Leticia Lorenzo. Didot, 2015.
Aprender a litigar es una parte importante del arte de la abogacía. Pero lo es en un doble sentido, por una parte, argumentar y debatir, producir información, construir el caso frente al tribunal, convencer a los jueces, mostrar con claridad los valores en juego, todos ellos son elementos de la técnica de litigación. Pero existe también otra dimensión vinculada con la gestión del conflicto, centro y razón de ser de la formalización judicial. Allí la litigación cumple una función política central, porque se trata finalmente de que los diferentes intereses en juego se institucionalicen, a través de las formas judiciales. En esta dimensión lo judicial debe ser parte del diálogo democrático, de la tarea permanente de dar cauce a todos los intereses en juego, generando espacios para que el argumento, las razones, las pruebas de los hechos cumplan una función central en la conformación de la cultura democrática.