foro jurídico Grupos de migrantes arriban a territorio mexicano desde el paso fronterizo La Tecnica, Guatemala con dirección a Estados Unidos o el norte del país. Debido a las afectaciones que dejaron los huracanes Eta e Iota, miles de hondureños abandonan sus hogar

Acceso a la Justicia de los Migrantes.

En la Opinión De

“Yo disparé y alguien murió en México” (Segunda Parte).

A continuación, presento la segunda parte de mi reflexión sobre lo ocurrido hace casi diez años en la frontera México-Estados Unidos, en donde la personas migrantes, nacionales y extranjeras, ven vulnerado el ejercicio de sus derechos humanos, bajo sombras de discriminación, racismo y xenofobia.

Ciudades Fronterizas

Para el agente de migración de los Estados Unidos de América, el disparo obedeció a una defensa personal ya que, según el relato del mismo agente, José Antonio le estaba arrojando piedras, no obstante, familiares de este manifestaron que venía de jugar basquetbol.

Fueron diez disparos los que recibió. Cada disparo en su cuerpo provocó que la vida se le diluyera como agua en alcantarilla, cerrando sus ojos, apagando su voz, y dejando sin abrazos y sonrisas a su familia. Pronto a convertirse en leyenda en la ciudad de Nogales, la gente señala que no fueron diez, sino que llegaron a contar dieciséis impactos de bala, desde la cabeza hasta la parte baja de la espalda, algunos incrustados en su cuerpo, otros en la calle, detenidas por las paredes afortunadas que no sienten dolor.

Testigos de la escena del crimen, contaron a los medios de comunicación que pese a los disparos que recibió José Antonio, con los últimos resquicios de vida y aliento, trató de arrastrarse por el suelo, tomando su cuerpo pesado y clavado al concreto por las diez balas que perforaron sus carnes. Dieciséis disparos en treinta y cuatro segundos.

Con certeza sabemos que fueron como mínimo diez balas, de acuerdo con los reportes oficiales y con los medios de comunicación locales. Todo depende del tipo de armas que utiliza la patrulla fronteriza. Hubo un tiempo en que los agentes de la patrulla fronteriza de Estados Unidos utilizaban 357 Magnum, después con calibre 40, unos usaban 9 milímetros. Hasta el día de hoy siguen armados. Ya sean 10 o 16 balas, la vida abandonó el cuerpo de José Antonio, así como la justicia abandona a los pobres, a los excluidos.

De acuerdo con los medios de comunicación, en el 2016 el juicio para responder por el asesinato de José Antonio se postergó en cuatro ocasiones. En aquél entonces, Lonnie Swart se declaró inocente, el pretexto: unas piedras que arrojaron los pobladores.

El jurado que habría de emitir un veredicto sobre la actuación de Lonnie Swart, no logró ponerse de acuerdo. Las evidencias, para ellos, no fueron suficientes. Suponemos que más de algún miembro del jurado sintió simpatía hacia el enjuiciado agente de migración, pensó que se encontraba haciendo su trabajo y se encontraban en labores de defensa de la frontera para no permitir el ingreso de estupefacientes para el consumo de la nación norteamericana. La simpatía y la empatía hacia el agente migratorio pudo venir de más de algún miembro del jurado con esa perspectiva sobre las fronteras, de otro modo, no se entiende la falta de acuerdos para emitir un veredicto al respecto.

En el imaginario racista y discriminatorio hacia las personas migrantes, presente en gran parte del territorio de Estados Unidos de América, se construyen monstruos o entes hostiles que desean traspasar las fronteras para conquistar el suelo norteamericano, para estas personas con una perspectiva criminal de la migración, los extranjeros vienen de lejos para despojar de los empleos a los nacionales, como si fueron una parvada de criminales sedientos de conquista al estilo de las batallas coloniales de los siglos XV y XVI.

“En el imaginario racista y discriminatorio hacia las personas migrantes, presente en gran parte del territorio de Estados Unidos de América, se construyen monstruos o entes hostiles que desean traspasar las fronteras para conquistar el suelo norteamericano.”

En un imaginario, ¿quién dispara en medio de la nada o a la oscuridad? Le disparamos a la oscuridad a la nada cuando tenemos miedo, cuando creemos que hay demonios o fantasmas queriendo atacar, poseyendo nuestro cuerpo, desamparados de todo exorcismo, ponemos fe en las armas para alejar a las entidades diabólicas. Son disparos como escudos de fe, que expresan nuestras creencias anquilosadas de nacionalismos, sentimientos patriotas, orgullos de la nación que nos vio nacer. Desde esta perspectiva, nadie puede internarse en el país, desdibujar las fronteras, porque si se desvanecen las fronteras, la identidad se diluye en la masa cultural que se avecina.

Pero Lonnie Swart, no disparó a la nada, o a un vacío vanidoso. No quería ahuyentar sus demonios, los quería matar. Los disparos iban pensados, había objetivos claros, la única cuestión es que dichos objetivos se encontraban del otro lado de la frontera. Los agentes de la patrullara fronteriza de Estados Unidos de América tienen muy clara la orden de que no pueden permitir que los migrantes atraviesen sus fronteras. Es una característica universal de los agentes de migración, no importa si son de Estados Unidos de América o de México, son entrenados para ello. Cual protectores de la frontera, los agentes de migración se erigen como determinadores de lo que es permisible o no, de lo que puede entrar al país o no. Es suficiente un movimiento sospechoso, un parpadeo mal hecho, una palabra articulada fuera de contexto, o un rasgo físico cargado de extrañeza, para que pongan en duda la pertinencia de esa persona en el país. Con el pretexto de la seguridad nacional, como si fueran combatientes del terrorismo, las fronteras son los filtros que deciden quién es bueno y quién es malo.

Sin embargo, tal parece que, para los agentes de migración, las balas no entran dentro del dilema fronterizo. Las balas, las armas, los proyectiles pueden cruzar la frontera de forma indiscriminada. Surcar el desierto, las mallas, los infrarrojos de las cámaras de seguridad, para que al fin puedan atravesar o anclarse en los cuerpos de los que están del otro lado. El disparo de un arma de fuego es un acto universal, que escuda el miedo hacia un ataque. Se ataca porque se quiere repeler una amenaza o porque se tiene miedo, ante una entidad que suponemos nos hará dañar si no concretamos el ataque.

Seguiremos con nuestra reflexión en la tercera y última entrega, ¿cuál fue la sentencia para el agente de la Patrulla Fronteriza?, ¿las personas migrantes realmente tienen garantizado el acceso a la justicia?

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