“Ese cúmulo de folclore y cultura, esa suma de interminables contrastes en cada estado, en cada patria pequeña que en suma es México, nos otorga con generosidad argumentos interminables de orgullo y distinción en el concierto internacional.”
Septiembre es el mes por excelencia para los mexicanos. Representa nuestra vida como nación independiente, la lucha encarnizada para lograr romper el yugo de la conquista y de la esclavitud en nuestra propia tierra, a los mártires que con su sangre y vida pagaron el precio de la insurrección a la cual no vieron triunfar, y el legado de libertad que los vivientes mexicanos seguimos disfrutando en nuestro país.
Septiembre es el mes del júbilo, de la alegría, de las celebraciones especiales vestidas de patria y sus símbolos. Es el mes para bendecir la cultura que ahora tenemos y disfrutamos, y recordar nuestros antiguo y venerado pasado, lleno de misterio, lleno de sorprendentes conocimientos. Es en el mes donde las notas del mariachi, los tequilas, los juegos pirotécnicos se conjugan para erizarnos la piel y recordarnos a gritos que nuestro origen es inmensamente mayor que nuestros problemas.
Los mexicanos seguimos luchando por nuestra identidad, esa que se construye todos los días, aquella que se encuentra moldeada por el aire y el Sol de la ubicación geográfica del estado que se trate. Norte, sur, este, oeste, y todas las direcciones intermedias, nos arrojan un caleidoscopio de costumbres, bailables, creencias, comidas, cosmovisiones y ciudades únicas, cuya comprensión requiere de distintos paradigmas en cada una de ellas, dando como resultado una identidad específica, aparentemente común, pero muy diferentes unas de otras.
Ese cúmulo de folclore y cultura, esa suma de interminables contrastes en cada estado, en cada patria pequeña que en suma es México, nos otorga con generosidad argumentos interminables de orgullo y distinción en el concierto internacional. No importa de dónde sea el extranjero, quien visita México se enamora de él. Quien se toma el tiempo de conocer los rituales antiguos, contemporáneos y modernos de nuestro bello país, siempre termina con planes de venir a vivir a esta tierra bendita.
No parece casualidad que el 16 de septiembre sea el Día de la celebración de nuestra Independencia, y el día anterior, el 15 de septiembre, la ONU lo haya declarado el Día Internacional de la Democracia. Es común que los cercanos tengan roces, eso es resultado de la vida en sociedad. Lo que nos distingue es cómo reaccionamos a ellos, cómo los afrontamos, los analizamos, leemos y resolvemos.
Llevo 18 años pensando que la gestión de los conflictos debería ser materia de educación básica, lo que nos brindaría la oportunidad de tener personas con capacidades para negociar y resolver, en lugar de usar toda esa energía para pelear. Utópica idea, pero cuyo beneficio es innegable desde cualquier óptica.
La modernidad nos acerca a los grandes descubrimientos científicos, a las grandes tecnologías que moldean nuestra forma de vivir y sustituyen de forma casi imperceptible las maneras en que construimos nuestra convivencia social. Aunado a ello, los nuevos virus también parecen hacer mella en nuestras “normalidades”, para ayudarnos a comprender que no existe garantía de nada a nivel social.
En el marco de fiesta nacional y de celebración por la democracia internacional, vemos el retorno de los niños a las escuelas después de dos años de encierro. La alegría no puede ser mayor. El mundo de los niños inspira ilusión, esperanza, alegría y compromiso con el futuro. Es gracias a su inocencia y generosidad que el adulto reacciona a las inmensas lecciones éticas y morales que los niños nos brindan.
En este mes de septiembre consiga su bandera, explíquele a sus hijos o sobrinos cuál es el deporte nacional, el traje típico mexicano y, si su bondad lo permite comparta, aunque sea por unos breves momentos, las canciones que han acompañado la esencia de nuestra patria.
“Consiga su bandera, explíquele a sus hijos o sobrinos cuál es el deporte nacional, el traje típico mexicano y, si su bondad lo permite, comparta las canciones que han acompañado la esencia de nuestra patria.”
Intente, aunque sea de rebote, que los niños escuchen “Cielito lindo”, “México lindo y querido”, “Mi ciudad”, el “Son de la Negra”, el “Huapango” de Moncayo, la “Marcha de Zacatecas”, la “Canción mixteca”, “Guadalajara”, entre otras. No sea egoísta, permita que la semilla de nuestra inconmensurable cultura musical acaricie sus tímpanos, se introduzca en su mente y se grabe en sus neuronas.
No espere que se muestren encantados a la primera, lamentablemente nosotros hemos dejado de fomentar la cultura musical de nuestros hijos. Es comprensible que ellos escuchen la música de su época, así como lo hicimos nosotros, pero ¿a poco no eriza la piel ver en cualquier parte del mundo a gente de todas las regiones del orbe, levantar las manos y acompañar, aunque sea murmurando, en foros internacionales o eventos deportivos la frase: Ay, ay ay ay, canta y no llores, porque cantando se alegría cielito lindo, los corazones”.
Celebremos nuestro septiembre, fue un regalo de nuestros antepasados. Tomemos la estafeta para construir un México mejor para nuestros hijos. Ese es el reto y el compromiso. Lo demás es algo más cercano a la vanidad. No necesita usted grandes puestos, ni grandes cargos para ser una mejor persona, un mejor padre, una mejor madre, un mejor ciudadano.
Demostremos a partir de este hermoso mes que podemos ser magníficos mexicanos, a pesar de todo, a pesar de otros, a pesar de los retos. Convivir y gestionar conflictos con madurez serán grandes herramientas para ello, pero no olvide asumir su compromiso de otorgar a los niños, la grandeza de nuestra nación.
¡Viva México!