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Pellicer, Paisajista Letrístico de un Edén

Máquina del Tiempo Musical

“Y cuando los invitados / ya estén aquí –en mí–, la cortesía / única y sola por los cuatro lados, / será dejarlos solos y en signo de alegría / enseñar los diez dedos que no fueron tocados, sino por la sola poesía.”

Carlos Pellicer. “Invitación al paisaje”.

La semana había empezado sin novedad, con Pellicer postrado, tratando de recuperarse del último golpe a su salud.  Un incidente delictivo, un asalto a su hogar los días previos, el robo de unas pinturas con el sometimiento de su ama de llaves, le generaron tal depresión que su cuerpo no soportó el impacto y las consecuencias.

Como Senador de la República, representando al estado de Tabasco, tenía el firme propósito de vender su colección de pinturas muy apreciadas y de alto valor económico para la creación de una fundación que permitiese beneficios directos a los chontales de Tabasco, un pueblo originario con grandes carencias. Con el robo de tales obras de arte, la frustración inminente de su proyecto benefactor parecía venirse abajo, y su poderosa mente no pudo evitar que tal golpe le calara en su salud.

El pronóstico era que se recuperaría, y así lo consideraban cercanos y amigos. Pero el genio del hombre parecía no descansar un solo minuto. Su mente, sus ideas, sus visiones, representaban una bendición y, al mismo tiempo, una condena. Esa efervescencia cerebral inagotable que lo llevó a escribir una cantidad inigualable de poemas y a realizar proyectos únicos e irrepetibles se ponía en su contra.

Esa mente que no conocía descanso, tampoco se detenía en la generación de ideas catastróficas, negativas y oscuras que reflejaban la impotencia de su sentir respecto a la continuidad y culminación de su última gran obra proyectada para ayudar a los necesitados de su tierra, de su agua, de su Tabasco único.  Sentía que con el robo de su patrimonio pictórico, también le habían robado la oportunidad de materializar su último gran gesto de humanismo.

Con 80 años recién cumplidos y una vida extraordinaria debajo de cada pie, las fuerzas del genio Pellicer no eran las mismas. El dolor del acontecimiento que lo llevó a estar postrado terminó consumiéndolo. Después de muchas horas, e interminables pensamientos, y fluctuando entre la alegría, el pesimismo y el tormento por los proyectos inconclusos, sus ojos por fin se cerraron, exhalando su último aliento.  Y así, aun cuando la semana había empezado de forma ordinaria, el miércoles 16 de febrero de 1977 se anunciaba de manera oficial que el maestro Pellicer había fallecido.

Se pasó de la sorpresa a la negación, de la noticia repentina a la indignación, de lo fugaz del suceso a la reacción masiva por el luto de uno de los hijos pródigos de la cultura nacional e internacional.   Moría Carlos Pellicer Cámara, el hombre, y nacía su leyenda.

Se despedía de este mundo terrenal una de las personas mas influyentes del siglo XX, uno de los artistas más apreciados, y sin duda uno de los más grandes activistas sociales que ha visto nuestra nación, de aquellos unicornios que sólo surgen una o dos veces por milenio, cuya particularidad fue predicar con el ejemplo y desde las bellas artes.

La fuerza de Pellicer no fue escribir sobre sus pasiones y sus amores, no fue acomodar hermosamente nuestro lenguaje para hacer odas a Dios, a Tabasco, a su amor platónico o a sus convicciones. El verdadero genio fue lograr, con una visión personal bastante austera y franciscana, casi estoica, develar lo maravilloso de todo, oculto detrás de lo cotidiano.

En efecto, lo que para cualquier persona era un día más, para él era el mejor día.  Lo cotidiano del amanecer o de la selva tropical, tomaba su dimensión extraordinaria a los ojos del maestro. Tenía la enorme capacidad de ver como nadie lo inmensamente bello de cada palmo de su tierra natal.   Fue su fascinación lo que lo llevó a inmortalizar todo sobre lo que escribió, regalando para la eternidad unos manuscritos maravillosos que nos permiten redescubrir el amor a la naturaleza.

Afortunados fuimos de tener esa visión única en nuestro país, y que haya nacido enamorado de Tabasco, amor que sostuvo hasta el último de sus días. Imposible dejar de recordar al maestro Carlos Pellicer Cámara a 47 años de su fallecimiento. Es responsabilidad de todos preservar su legado, obra, trabajo y testimonio de vida, especialmente los que, por accidentes del destino, nos sentimos hereditarios de sus frutos.

Afortunadamente, internet ha rescatado en YouTube y Spotify numerosas entrevistas, relatos y versos del maestro del edén, para deleite de todos.  Se recomienda buscar de nuevo su obra, sus destacados fragmentos, sus clásicos inmortales, sus líneas atemporales.

Releamos en un atardecer uno de sus grandes versos, resucitemos con nuestros labios la visión única de este gran pensador y, mejor aún, compartámoslo con alguien cercano, querido, obsequiando el momento como un gran regalo, porque eso es sin discusión su trabajo plasmado en sus inagotables hojas de rimas y métricas.

Celebremos al gran Pellicer en febrero, en el mes del amor, la pluma más reconocida del archipiélago tabasqueño, el que logró los más altos lugares del reconocimiento universal, el más destacado de una pléyade de talentosos poetas que el edén ha visto madurar, entre otros, José Eduardo de Cárdenas y Romero, Bernardo Garrido, Límbano Correa, Manuel Merino Zapata, Teresa Vera, León Alejo Torre, Pedro Sosa Ortiz, Manuel Foucher, Rogelio Ruiz Rojas, José Manuel Puig, José Gorostiza, José Carlos Becerra, Ramón Galguera Noverola, Dionicio Morales, Jeremías Marquines, Marco Antonio Acosta, Ciprián Cabrera Jasso, Ramón Bolívar, Francisco Magaña, Niger Madrigal, Teodosio García Ruiz, Antonio Mestre, Sergio Arturo Ávalos Magaña, Ervey Castillo, Lorenzo Morales, Verónica Sánchez Marín, Beatriz Pérez Pereda, Diana Juárez y Audomaro Ernesto.

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