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Desaparecer al ejército

El pasado 28 de junio, en Palacio Nacional, el Presidente López concedió una entrevista al periódico La Jornada, en la que, entre otros temas, se refirió al Ejército mexicano, señalando que es un tema interesante, que daría para mucho tiempo de polémica y abundó afirmando: Si por mí fuera, yo desaparecía al Ejército y lo convertía en Guardia Nacional, es decir, declararía que México es un país pacifista, que no necesita Ejército y que la defensa a la Nación, en el caso de que fuese necesario, la haríamos todos los mexicanos y que el Ejército y la Marina se convertirían en Guardia Nacional para garantizar a los mexicanos su seguridad. No lo puedo hacer porque hay resistencias, o sea, una cosa es lo deseable y otra cosa es lo posible, pero ya el paso que dimos fue importante.

Estas duras y reveladoras declaraciones generaron severas reacciones en el medio militar, al grado de que, según se cuenta, el titular de la Sedena, General Crescencio Sandoval, expresó al Presidente que lo dicho por él causó mella en el ánimo de los militares.

Apenas el 17 de junio, en la inauguración del curso “Estándares constitucionales de la actuación de la Guardia Nacional”, el Presidente López, frente a generales, comandantes de regiones, de zonas, coroneles y tenientes coronel, dijo: Les avisó que ahora se debe dar un giro a las funciones de las Fuerzas Armadas, para que puedan ayudar en labores de seguridad pública. En la nueva realidad es necesario, indispensable, el contar con el apoyo de las Fuerzas Armadas para enfrentar el grave problema de inseguridad y de violencia en el país

Ya en la administración pasada, el general Cienfuegos, entonces titular de la Sedena, había manifestado públicamente al presidente Peña Nieto: “No nos sentimos a gusto, no estudiamos para perseguir delincuentes, nuestra función es otra y se está desnaturalizando”. Ahora, con las declaraciones del señor López, es claro que la intención presidencial va hacia la desaparición del Ejército.

Las revelaciones presidenciales empatan con las que hace unos meses hizo Alfonso Durazo, Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, en una entrevista que le realizó Ana María Salazar, a quien expresó que “había que reevaluar la necesidad del Ejercito ante la realidad de que México no enfrenta amenazas del exterior. ¿Para qué tener un Ejército?”.

Proclamaciones todas que indican que al igual que como con otras instituciones, este gobierno tiene la intención expresa de desaparecer al Ejército y la Marina Armada de México, para convertirlos en Guardia Nacional, lo que evidencia que el presidente ignora o no entiende o no le importa, las funciones de seguridad nacional que realizan nuestras fuerzas armadas nacionales.

Nadie duda que el principal problema que vive el país es la inseguridad pública, siendo la primera tarea que debe realizar el gobierno, hasta ahora sin resultados favorables, acaso por eso para el presidente López sea deseable convertir a todas la Fuerzas Armadas Nacionales en Guardia Nacional, como un atajo hacia la construcción de una policía con la que pueda cumplir con esa asignatura o alguna otra misión que requiera la 4T.

En su premura, el Presidente pasa por alto que Ejército, Fuerza Área y Marina Armada de México, tienen una naturaleza y función distinta a la de una corporación policiaca, aun cuando ésta tenga características de fuerza militar de seguridad interior.

 

El Ejército represor y policía

El actual Ejército Mexicano, emerge del Ejército Constitucionalista que fue reorganizado y modernizado por el general Joaquín Amaro, imponiendo disciplina entre generales y jefes, profesionalizando los cuadros de jefes y clases, mejorando en todo los servicios del ejército y canalizando las aspiraciones políticas de los excombatientes revolucionarios.

Desde entonces, en diversas épocas, los titulares del ejecutivo han utilizado a las Fuerzas Armadas Nacionales, especialmente al Ejército, en labores que corresponden a las fuerzas policiacas civiles.

Lázaro Cárdenas lo utilizó para enfrentar los intentos golpistas de Plutarco Elías Calles y para sofocar el alzamiento de Saturnino Cedillo.

El presidente Adolfo López Mateos empleó al ejército para detener las movilizaciones laborales de trabajadores petroleros, telegrafistas, maestros y, en 1958, el paro ferrocarrilero, cuando además de detener a sus dirigentes Demetrio Vallejo y Valentín Campa, requisó el servicio.

Diez años después, con el presidente Díaz Ordaz, el Ejército intervino durante el movimiento estudiantil de 1968, con los resultados que todos conocemos culminados el 2 de Octubre.

Luis Echeverría también utilizó al Ejército en contra de los movimientos sociales, significados por las guerrillas rurales, principalmente en Oaxaca y Guerrero.

En Enero de 1994, el Ejército Mexicano se enfrentó durante 12 días contra el grupo subversivo llamado Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), surgido en los municipios de Ocosingo y Las Margaritas en Chiapas, una guerrilla constituida por pocos elementos y de armamento escaso en comparación con el poder del Ejército nacional.

De las mencionadas, sólo estas dos últimas intervenciones de Ejército han sido propias de sus funciones.

Desde los años cincuenta el Ejército ha intervenido en el combate al narcotráfico con la función de erradicar cultivos, labor permanente que para los años setenta, con la Operación Cóndor, logró reducir la producción de amapola y marihuana en el país y, con su integración en 1999, en la PFP, elementos de las fuerzas armadas participan directamente en asuntos de seguridad pública en toda la República.

Para el 2006, con el enfrentamiento de los diferentes cárteles de la delincuencia organizada en todo el territorio nacional, las fuerzas civiles de seguridad quedaron rebasadas, por lo que considerando que la gravedad y alcance del problema se había convertido en un asunto de seguridad interior, el presidente Felipe Calderón ordenó que las fuerzas armadas, en conjunto con la Procuraduría General de la República y la Secretaría de Seguridad Pública Federal con la Policía Federal, incrementaran las acciones de combate a la delincuencia organizada, labor en la que ha continuado desde entonces.

