Mucho se ha mencionado, a través de los medios de comunicación y de las redes sociales. sobre el retorno a una “nueva normalidad” en la vida cotidiana de las personas; sin embargo, el retorno implicaría volver a las mismas circunstancias, a las mismas condiciones de vida y, quizá, a la misma rutina que vestía el día a día de todas y todos, lo cual, desde ninguna perspectiva seria, puede ser así considerado.
La cruda verdad es la frialdad de las cifras en la mortalidad de la pandemia por COVID-19, donde México se ha colocado en el top 10 del ranking mundial con 6,090 defunciones a la fecha que no dan oportunidad a pensar en un simple y llano retorno, simplemente no hay manera.
Por otro lado, hablar de la transición hacia una “nueva normalidad”, establece un mensaje que debe ser muy cuidado en todo el sentido de la frase. Sin bien, para algunos implica nuevas formas en el cuidado de la salud, para otros, su experiencia puede ser desalentadora, mucho más grave y de poca consideración, puesto que hablamos de personas que, con motivo de la pandemia del coronavirus y del contagio del COVID-19, perdieron a familiares o seres queridos, o aquellos que, ante las medidas determinadas por las autoridades sanitarias, tuvieron o han tenido un proceso de confinamiento en el que se ha hecho presente y, peor aún, se ha incrementado la violencia familiar, o aquellos a los que el confinamiento mismo les ha causado ciertos daños a su salud física, psicológica y psiquiátrica por estrés, depresión, angustia, ansiedad, y por muy variadas crisis, etcétera. Para estos grupos de personas, consideramos que el mensaje de avanzar hacia una “nueva normalidad” seguramente es lo menos que desearían escuchar.
El buen o mal uso del lenguaje en el discurso político y mediático es tan trascendente como la disposición de recursos técnicos, humanos, económicos y materiales, puesto que es parte fundamental en el entendimiento de las reglas para una convivencia humana pacífica, donde el respeto efectivo a los derechos humanos posibilite el desarrollo pleno de las personas y sociedades.
Lamentablemente, hasta ahora, durante la atención de la contingencia sanitaria lo que ha imperado es un discurso político, por muchos actores de la sociedad, y que ha sido provocador de debates mediáticos antes que soluciones; incertidumbre antes que seguridad; para algunos ha significado ausencia de certeza en los datos antes que claridad en la información y sus fuentes, etcétera.
Los sistemas de salud en el mundo fueron puestos a prueba con el COVID-19, y podríamos decir que no hubo país o potencia económica, médica y tecnológica que saliera bien librada o sin daños de esta enfermedad. De hecho, nadie, ningún país ha terminado de salir de la contingencia. Los mejores sistemas de salud europeos fueron rebasados en todo sentido y, no obstante, algunos como España e Italia han iniciado procesos de reintegración a sus actividades cotidianas con el establecimiento de nuevas medidas para el control y la prevención de la enfermedad, como la sana distancia, cubrebocas, entre otras; sin embargo, ante este escenario mundial y nacional volvemos a nuestro cuestionamiento inicial ¿normalidad, sin vacuna?
Hemos dicho que no hay posibilidad de considerar el retorno a una “normalidad” en ningún sentido, los daños ya se presentaron y continúan afectando la vida de millones de personas en todos los ámbitos: personal, familiar, social, laboral, público, privado, etcétera. Por ello sostenemos que no puede esperarse el retorno a una “normalidad” sin vacuna.
México y el mundo requieren no solo una vacuna en el sentido estrictamente médico, sino una serie de, al menos, tres vacunas para resolver básicamente tres campos de afectación de esta pandemia:
- Vacuna médico-biológica, para la atención de las personas contagiadas. Lo cual constituye, sin duda alguna, el primer campo de acción-reacción del sector salud para resolver el problema de salud de las personas de manera urgente y prioritaria. A la fecha no existe dicha vacuna y, por tanto, el riesgo de contagio sigue y seguirá siendo enorme y tan grave como el hecho de generar un rebrote masivo ante un eventual regreso a las actividades económicas y productivas sin una planificación sólida, ordenada y debidamente sustentada, que considere -por supuesto- de primera mano las capacidades médicas del sistema nacional de salud, entre otros factores.
- Vacuna contra la falta de información verídica y contundente para la sociedad, cuya dosis deberá ser la suficiente para alcanzar la claridad y transparencia necesarias, de manera que se proporcione certeza y seguridad a la sociedad en su conjunto, no sólo respecto a las cifras del impacto negativo de la pandemia, sino de las consideraciones y las evidencias científicas que den sustento a dos aspectos fundamentales:
- a) A la toma de medidas emitidas por el Consejo de Salubridad General para prevenir y/o mitigar de manera integral el contagio de la enfermedad, y
- b) A las medidas reactivas para la atención integral y diferencial de los efectos derivados de dichas medidas como: el incremento en la violencia familiar, la violencia contra la mujer, los padecimientos del estrés, ansiedad, angustia y depresión, la complicación en las enfermedades mentales, etcétera.
- La vacuna económica y social, entendida ésta como aquella destinada a inyectar una buena dosis de recursos económicos en el ámbito público y privado, sin sacrificar aun más la de por si deteriorada economía social. Máxime cuando hablamos que, como un efecto colateral de la pandemia y las medias adoptadas como el confinamiento, de acuerdo con el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), solo en abril se han perdido más de medio millar de empleos en el país; sin embargo, esta vacuna de igual forma debe encontrarse elaborada bajo una fórmula que científicamente demuestre su efectividad, es decir, no sólo se trata de la simple y efímera inyección de recursos económicos, sino del acompañamiento de medidas que, en el corto y mediano plazo, garanticen su efectividad en el terreno social.
Aquí, la reactivación de las actividades productivas, si bien implica la salida del confinamiento forzoso -se dice- de manera organizada, escalonada, paulatina y gradual, también establece la obligación de transparentar con información científica, fiable y clara, lo relativo al control y seguridad en la salud, para que este retorno a dichas actividades no se convierta en una suerte de cultivo del rebrote de la enfermedad, porque -insistimos- a la fecha no hay vacuna médico-biológica que inhiba la enfermedad o la cure.
Ante la contingencia sanitaria, se han enfrentado múltiples retos y se seguirán afrontando, el factor trivalente de esta vacuna, estará determinado por el establecimiento de mecanismos que garanticen efectivamente los derechos a la protección a la salud, a la información y al conocimiento de la verdad en su más amplio sentido. Así, como sociedad, deberemos asumir tanto una responsabilidad personal como social de gran relevancia para nuestras vidas, enterados, todas y todos, del futuro que nos puede alcanzar ante una “nueva normalidad”, sin vacuna.