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Los primeros 90 años de la perpetuidad

El PRI es como el América, o se le odia o se le ama y se sabe que ahí está y que en cualquier momento revivirá. El pasado lunes, el PRI, antes PNR y después PRM celebró sus primeros 90 años de existencia, en uno de los peores momentos de su vida, ante el embate que sufrió en las pasadas elecciones del 1 de julio.

La familia revolucionaria que actualmente opera el partido ve este aniversario con buenos bríos y como una señal de refundación moral, ética y política. Dentro de su creencia está la idea de ser una oposición férrea al partido en el poder, pero que en la realidad no es más que un partido pequeño que no cuenta con autoridad política ni moral para poder captar a un electorado que hace menos de 7 años los hizo llegar a Los Pinos de nueva cuenta.

Aún y cuando dentro de sus filas tiene a grandes figuras del poder como al ex Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong y al ahora Senador, Eruviel Ávila; su capital político dista de las expectativas que el PRI se plantea para lograr la simpatía de aquellas personas que nunca creyeron en Morena o que están decepcionados de ellos.

Dentro de esta renovación, han salido a relucir varios nombres para dirigir al partido. Entre ellos, el de José Narro, el ex rector de la UNAM y ex Secretario de Salud que también sonaba como uno de los presidenciables, pero que se quedó en la carrera por su baja popularidad y por la decepción que le causó a varios alumnos de la Máxima Casa de Estudios. Sin embargo, se ha tenido que recurrir a este personaje para que guíe al dos veces nuevo PRI a una derrota no tan dolorosa, en las elecciones de medio término en 2021, ya que por su pasado como el máximo dirigente de la Universidad Nacional, cuenta con la autoridad moral para dirigir a un partido que para muchos no la tiene.

La interrogante a responder a partir de ahora es: ¿Qué hará el PRI para captar a aquellas personas que votaron por su hijo menor, Morena? Por más que en Morena quieran negar su pasado o los ideales sobre los que basa su existencia, es un hecho que una gran mayoría de sus militantes y simpatizantes, en algún momento fueron afines a los postulados priístas. Pero el partido en el poder tiene una ventaja enorme que no tienen los tricolores y es un personaje fuerte, “carismático” y que se siente del pueblo y para el pueblo. Por supuesto, el mismísimo presidente.

Es desafortunado para la familia revolucionaria que, actualmente no cuente con un personaje fuerte que pueda contrarrestar la figura del presidente o que por lo menos le pudiese dar batalla. De hecho, ningún partido lo tiene, mas que un posible nuevo instituto político, México Libre con Felipe Calderón y Margarita Zavala (y eso a ver). Hoy en día, se podría decir que el PRI tiene su sentencia de muerte.

Sin embargo, dar por muerto al PRI resulta toda una falacia porque parece ser una tendencia que este partido se refunda con la separación de sus miembros y eso se pudo ver en 1989 con la aparición del PRD y en 2014 con el nacimiento de Morena. Sea como sea, el PRI como institución podrá morir o convertirse en otro partido, pero sus ideales seguirán por los siglos de los siglos en la arena política mexicana.

Para el sistema política mexicano es necesario que el PRI siga existiendo, para dar cátedra a los demás partidos sobre la forma en cómo se arma toda una maquinaria política de clientelismo y de pragmatismo político puro. Es más, el partido tricolor es una escuela de cómo hacer política a través de las bases y cómo se éstas pueden ser movidas por medio de masas que solo apoyan al partido por la idea de un líder carismático maquiavélico y si no creen esta teoría solo vean los últimos 90 años de esta nación.

 

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