Hay un lugar en México que le llaman “el corredor de las desaparecidas”. También le llaman “el corredor de la trata de personas”. Se usa un nombre u otro indistintamente porque, a fin de cuentas, significan lo mismo: la niña que ahí se pierde es muy probable que termine enmarañada en una red de explotación sexual. Es un lugar que se ha convertido en la peor pesadilla para autoridades y sociedad civil.
Está en una ubicación conocida, céntrica –a unos kilómetros de Palacio Nacional— y es asiento de empresas, escuelas y centros comerciales. Cientos de expedientes por desaparición, explotación sexual, pornografía infantil llevan hasta sus calles a agentes y peritos, quienes reconocen la reputación de este corredor, pero no por eso es un escándalo. Que en Tecámac, Coacalco, Tultitlán, Cuautitlán y un fragmento de Ecatepec a las niñas se las trague la tierra y las devuelva en un burdel o en una infame página de internet se ha vuelto, dolorosamente, normal.
El “corredor de la trata de personas” es también una muestra de la complejidad del activismo contra este delito. En ese laberinto se esconden militares corruptos, policías ineficaces, empresarios coludidos, marginación y vulnerabilidad. Pero también nos hemos encontrado en esa región con fiscales comprometidos, agentes valientes, donantes solidarios, amor y resistencia.
Acabar con esos lugares se ha vuelto nuestra misión desde Comisión Unidos Vs. la Trata, donde trabajamos todos los días tras sueño que nos han dicho que es imposible, pero que sabemos realizable: convertirnos en un país libre de trata de personas.
Como muestra, en el Estado de México, donde existe ese infame corredor, hemos sido testigos del compromiso y determinación para cerrar los giros negros gracias a la firmeza de dos gobernadores, capacitado fiscales y ministerios públicos, diseñamos campañas de prevención y brindamos apoyo a familias que buscan reencontrarse con sus hijas e hijos.
Y como corredores similares existen en Ciudad de México, Puebla, Tlaxcala, Chiapas, Baja California, y muchos estados más, nuestro trabajo se extiende al resto del país. Actualmente, apoyamos a cinco refugios por donde pasan cientos de sobrevivientes que se han beneficiado, sin costo, de cuidados médicos, atención psicológica, acompañamiento legal, apoyo educativo y apoyo para vivienda digna. El próximo año anhelamos abrir un refugio en cada estado.
Somos un equipo pequeño, pero con una agenda enorme. Solo el año pasado sensibilizamos a 7 mil 562 adultos y 3 mil 326 estudiantes en 13 entidades federativas, como Ciudad de México, Michoacán, Tlaxcala, entre otros estados. Un día hablamos con alumnos de secundaria y al otro día compartimos experiencias en la Cumbre de Jueces Panamericanos en El Vaticano.
Ajustamos protocolos, revisamos investigaciones, asesoramos operadores de 911, policías federales, agentes migratorios, mandatarios, amas de casa. Incluso, hemos entrado a reclusorios para que las víctimas que así lo piden puedan conversar con sus tratantes y obtengan la paz que necesitan.
Nos hemos aliado con iniciativas mundiales para buscar un impacto local. Hemos trabajado en cinco campañas de prevención en alianza con organizaciones internacionales ⎯Un Billón de Pie, Caminando por Libertad, ¿Puedes Verme?, Aquí Estoy, Freedom Day⎯ y hemos lanzado 3 campañas propias ⎯Corazones Unidos, Si Tienes Madre y Hoja en Blanco⎯ que han alcanzado a más de 3 millones de personas.
El tamaño del reto es gigantesco. Nos enfrentamos a un negocio global y multimillonario. Las estimaciones más conservadoras calculan que la trata de personas es una maquinaria criminal aceitada con el dolor ajeno y cuyos ingresos son, al menos, de 32 mil millones de dólares anuales.
No hay país que se salve de esta tragedia, pero este delito es especialmente duro en México. Somos el país que ocupa el segundo lugar a nivel mundial en turismo sexual infantil y el primer lugar en producción de pornografía infantil. En el año 2016, según el Instituto Belisario Domínguez, al menos hubo medio millón de víctimas en el país y 70 mil fueron menores de edad. La organización internacional Walk Free estima que el 57% de la población mexicana está en riesgo de caer en una red de trata de personas.
Nuestro exclusivo estudio “Análisis de Sentencias de Delitos en Materia de Trata de Personas en Primera y Segunda Instancia”, en el que revisamos cada una de las más de setecientas sentencias en el país hasta 2017, arrojó un dato preocupante, pero que nos anima a trabajar duro: 4 de cada 10 detenidos fueron puestos en libertad por falta de capacitación.
Revertir esa realidad necesita de manos generosas para seguir atendiendo víctimas, darles una nueva historia, una Hoja en Blanco y abrir más refugios.
Por eso, hemos lanzado la campaña de recaudación “Freedom Game”, en charidy.com/freedomgame, donde cada donativo se triplicará durante las 24 horas del próximo 10 de diciembre. Si ese día alguien dona cien pesos se triplicarán y serán trescientos, mil pesos, se convertirán en 3 mil. Con ese dinero podremos salvar vidas, pero si no llegamos a la meta fijada, 10 millones de pesos, todo el dinero de ese día en lugar de triplicarse se regresará. Es todo o nada.
Estamos entusiasmados de cara a nuestra campaña de recaudación, muchas personas se están uniendo y cada día se suben más videos y fotos con la Hoja en Blanco, símbolo de esa nueva oportunidad que las víctimas merecen. Creemos en la solidaridad de nuestra sociedad. También en la digna rabia de México cuando se sabe que, en 2019, aún hay víctimas atrapadas a plena luz del día. Peor aún: que existe un lugar llamado “el corredor de la trata de personas”.
Cada peso cuenta y con la generosidad de todos, 2020 puede ser el año en que unidos autoridades y sociedad civil terminemos con esa pesadilla.