“Es necesario inculcar principios y valores a temprana edad en nuestros jóvenes”
Fernando Córdova del Valle
Cuando observamos un expediente en un Tribunal o Juzgado, seguramente nos hemos preguntado qué hay detrás de ese juicio, es decir, tenemos curiosidad de saber quiénes son las partes, qué reclaman, quién será el Juzgador al que le compete dictar la resolución, nos llama la atención las características físicas del propio expediente, por ejemplo, el número de tomos, el volumen del cuaderno e incluso la interrogante obligada es qué tiempo tardará en resolver el Juez, en fin muchas cuestiones como éstas; sin embargo, la respuesta va más allá si tenemos en consideración que detrás de un expediente judicial están impresas horas de trabajo, esfuerzo, sacrificio, dedicación, disciplina, razonamiento, trabajo en equipo e incluso desvelos del personal que participa de la tramitación y resolución de tal juicio.
Un expediente judicial tiene dos aspectos generales de suma relevancia: los intereses de los justiciables, es decir, los derechos y obligaciones que se reclaman en el juicio por las partes y por otro lado la noble labor del órgano jurisdiccional que tramitará, resolverá y que tiene la gran responsabilidad de salvaguardar los derechos allí debatidos.
En el presente trabajo nos ocuparemos del segundo aspecto: las implicaciones que trae aparejadas la noble función de juzgar, así como las cualidades del juzgador y su visión de progresividad que le caracteriza hoy en día.
Para ello, compartiré algunas cuestiones que para efecto de este trabajo me parecen pertinentes y que publiqué en la obra denominada “Buenas prácticas para la impartición de Justicia” en Memoria del primer encuentro nacional de Magistrados de Circuito y Jueces de Distrito. Asimismo, daré crédito a algunas de las ideas que mis compañeros Juzgadores aportaron en tal publicación.
Como lo sostengo y lo he señalado en la referida obra, un órgano jurisdiccional o administrativo puede considerarse un segundo hogar, porque ahí pasamos la mayor parte de nuestra vida.
También apunté, que nuestros compañeros de trabajo, debido a la convivencia día a día y por las horas en que nos encontramos dentro de nuestra oficina, llegan a convertirse en parte de nuestra familia.
Lo anterior no es un tema menor, ya que el trabajo en equipo, no solo en los órganos jurisdiccionales sino en todo lugar de trabajo (empresas u otros organismos o sectores públicos) se ha convertido en la herramienta más potente para obtener los mejores resultados esperados. Como lo he comentado abiertamente en el órgano jurisdiccional en que actualmente trabajo, así como en las cátedras que imparto a mis alumnos en instituciones públicas, privadas y en aulas del Instituto de la Judicatura Federal, realmente el liderazgo de un Juzgador no es personalísimo, sino que se cultiva con las aportaciones y maneras de pensar de sus compañeros y del personal que lo rodea, nuevamente haciendo énfasis del trabajo en equipo.
El trabajar en equipo significa organizar el trabajo, distribuir actividades equitativamente, establecer tiempos de realización, señalar tiempos de descanso, respetar el tiempo de los demás compañeros, mantener mucha comunicación, reconocer errores, corregirlos y mejorar cada día el trabajo conjunto.
En mi experiencia, el trabajo en Tribunales lo aprecio como un engranaje que gira para que el trabajo fluya, en el que cada trabajador se compromete a dar lo mejor de sí para aportar su actividad que le corresponda y no solo eso sino que a esa persona también se le motive a dar un plus, refiriéndome a esa capacidad de abonar más de lo normal, en razón de las virtudes y talentos que presenta cada persona. En eso consiste el liderazgo del que hablo, en ubicar talentos, rodearse de ellos, impulsarlos y motivarlos.
Pero esa motivación no siempre se da en condiciones positivas y me explico. En mis años de trabajo (situación comprobada) por ejemplo he comprendido que si alguno de los compañeros comete algún error, a nada nos lleva perder la calma o tolerancia, regañarlos e incluso sancionarlos, sino que al contrario, la buena práctica aquí sería hacerle ver el error y motivarlo para que ahora ya no incurra en tal desacierto, es decir, con la motivación ganarás que la siguiente ocasión haya un menor margen de error.
Desde luego que todo lo anterior, trae aparejado el sentido humanista que representa la investidura del Juzgador y con humanista me refiero a que su actuar está condicionado por principios y valores que debe reflejar tanto a la hora de juzgar como en el entorno laboral con sus compañeros.
Coincido totalmente con el Magistrado Fernando Cotero Bernal al sostener en la obra denominada “Buenas prácticas para la impartición de Justicia” (páginas 536 y 537) que en la función jurisdiccional, los servidores púbicos debemos poseer las siguientes cualidades: honestidad absoluta, paciencia, prudencia, modestia, buena conducta personal y tolerancia. Esto concuerda a su vez, con las líneas que hace poco escribí en la publicación titulada: “Los principios y valores en la función del servicio público, un hábito necesario, un requisito sine qua non”, en el cual se hace referencia a la especial importancia que cobra actuar con principios y valores cada día que desempeñamos nuestra labor jurisdiccional.
Otro tema que se pone sobre la mesa, es que parte de la motivación de a la que continuamente hago referencia se centra en generar mejores oportunidades del personal de un juzgado o tribunal colegiado. Por ejemplo, que a los Secretarios de proyectos, se les permita acudir al curso que se esté impartiendo a efecto de acreditar el examen para Juzgador de Distrito y no solo eso sino como lo he mencionado en la obra referida anteriormente, válidamente puede concederse un tiempo a esos servidores públicos para que lo destinen al estudio. En el mismo sentido, los Oficiales o Actuarios se sentirán motivados cuando se les autoriza la salida para estudiar; claro que todo esto debe ser recíproco porque a quienes se les concedan esos permisos deberán dar su máximo esfuerzo para obtener el resultado esperado, sin descuidar sus actividades como servidores públicos.
Ya es obsoleta la idea de llegar al centro de trabajo, encender la computadora o utensilio de trabajo, dividirse las funciones, realizar las tareas estrictamente encomendadas y retirarse. La nueva visión del juzgador debe ir más allá y tener claro que ya es tiempo de darle un giro a esa idea y crear un nuevo paradigma en el ambiente laboral, que para nosotros lo es el órgano jurisdiccional, en el que entre compañeros nos apoyemos a desarrollar las actividades de trabajo, nos organicemos a modo de optimizar tiempos, convivamos, ubiquemos o focalicemos debilidades, reconozcamos errores, compartamos puntos de vista para mejorar y todo esto convertirlo en un hábito.
Para lograr el ideal de “Gobernabilidad” que nos comparte la Señora Consejera Martha María del Carmen Hernández Álvarez en la referida obra “Buenas prácticas para la impartición de Justicia” (página 87) en el que exista la capacidad para responder a las demandas sociales por parte del gobierno de las instituciones, que en este caso sería el de impartir y administrar justicia como obligación del Poder Judicial de la Federación, necesitamos fomentar la cultura del trabajo en equipo, como la mejor estrategia para la obtención de resultados y objetivos fijados, desde luego, con la práctica de principios y valores como parte del modo de vivir del servidor público.