Los lentes que ciegan

Toda lectura, toda escritura, tiene algo de autobiográfico, proyecta nuestras carencias, ansiedades y temores. Lo que nos preocupa se convierte en unos lentes a través de los cuales leemos cualquier texto.

En los últimos dos o tres años se han publicado un buen número de libros y artículos que nos advierten del surgimiento de una ola mundial de populismo, así como otros que nos alertan del renacimiento de gobiernos totalitarios. Alrededor de estos textos varias plumas, incluyendo la mía, han reseñado sus contenidos, buscando destacar la importancia de los temas así como lo pertinente de su abordaje.

Esto está muy bien. Sin duda la salud de la democracia liberal no es la mejor.

Sin embargo me preocupa la forma en la que se cuelan nuestras ansiedades y temores en las reseñas que escribimos. Percibo que en algunas se obvian las posturas ideológicas o políticas de quienes escriben el libro y se pasa sin más a aplicar sus conclusiones a la realidad mexicana.

De repente encuentro que alguien afirma que lo analizado para Europa Occidental aplica en automático para nuestro país. Me recuerda el caso de algunos mecánicos que dicen “la pieza no es de su auto, pero también le funciona”

A veces aciertan. Otras ocasiones no.

La teoría establece un lenguaje común que permite comunicarnos dentro de una disciplina, por encima de idiomas y otras barreras, pero esto no autoriza sin más a suponer que lo analizado para otras realidades se puede aplicar sin más a la nuestra.

Hacer eso no es argumentar. Es caer en peticiones de principio o en la falacia del todo por la parte.

No creo en el parroquialismo intelectural. Tampoco me convence la aceptación acrítica de todo lo que publica una editorial de prestigio o de cualquier libro que viene recomendado en la solapa por algún/a docente de una universidad. También sé que la extensión de una reseña en un periódico o en una revista de divulgación impone la economía de palabras, pero este ahorro necesario no debe convertirse en un ayuno de razones.

Nuestros miedos y preocupaciones personales pueden ayudarnos a ver, pero también pueden cegarnos.

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