Una la lección de las elecciones pasadas fue que la ciudadanía quiere ser escuchada, porque su enojo hacia la clase política no se oía ni se tomaba en cuenta, lo que probablemente fue uno de los factores que provocó su apoyo a favor de una propuesta que se presentaba como un auténtico cambio de régimen.
Ese deseo de ser escuchado que tiene nuestro país puede canalizarse a través de una democracia participativa, de mecanismos por los cuales se escuche al pueblo (considerado no en términos de Schmitt como un grupo homogéneo, sino como una sociedad multicultural tal como se afirma en la Constitución) no como un coro que repite sino como un creador de leyes y políticas públicas.
Para conseguir lo anterior, el diseño de mecanismos de democracia participativa debe considerar lo siguiente:
- Reconocer la multiculturalidad de nuestro país. Somos varias naciones en un solo México, y por tanto distintas comunidades con historias locales o regionales propias, que marcan nuestras inquietudes y la forma de resolver nuestros problemas.
- Fortalecer a la sociedad civil, porque se trata de grupos que plantean los temas a la comunidad y son quienes dan razones a favor de una acción determinada, o en contra de la misma. Grupos sociales articulados permiten la confluencia de ideas, la articulación de propuestas y el contraste de opciones.
- Fomentar el diálogo para que todas las voces sean escuchadas previo a que la ciudadanía decida qué hacer. Esto debe lograrse a través de fomentar la discusión pero también de regular el volumen de los discursos, para que no sea la capacidad económica o el respaldo gubernamental los que consigan que una opinión se conozca más que otras.
- Fijar reglas claras, que todos los participantes en el debate público puedan conocerlas y entenderlas. Y que estas reglas no tengan por fin el hacer impráctica la democracia participativa.
- Contar con instituciones autónomas en el sentido técnico y en el político, que no tengan interés en el resultado de lo que se consultará.
Estas bases tienen por objetivo el facilitar una participación popular informada y cierta, que haga de la democracia una forma de toma de decisiones desde abajo y no solamente un método de legitimación de las decisiones tomadas desde arriba, permitiendo una participación social activa encauzada por vías que garantizan no sólo que se escucha, sino también que se obra en consecuencia.