Las elecciones presidenciales en Estados Unidos son eventos de alcance global que impactan la política, economía y seguridad de diversos países, siendo México uno de los principales actores afectados por los resultados. Para este mes, la contienda entre Kamala Harris y Donald Trump mantiene a la nación vecina en un panorama de polarización interna, con decisiones políticas que influirán en temas migratorios, comerciales y de cooperación en seguridad. Las perspectivas de un mandato de Harris o un regreso de Trump ofrecen distintos retos y beneficios para México, tanto en el ámbito diplomático como en la relación económica binacional.
La posible victoria de Kamala Harris representaría una continuidad en varias políticas implementadas por Joe Biden, aunque probablemente con un enfoque más progresista en derechos humanos y cambio climático. Harris ha mostrado una postura favorable hacia la colaboración con México en temas críticos como la migración, buscando un enfoque humanitario y de apoyo a la estabilidad económica en la región. México podría beneficiarse de la disposición de Harris para trabajar en programas de inversión en Centroamérica, que buscan mitigar la migración forzada, brindando una solución más estructural a la crisis migratoria evitando tensiones fronterizas.
Para México, esta cooperación significaría una reducción en la presión migratoria y una mayor capacidad de respuesta a la situación en la frontera sur, con recursos y programas compartidos. Además, en términos económicos, Harris probablemente buscaría mantener o incluso expandir el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), fortaleciendo la relación comercial a través de políticas de integración de cadenas de suministro, especialmente en sectores como el automotriz y tecnológico.
Dado que Estados Unidos es el mayor socio comercial de México, la continuidad y fortalecimiento de estos lazos económicos proporcionaría estabilidad en las exportaciones e inversión extranjera. Sin embargo, Harris también enfrenta el reto de equilibrar sus políticas de justicia ambiental, lo que podría implicar regulaciones más estrictas en las industrias energéticas que impactan a ambos países y podrían tensar las relaciones diplomáticas si México no sigue el ritmo de los compromisos climáticos.
Un desafío significativo bajo una presidencia de Harris radicaría en las posibles presiones para mejorar las condiciones laborales en México, impulsando reformas que podrían implicar cambios en la legislación laboral mexicana. Estas exigencias podrían ser percibidas como una interferencia en los asuntos internos, aunque también ofrecerían a México la oportunidad de mejorar su competitividad laboral.
Por otra parte, un retorno de Donald Trump a la Casa Blanca traería un cambio drástico en las relaciones diplomáticas y en el enfoque de políticas hacia México. Durante su presidencia previa, Trump implementó políticas estrictas en migración y comercio que frecuentemente llevaron a tensiones diplomáticas, aunque lograron avances en acuerdos de cooperación en seguridad fronteriza. Si bien Trump ha mantenido una postura dura hacia la inmigración ilegal, México podría beneficiarse en ciertos aspectos comerciales debido a su enfoque en favorecer la producción local, lo cual fortalece la dependencia en manufactura mexicana y permite a México consolidarse como un socio comercial clave en cadenas de suministro.
También es probable que Trump promueva acuerdos comerciales bilaterales que favorezcan las exportaciones estadounidenses hacia México, impulsando, por ejemplo, acuerdos en el sector agrícola y energético. Esto, sin embargo, podría significar un reto en términos de competitividad para las empresas mexicanas, las cuales tendrían que adaptarse a demandas más estrictas o a la presión de productos subsidiados estadounidenses. En el ámbito de la energía, Trump ha expresado su respaldo a la industria petrolera, lo cual podría alinearse con la visión de México de fortalecer su sector energético, especialmente en hidrocarburos, y limitar la influencia de compromisos climáticos internacionales.
El mayor reto para México, en este caso, radicaría en el control migratorio. Trump ha sido enfático en construir barreras físicas y aumentar las deportaciones, lo cual presionaría al gobierno mexicano a manejar con rapidez y eficiencia los flujos migratorios, convirtiendo a México en un muro de contención. Esto no solo implicaría un desafío diplomático, sino también un costo financiero y logístico considerable para el país, además de posibles tensiones internas debido a la cantidad de personas que quedarían varadas en la frontera mexicana. Por otra parte, el discurso antimexicano de Trump ha subido de tono, se ha vuelto global contra todos los migrantes latinoamericanos, pensando que el sentimiento yankee nacionalista será mas grande en votos que la indignación de las minorías que viven en ese país.
Pronto sabremos el resultado de una elección que determinará como se comportará una de las mayores potencias mundiales con el resto del mundo. La relación entre México y Estados Unidos, por tanto, depende en gran medida de su resultado. ¿Será la hora para la primera presidenta en ese país? México lleva la delantera en este rubro.