El Ejército

En el Derecho constitucional, político y administrativo modernos, el Ejército se estima como una institución nacional fundamental, defensiva por excelencia, que en su aspecto institucional es la fuerza militar nacional de tierra, mar y aire, que posee objetividad, organización y permanencia, cuya finalidad es la defensa exterior del Estado, así como garantizar y defender el orden institucional.

El Ejército se encuadra en la Administración Pública Federal, como un brazo esencial del poder ejecutivo, que además cumple con la función coactiva y concreta de mantener la seguridad interior, el orden institucional, la paz pública y la libertad, por lo que es, sin duda, el soporte mismo del Estado y sus instituciones.

El Ejército no es sólo una institución política organizada desde el poder, sino que es una institución social, una agrupación humana, una comunidad de intereses y de fines e ideales comunes, ligados por la jerarquía, la disciplina, el honor, por el amor a la patria y el servicio a la sociedad.

Como instrumento de paz y de fuerza, el Ejército, con poder material, orgánico y técnico, da seguridad al Estado y a sus instituciones, garantizando su supervivencia externa e interna y el libre desenvolvimiento de las actividades sociales.

Como órgano de cooperación social, el Ejército realiza funciones de enseñanza, progreso, asistencia social, previsión y rescate en situaciones de calamidades y catástrofes nacionales.

Ciertamente el Ejército es una institución política que está presente en los acontecimientos políticos de mayor alcance e interés, como son los conflictos internacionales o internos en los que el Estado se juega su independencia o su seguridad.

Nuestro Ejército mexicano, tiene implementados tres planes de estrategia denominados: Plan DN-I, diseñado para enfrentar un país o fuerza extranjera enemiga que invadiera el país, problema que es una remota posibilidad por ser México esencialmente pacífico. Plan DN-II, concebido para combatir a las fuerzas internas que atenten contra la existencia, estabilidad o seguridad de las instituciones nacionales políticas, jurídicas o sociales (fundamentalmente movimientos armados insurrectos y guerrillas). Sin embargo, por la magnitud del problema que la delincuencia organizada y el narcotráfico representan para el país, dentro de este plan se ha incluido la lucha frontal contra esos cánceres sociales, contienda en la que se ha obligado al Ejército a realizar labores policiales de forma rutinaria, trabajo que además de no competerle, sus elementos no han sido capacitados. Finalmente el Plan DN-III, que atiende a la población civil en casos de desastres naturales como los huracanes y terremotos, labor más que destacada que ha merecido reconocimiento internacional.

Las fuerzas armadas nacionales no son, ni deberán ser, policías, su capacitación, adiestramiento, filosofía de servicio y de cuerpo armado y su función son distintas a las de las fuerzas civiles, sin pasar por alto las objeciones fundadas expuestas por especialistas, organizaciones civiles y Derechos Humanos, en el largo debate realizado para la aprobación y conformación de la Guardia Nacional.

Amén de que, de acontecer la desaparición del Ejército, Marina Armada y Fuerza Aérea (Fuerzas Armadas) el único cuerpo organizado, capacitado y armado existente en el país sería la Guardia Nacional, lo que en un régimen autoritario, unipersonal y absoluto como el que pretende tener el señor López, constituye un gravísimo riesgo, no sólo para la democracia y las instituciones, sino para el pueblo que quedaría inerme ante esa fuerza, sin ninguna otra fuerza organizada, disciplinada, adiestrada y equipada con poder y armamento que pudiera hacerle frente para defender y rescatar a las instituciones y al pueblo de la ignominia del absolutismo autoritario de quien ha dado múltiples muestras de querer acabar con las instituciones democráticas nacionales.

No, no es una exageración, dado que en la entrevista realizada por La Jornada, el Presidente López afirmó que la desaparición del Ejército y su transformación en Guardia Nacional, es la forma en que se podría llevar a cabo la 4ª Transformación ¿Cuál?, la que sólo el señor López concibe en la comunicación que emplea y que aún no ha definido ni expuesto con claridad.

Tampoco es terribilismo conservador ni fifí, dado que el primer mandatario ha demostrado su desprecio por las instituciones contrapeso del poder presidencial, que a lo largo de muchos años los mexicanos hemos construido, instituciones a las que con exacerbada soberbia e imputaciones fofas, ha calificado genéricamente de corruptas, sin que hasta ahora, haya demostrado ninguna de sus acusaciones. Acaso por eso pretenda desaparecer al Ejército que tiene como una de sus funciones y finalidades, la de defender y preservar a las instituciones democráticas del país.

Tampoco es fatalismo reaccionario, basta con recordar que sin causa de fondo, a su llegada al poder, de un plumazo, desapareció al Estado Mayor Presidencial, cuya función no sólo era la de cuidar y defender al presidente, sino también, la de ser el contrapeso jerárquico, formado, organizado, altamente capacitado, adiestrado y armado, oponible al propio Ejército.

La disciplina, el honor y la lealtad de nuestras Fuerzas Armadas Nacionales siempre se han subordinado incondicionalmente al Presidente de la República, a las Instituciones democráticas y al Orden Jurídico, pero siempre han tenido un contrapeso también institucional; acaso por eso, México sea el país en Latinoamérica que durante más de 75 años ha mantenido el orden constitucional y no ha sufrido golpes de estado. Entonces, ¿Por qué prescindir de ellas?

¿Hasta dónde las Fuerzas Armadas nacionales, sus generales, Jefes, Oficiales y Tropa podrán aguantar que a gusto de los políticos se les vilipendie y se les utilice al placer de sus intereses?

 

 

 

 

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