“La marca colectiva brinda la posibilidad a asociaciones, cooperativas y cualquier tipo de sociedad mercantil legalmente constituida de obtener su titularidad exclusiva y su uso reservado para los miembros.”
El presente artículo pretende evidenciar las bondades que trae consigo el esfuerzo y el trabajo en conjunto de los productores en la construcción de una marca colectiva. Se anotan una serie de ejemplos prácticos que demuestran que la propiedad intelectual tiene gran relevancia social y es una pieza clave para el crecimiento económico tanto de pequeñas agrupaciones como de países.
Los derechos de propiedad intelectual no solo están orientados a proteger intereses privados de personas físicas o morales, también hay herramientas jurídicas que promueven el trabajo colaborativo y el desarrollo económico mediante la comercialización de productos y servicios prestados por entes colectivos.
Una de esas poderosas herramientas es la marca colectiva. La marca colectiva brinda la posibilidad a asociaciones, cooperativas y cualquier tipo de sociedad mercantil legalmente constituida de obtener su titularidad exclusiva y su uso reservado para los miembros.
Este tipo de signo es, desde luego, recomendable para distinguir y realzar el origen e identidad, el material, las técnicas ancestrales de fabricación y otras características comúnes de servicios turistícos o de artículos como las artesanías y los cultivos nativos cosechados con buenas prácticas agrícolas que además contribuyen al cuidado del medio ambiente.
En México es frecuente encontrar en las comunidades, personas y familias enteras dedicadas a fabricar productos típicos con características similares. Si estos grupos se unen legalmente, trabajan en conjunto y crean una marca colectiva, podrán compartir los gastos y los costos entre todos los miembros, claro está que es mucho más caro invertir y competir de forma individual en el mercado que hacerlo en equipo.
Algo muy significativo de la marca colectiva son los miembros quienes determinan las reglas de uso o las condiciones de los productos o servicios. Es decir, son los integrantes de una asociación o cooperativa quienes fijan la calidad y cualidades comunes de una bebida alcohólica, los procesos de elaboración de un pan o la producción o empaque de un instrumento musical. Esto es lo que precisamente han hecho algunas colectividades en el mundo. En las siguientes líneas comparto algunos negocios sociales exitosos que son referencia obligada.
En el Perú se ha trabajado mucho en los últimos años en fomentar la asociatividad de grupos productivos y reactivar su economía a través de las marcas colectivas. Kemito Ene, de la Asociación de productores de cacao y café de la Amazonía peruana, es un ejemplo y un parteaguas de emprendimiento nacional e internacional, pues ha exportado toneladas de grano y derivados a países como Rusia y Australia.
Para las comunidades asháninkas, del río Ene, que dependen casi por completo del bosque para su existencia, el cacao se vuelve una gran oportunidad para aumentar sus ingresos, mantener su autonomía y preservar sus tradiciones. En 2010 nació la Asociación Kemito Ene con 42 productores de cacao, con el tiempo ha sumado más familias que actualmente sobrepasan las 462, de las cuales 377 son productores de cacao y 85 productores de café.[1]
También destaca Kenya, en donde las mujeres del condado de Taita Taveta tenían interés de crear una marca regional sólida, conocida y lucrativa. Para tal propósito, la comunidad constituyó la Asociación de Cestas de Taita, la cual es propietaria de la marca colectiva Taita basket que ampara cestas de hilo sisal fabricadas tradicionalmente de generación en generación por las mujeres de dicha comunidad.[2]
Por último, en Panamá se encuentra otro caso de asociatividad y desarrollo económico con la marca colectiva Galu Dugbis que distingue las molas artesanales confeccionadas por mujeres indígenas guna. Para la segunda mayor comunidad indígena de este país el arte y la economía están unidas por que las molas son una fuente fundamental de ingresos. “El dinero que obtengo de la venta de las molas me sirve de gran ayuda. Gracias a las molas he podido pagar la educación de mis hijas”, señala Betí Martínez, presidenta de la Asociación de Artesanas Guna.[3]
Estas notas me llevan a confirmar que la marca colectiva es una potente estrategia que ayuda al bienestar social y económico de zonas marginadas ya que les permite mitigar la pobreza en la que se encuentran con la fabricación y comercialización de los productos o servicios que ofrecen. Este signo distintivo añade prestigio, valor agregado y garantía de autenticidad, factores importantes para los consumidores al momento de adquirirlos y para posicionarse en el mercado global.
La marca colectiva es una herramienta de trabajo asociativo entre los miembros de un ente colectivo que desencadena medios de subsistencia para sus familias y comunidades. El desafío es incrementar su notoriedad en nuestro país y estimular a gremios de distintos sectores a usarla, siempre teniendo como norte sus necesidades.
[1] P. Antezana. “Marca colectiva Kemito Ene”. Seminario web de la OMPI Cómo promover y proteger su cultura, 2021.
[2] Begoña Venero Aguirre y HaiYuean Tualima. Proteja y promueva su cultura. Ginebra, Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, 2017, p. 43.
[3] J. Pérez. “Patrimonio Indígena y Propiedad Intelectual. Reflexiones desde una perspectiva colectiva”. En Los desafíos del derechos indígena en México, México, IIJ-UNAM, 2022, p. 82.