foro jurídico comparecencia de funcionarios públicos en el Congreso de la Unión

Más de lo mismo, con diferentes actores

El tema de las comparecencias con motivo del Segundo Informe de Gobierno ante el Poder Legislativo ha sido un tema recurrente en las últimas semanas. Observar, escuchar y entender la participación de los funcionarios comparecientes y legisladores, es fundamental para tener idea de las prioridades en esos eventos que, se supone, son de interés público. Algunos le llaman «rendición de cuentas«, otros simplemente parte del show político. 

 Dados los acontecimientos, no se puede dejar de mencionar la relevancia de los hechos de la semana pasada que pintan de cuerpo entero el «interés superior» para el gobierno en turno y para los políticos responsables de las más famosas promesas de campaña: lucha contra la corrupción y la seguridad pública. 

 Tal fue el caso de la presencia de la Doctora Irma Eréndira Sandoval, titular de la Función Pública, en la Cámara de Diputados. Es de resaltar algunas de sus aseveraciones, como aquellas en las que señaló que nada tienen de «inmoral» ni de «ilegal» las adjudicaciones directas. Resultan por demás incongruentes estas palabras, cuando durante varios meses se ha escuchado a la voz cantante de Palacio Nacional quejarse de que la «mafia del poder» decidía conforme a sus intereses. Lo que omitió fue hacer referencia al ahora selecto grupo de la «mafia de la 4t» que se reparte jugosos negocios. 

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 Ante los muchos cuestionamientos sobre la multiplicación de las casas de Bartlett, o las compras públicas a sobreprecio de ventiladores respiratorios a León Bartlett, o sobre la adjudicación directa de contratos a familiares de Zoé Robledo, nada en concreto dio respuesta puntual y objetiva a todos los señalamientos de las y los legisladores. En términos de tauromaquia, supo ‘torear’ bien las preguntas y ojala se haya dado cuenta que no es lo mismo estar en el ruedo que ver los toros desde la barrera. 

 Lo que antes era conflicto de interés, ahora es moralmente aceptable; lo que antes era abuso del poder, ahora legalmente se justifica; lo que antes era señalado y que como promesa sería perseguido y castigado, ahora es excusado en nombre de una supuesta superioridad moral. La verdad es que esto es más de lo mismo o peor, solo que ahora cambiaron las personas, y lo lamentable es que las nuevas generaciones se den cuenta que entre el pasado corrupto y el presente que simula, la clase política está muy alejada de lo que son las necesidades de la población y la búsqueda del bien común. 

 Otro ejercicio similar hubiera correspondido a Alfonso Durazo Montaño en el Senado de la República, que fue suspendido, a un año del Culiacanazo, porque el exfuncionario decidió aprovechar el peldaño político para aspirar al máximo cargo en su estado natal, atender «el llamado de la militancia sonorense» y renunciar a la responsabilidad encomendada. Eso sí, antes de su salida aseguró que «ya no hay zonas controladas por el crimen organizado», y a los pocos días, los medios de comunicación dieron cuenta de las fosas encontradas en Salvatierra, Guanajuato. 

 Muchas preguntas se quedarán sin respuesta del responsable de la fallida estrategia de seguridad de este país. Lo cierto es que aunque las comparecencias deben ser institucionales, sin importar el nombre del responsable, seguramente el Poder Legislativo, ante tantas omisiones, escuchará la justificación de que «acabo de tomar el cargo», y poca o nula importancia se dará a las casi 66 mil víctimas de asesinatos violentos, o a la explicación de las razones técnicas para seguir una estrategia de abrazos y no balazos que nada más no funciona, o a la interrogante de cuál será el impacto de los recortes presupuestales en esta materia.  

 En fin, todo parece indicar que las comparecencias se han convertido en el espacio para ver quién lee peor, quién gana el concurso de insultos, quién no sabe ni argumentar, pero sobre todo, para resaltar a los «paleros de bancada» que se vuelven en espadachines de los funcionarios que de plano no tienen cómo justificar su ineptitud, en una intervención que no tiene qué aportar. Diálogo de sordos, espectáculo grotesco. 

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