Mujeres de la judicatura marchando el 8M. Imagen tomada de la cuenta X de la mgda Lilia Mónica Benítez

En la judicatura tampoco llegamos todas

El 8 de marzo tomamos las calles. Gritamos, exigimos, nos abrazamos y lloramos. Nos repetimos que no estamos solas, que estamos haciendo historia, que estamos cambiando las cosas. Pero luego llega el 9 de marzo, el 10, y, el resto del año, y, ahí surge la interrogante: ¿qué sigue?

Lamentablemente para quienes estamos en la judicatura la respuesta es clara: marginación y retroceso.

Legué a esta institución en 2016, por medio del programa de prácticas judiciales; fue un Centro de Justicia Penal Federal el que me dio la bienvenida, y un titular a quien, hasta el día de hoy, sigo admirando.

Poco tardé en darme cuenta que ahí, como en tantos otros espacios, los puestos de mayor -titulares de órganos jurisdiccionales-, eran ocupados en su mayoría por hombres. En aquel entonces tres jueces y solo una jueza me recibieron. Pero algo sucedió cuando vi a la titular, con su toga y en tacones.

Me vi reflejada en ella, su trayectoria representaba exactamente lo que yo aspiraba lograr; no tenía mucha claridad en cómo llegaría hasta donde ella estaba, pero, sin que lo supiera, se convirtió en mi referente.

La veía entrar a sus audiencias y aplicar lo que yo estudiaba en ese momento como “perspectiva de género”, la escuchaba hablar con su auxiliar de gestión judicial los casos que tenían, y me imaginaba, algún día, ser como ella, ocupando ese espacio, sirviendo a mipaís con ese mismo compromisoy conocimiento.

Durante años, me dediqué a especializarme en derechos humanos, me inscribía a todo lo que podía para acercarme a mi objetivo, para poder discutir alguna audiencia o sentencia con ella, pero, yo estaba consciente que aun tenía mucho por aprender.

Las pasantías en la Corte Interamericana y en la UNODC llegaron más tarde, sin embargo, siempre tuve claro que mi propósito era contribuir a mi país desde esos ámbitos. Por eso, me enfoqué en resolver la pregunta que me acompañaba constantemente. Hoy, por fin, tengo la respuesta: la carrera judicial.

Descubrí en esa carrera lo que pronto se convirtió en mi plan de vida. Con el tiempo, comprendi que la profesionalizacion del servicio público no era solo un medio, sino también un fin en sí mismo.

A lo largo de los años, fui testigo de cómo cada vez más mujeres lograban llegar a posiciones de liderazgo. Pero en muchos circuitos, la deuda sigue pendiente, y es que, como mujeres, nos vendieron la idea de que si estudiábamos, si nos esforzábamos, si nos preparábamos, podríamos aspirar a ser juezas o incluso, magistradas, pero nos mintieron.

Esta reforma judicial nos dejó claro que no importa cuántos techos de cristal hayamos roto ni cuántos pisos pegajosos hayamos sorteado, nunca serán suficientes, porque justo cuando crees que estás lista para dar ese paso, alguien más puede arrebatartelo de golpe.

Nos sacaron la ilusión de llegar a esos espacios por mérito, sin deberle a nadie nuestros puestos, nos sacaron esa ilusión con la misma facilidad con la que apagan un micrófono incómodo.

Allá afuera, el gobierno habla de reformas, de democratización, de acercar la justicia al pueblo. Pero, curiosamente, los que decidieron sobre nuestras carreras, sobre nuestro futuro, nunca nos preguntaron nada. No les importó todo lo que hemos trabajado para intentar llegar a esos puestos, con la aspiración solamente de dignificar el servicio público a través del conocimiento.

Lo peor es que esto no es solo un golpe para nosotras. Es un golpe para todas, es un golpe para la mujer que busca justicia por violencia familiar y se encuentra con fiscalias o jueces de primera instancia sin perspectiva de género, es un golpe para la trabajadora que sufre acoso en su área y termina en manos de un sistema que la revictimiza, para la niña que crece viendo que, por más que una mujer se esfuerce, siempre habrá alguien con más poder decidiendo que su lugar es otro, y perdemos nosotras, trabajadoras del PJF que, una vez más, vemos como el sistema nos margina y nos excluye.

“La justicia será feminista o no será”, gritabamos como consigna en la marcha el pasado 8m, sin embargo, la justicia parece cada vez más de ellos, y menos de nosotras, nos están dejando un Poder Judicial sin juezas, sin abogadas en los puestos clave, sin mujeres tomando decisiones. ¿Eso es justicia?

El 8 de marzo marchamos. El 9 de marzo seguimos aquí. Pero no solo para recordar lo que nos quitaron, sino para encontrar la forma de recuperarlo. Porque nos deben espacios, nos deben voz, y nos deben justicia. Porque tenemos derecho a decidir sobre el derecho, y que no olviden: en la judicatura, tampoco llegamos todas.

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