generaciones enteras. No basta con decir que apoyamos la igualdad: debemos demostrarlo con acciones, con políticas que protejan, con educación que transforme, con una cultura que valore a cada ser humano sin distinción.

Mientras haya quienes alzan la voz, la esperanza seguirá viva. Mientras existan quienes resistan, el mundo seguirá teniendo una oportunidad de ser mejor. No basta con observar el atardecer y preguntarse qué más podemos hacer; debemos ser parte del cambio, porque la historia no se escribe sola, y el futuro depende de lo que hagamos hoy.

Hasta mañana, que llegue otro atardecer frente al mar…

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