Todos –de una u otra forma– tenemos una historia que contar sobre policías, y no solo eso, sino que también tenemos una opinión personal sobre el servicio que dan a la sociedad. Muchos de estos relatos van cargados de algo de verdad, otros de mentira, y también de admiración o de un cierto grado de reproche a sus malas prácticas.
La semana pasada, se estrenó el filme “Una película de policías”, una producción de no ficción bajo el lente del director Alonso Ruizpalacios, y con la investigación del Instituto Mexicano para la Competitividad, en esta película se narran algunas de las experiencias de heroísmo de Teresa y Montoya, un par de elementos de la policía de la Ciudad de México, aunque también se desnudan y nos confiesan la corrupción y las carencias que existen en dichas corporaciones.
De acuerdo a los datos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la CDMX, un policía de grado inicial gana un sueldo base de 12,000 pesos; en números fríos eso quiere decir que el gobierno no apuesta a que las personas que están todos los días en la calle al cuidado de las personas puedan tener un salario y prestaciones dignas.
A pesar de que las corporaciones no lo van a admitir, Teresa y Montoya nos narran cómo de su propio sueldo tienen que pagar su chaleco antibalas y cargas para sus armas de servicio, esto nos demuestra el descuido al interior de las policías y más allá, por ejemplo, en una de las escenas observamos la falta de preparación para llenar un Informe Policial Homologado después de una detención exitosa, esto es especialmente relevante para que el ministerio público pueda armar un caso sólido.
Pareciere que los mismos policías son víctimas de las policías, pero aun así no hay manera de justificar los actos de corrupción y abuso, por ejemplo, del 2018 a 2021 se han denunciado a 373 elementos de la policía en donde el mayor porcentaje son delitos de abuso sexual, violación y uso excesivo de la fuerza, tan solo nos basta recordar cuando en marzo una migrante hondureña murió a manos de policías en Tulum, o las represiones que existen en las manifestaciones.
Por otro lado, lo que más me inspiró, fue la bitácora que hacen los actores Mónica del Carmen y Raúl Briones cuando se preparan para interpretar a nuestros protagonistas, sin duda, la pasión, el compromiso y ganas de querer hacer las cosas bien de los cadetes que ingresan a las academias es un valor agregado que se tiene que cuidar para no ser corrompidos cuando salgan a enfrentar al crimen.
Esta película que tiene algo de ficción y realidad, nos confronta sobre cómo vemos a nuestros policías, ya que es en ellos en donde se recarga la seguridad del presente y del futuro. Todos soñamos con tener una policía de primer nivel, pero, ¿qué estamos haciendo para lograrlo? La respuesta y las decisiones para que ello ocurra no están en nosotros como ciudadanos, pero es claro que se esperan mejores sueldos, un trato digno y un empoderamiento en las policías en el sentido de que su trabajo sí contribuye tanto a inhibir el crimen como a llevar los casos a la justicia.
Disfruté mucho todo el trabajo de la producción, y realmente creo que es una película necesaria que aporta a las conversaciones que tenemos sobre este gran tema, y entre un toque de humor y seriedad podemos ver a los humanos detrás del uniforme.
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