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Las mamás mexicanas, cabezas de familia, las mayores víctimas de la corrupción

La corrupción es un problema generalizado en México que afecta a toda la sociedad. Si, a toda la sociedad, pero sobre todo nos afecta a las mujeres, y más aún, a las mujeres jefas de hogar. 

Y no precisamente por razones intrínsecas a la naturaleza de las mujeres, sino más bien por razones que responden a circunstancias de desigualdad a las que nos enfrentamos y a construcciones sociales que nos han perpetuado en roles de género que han impedido nuestro desarrollo económico y que nos ha privado de los beneficios (si hubiere alguno) de estas prácticas corruptas.

Las mujeres enfrentamos desafíos únicos en México debido a la discriminación de género y la violencia que sufrimos que nos hacen ser más vulnerables frente al fenómeno de la corrupción.

¿Por qué razón? Muy sencillo, para empezar, se nos exige, por lo general, que seamos las principales cuidadoras del hogar, lo que en automático genera que seamos quienes demandamos, en mayor medida, el acceso directo a los servicios públicos básicos a nombre de los distintos miembros del núcleo familiar, como la educación, la salud, la justicia y el trabajo.

Y por ello, estamos más expuestas a que se nos pongan obstáculos y en consecuencia a menudo nos vemos obligadas a pagar sobornos o favores sexuales para obtener acceso a servicios básicos.

En segundo lugar, la falta de oportunidades económicas para las mujeres también nos hace más vulnerables a la corrupción.

Al dedicarnos preponderantemente a labores del hogar, las mujeres tenemos una desventaja frente al género masculino en el ámbito laboral y en consecuencia existe una brecha económica significativa que hace que las mujeres, hoy en día, conformen el gran grueso de la población que se encuentra en niveles de pobreza y en consecuencia que necesitan más servicios de asistencia social.

Es decir, que debido al desvió de recursos públicos en el país tengamos servicios públicos deficientes impacta en mayor grado la vida cotidiana de las mujeres. Por ejemplo, que no existan guarderías cerca de nuestro hogar o un transporte efectivo, inhibe que las mujeres podamos trabajar,  pues nuestra situación económica nos impide encontrar alternativas en el sector privado que podamos pagar.

Adicionalmente, la complejidad de nuestro sistema reproductivo hace que a lo largo de nuestras vidas requiramos en promedio, mayores servicios de salud en comparación a los hombres.

En tercer lugar, en el ámbito laboral las mujeres también enfrentamos más discriminación y desigualdad salarial, lo que nos hace más vulnerables a la corrupción.

¿Cómo? En el lugar del trabajo, las mujeres, por lo general, somos excluidas de los procesos de toma de decisiones y de las estructuras de poder, lo que limita nuestra capacidad tanto para acceder a redes de corrupción, como para identificar este tipo de prácticas y denunciar y combatir la corrupción.  Asimismo, las mujeres a menudo tenemos menos poder y menos recursos para resistir la presión de los jefes y colegas corruptos.

En conclusión, en días como hoy, donde en teoría se celebra a las madres, es importante reconocer las formas únicas en que la corrupción afecta a las mujeres, sobre todo a las jefas de hogar, y las desigualdades estructurales que subyacen a este problema.

En días como hoy, más allá de simplemente festejar a las mamás, el mejor regalo sin duda seria hacer conciencia que esa corrupción, que a vece pensamos, que no tiene afectación directa en nuestra vida, en realidad es un arma letal para quienes nos sostienen: las mamás.

El mejor regalo para todas es que los hijos e hijas de México fomenten la participación de las mujeres en los procesos de toma de decisiones y en las estructuras de poder, para que las jefas de hogar podamos contribuir en erradicar las malas práctica que provoca la  corrupción.

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