El martes despertó a los mexicanos con una noticia que causó, en muchos, algarabía. Rosario Robles, la otrora todopoderosa secretaria (en dos ocasiones) de Estado del ex presidente Enrique Peña Nieto, era vinculada a proceso y en una triquiñuela legal de la Fiscalía General, enviada a prisión preventiva por un delito que no la amerita. Sin embargo, el juez federal creyó que había “motivos suficientes” para pensar en una fuga.
Pasaron las horas y poco a poco se fueron conociendo detalles de una audiencia maratónica-histórica que mandó un claro mensaje: la corrupción se perseguirá y castigará. No importa quién caiga. Al menos ése es el mensaje político. Pero lo “curioso” vino al saberse que el juez hizo una interpretación “curiosa”: el ex presidente Peña sabía de un posible desvío de recursos. Pidió afirmar ese hecho o se le podría acusar de encubrimiento. En el caso de su sucesor en Sedesol, José Antonio Meade, el juzgador pidió presentar el acta entrega-recepción donde se le detallaba al ex candidato presidencial sobre las anomalías detectadas por la Auditoría Superior de la Federación.
Más allá del juicio sumario y popular, hay algo que no cuadra. Esos recursos desviados, mejor conocidos como la Estafa Maestra, tuvieron un destino: universidades y campañas políticas. ¿No sabían los rectores o los entonces gobernadores que el Gobierno Federal los usaba para “lavar dinero”? Esa pregunta ya muchos comenzamos a hacerla. ¿Cómo un grupo de colaboradores que se cuenta con los dedos de las manos pueden mover tal cantidad de dinero sin que lo supieran?
1) el presiente Peña
2) el Secretario Luis Videgaray
3) Rectores
4) Todos los anteriores.
Rosario, no estás sola. Por el bien de México y de todo ese dinero que se robaron, será tu tarea, y de la Fiscalía, desenmascarar a todos los que quebrantaron las arcas del Estado para hacerse de patrimonios que darán opulencia a varias de sus generaciones.
La ingenuidad puede ser la madre de muchos pecados. Pero, en este caso, la omisión también es acción. Y hay muchos más implicados. Y ojo, no solo el círculo rojo de Robles. Con este dinero se pagaron favores. Se tejieron alianzas fallidas y se aceitaron muchas campañas.
Hoy, la que paga esa “lealtad” inquebrantable hacia uno de los políticos más triviales que México ha tenido, es Robles, quien dejó la izquierda buscando nuevos horizontes. Sin embargo, solo encontró las paredes frías de Santa Martha Acatitla.
Rosario Robles puso el pasado martes punto final a su carrera política. Su estancia en prisión dependerá que allanen al camino para llevar al hijo incómodo de la Mafia del Poder.