Donald Trump logró hacer lo que nadie ni nada había logrado en los últimos seis años cuando hubo una ruptura con la oposición o con cualquiera que fuera calificada como tal, a pesar de que la democracia también versa de diálogo y consensos. Las constantes amenazas del todavía presidente electo de Estados Unidos de convertir a México en un tercer país seguro han obligado al gobierno a acercarse a la oposición para formar un muro y enfrentar las problemáticas que se presenten con Estados Unidos.
Lo inevitable sucederá, Trump tomará posesión de la presidencia de Estados Unidos el próximo 20 de enero, su reelección ha puesto a varios gobiernos en alerta. México, por ser uno de sus vecinos más cercanos y principal socio comercial, se verá afectado de inmediato por las acciones que implemente su gobierno y la amenaza de deportaciones masivas es una de las preocupaciones del gobierno mexicano.
Con el objetivo de sumar voluntades, el pasado 12 de diciembre la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez Velázquez, sostuvo un encuentro con los integrantes de la Comisión de Gobernación del Senado de la República, entre los senadores estuvieron Guadalupe Murguía Gutiérrez, Ricardo Anaya Cortés y Marko Cortés Mendoza, del PAN; Manuel Añorve Baños y Alejandro Moreno Cárdenas, del PRI; y Clemente Castañeda Hoeflich y Alejandra Barrales Magdaleno, de MC. También estuvieron presentes senadores del bloque oficialista, sin embargo, se destacó la participación de la oposición por ser un hecho inédito durante el sexenio de AMLO y lo que va del presente.
La secretaria calificó la reunión como un acto de pluralidad, afirmó que México no se convertirá en tercer país seguro e hizo hincapié en que la presidenta tiene una estrategia ante la posible ola de migrantes deportados de Estados Unidos “para garantizar sus derechos humanos, brindarles apoyo y opciones de desarrollo a su llegada”. Cuando, en principio, esa falta de garantías es lo que ha propiciado la migración de connacionales hacia el vecino del norte.
Rodríguez agregó que el gobierno hará todo lo posible y más por mantener siempre un diálogo con las autoridades del país vecino y que trabajará para mantener la gobernabilidad y estabilidad política en el país. De igual forma, afirmó que, pese a las diferencias ideológicas, estarán dispuestos a dialogar y a construir alternativas para lograr el bienestar de los mexicanos. Por su parte, la oposición celebró la apertura al diálogo que no hubo en el sexenio pasado y pidieron que sea permanente, sobre todo en el momento de integrar las reformas que se presenten.
No obstante, de la declaración de Rodríguez a las acciones, no se refleja esa postura cordial, pues si algo ha sido una constante es la renuencia del oficialismo por escuchar a quienes piensan diferente, pero saben que será necesario cerrar filas los próximos cuatro años de administración de Donald Trump. Quizá hasta ahora, y por la amenaza latente que Trump representa para la economía y estabilidad social, el gobierno reconozca que la polarización puede ser un factor negativo y que se requiere contar con el respaldo de la mayoría de la sociedad, no solo del Congreso de la Unión. Por otro lado, puede que Trump se convierta en un factor de unidad e impacte en el ánimo nacionalista de la sociedad mexicana también cerrando filas con un gobierno de corte autoritario.
No solo el diálogo será necesario, el respaldo, la contundencia en el discurso reafirmado por acciones van a ser requeridas ante un Trump más agresivo y provocador. Aunque Claudia Sheinbaum no se ha visto intimidada por el estadounidense, ha reiterado que la relación debe ser de respeto entre naciones pues lo que está en juego no solo afectará a México.
Este discurso debería verse reflejado en la política interna, el diálogo con las diferentes fuerzas políticas no debería ser delegado por completo a la secretaria de Gobernación, la presidenta debería repensar su postura puesto que el rol de una verdadera líderesa debería ser cohesionar a los gobernados, incluso en beneficio de su misma administración y eso sí sería inédito en nuestro país.
En ese sentido, el acercamiento de la Segob con todas las fuerzas políticas debe ser reconocido, la pluralidad no debería ser usada a conveniencia, debería ser un ejercicio fundamental en un gobierno de izquierda. Aceptar, sin casi criminalizar la diferencia de opiniones y contemplarlas en la transformación del país, es señal de un avance democrático.