Para nadie es secreto que los movimientos feministas han venido a poner de cabeza las tradicionales estructuras sociales, económicas, políticas y culturales de cada nación. No podía ser de otra forma. La lucha por el reconocimiento entre la igualdad de hombres y mujeres ha pasado de ser una idea “ridícula” a una realidad verdaderamente tangible y necesaria.
Es muy fácil medir cómo hemos evolucionado como sociedad en el tema de género, cuando preguntamos, estudiamos y analizamos las oportunidades que la sociedad en su conjunto le brindó a nuestras bisabuelitas y cómo era su rol en la sociedad de su época, y compararlo con el momento histórico de nuestras abuelitas, de nuestras madres, el de nuestras esposas y el de nuestras hijas.
En 5 generaciones hemos pasado del papel de la mujer en la casa, en la cocina y con los hijos, a una mujer que puede votar, que puede decidir sobre sus bienes, a una mujer que no necesita el permiso de nadie para desenvolverse financiera, económica o políticamente. No es broma, en muchos casos, es dificil creer que fue verdad la falta de oportunidades, respeto a su dignidad y a los derechos de las mujeres en nuestras sociedades y familias.
La tradición, la visión de hombre fuerte, de violencia sobre la familia y sobre las personas normalizaban el uso desmedido de testosterona en las decisiones más importantes de la vida, de las familias, de la política, de la economía y de cualquier decisión de grupo en general.
El papel de las mujeres como líderes era inexistente, en todo caso el reconocimiento a su amor y entrega estaba limitado a un reconocimiento intrínseco como especie humana, muy evidente al celebrar el día de la madre que paraliza a la nación, comparado con el día del padre que parece una celebración más.
En realidad, el trabajo, aportaciones, liderazgo y trascendencia del papel de la mujer en nuestra sociedad parecía invisible, parecía inexistente. Con los años empezamos a ver líderes mujeres destacando a pesar de la oposición de todos, a pesar de la reprobación social, a pesar del descontento que en su momento provocó.
Escoja un país al azar. Busque en su lista de presidentes cuántas mujeres aparecen. La proporción entre hombres y mujeres parece de risa. ¿Mal ejemplo? Usemos otro. Seleccione la universidad de su preferencia, busque en su lista de rectores cuántas mujeres aparecen. ¿Notamos el patrón? Busque el galardón de su preferencia. Oscar, Goya, Emi, Grammy, Ariel, Bafta, Nobel, Pulitzer, Booker, Turing, Abel, Pritzker o Fields, es simplemente sorprendente la proporción de ganadores por género y abrumadora el número existente a favor de los hombres.
Explicaciones a ello son muchas, pero lo que es cierto es que la tendencia se está revirtiendo. No se pide que los géneros compitan, simplemente que tengan igualdad de acceso a tales reconocimientos. Parece dificil de comprender que Marie Curie haya roto la barrera del género, y acceder al premio Nobel en 1903, y posteriormente en 1911; o que Edith Wharton ganase un Pullitzer por primera vez en 1921, o el Nobel de la Paz otorgado a Bertha von Suttner haya sido hasta 1905, o el primer Oscar fuese entregado a Janet Gaynor en 1930.
En el tema de líderes sociales, o destacadas líderes políticas, la historia es bastante similiar. Sin embargo, es imposible ignorar nombres tan notorios como Margaret Tatcher, Angela Merkel, Hillary Clinton, Janet Yellen, Michelle Obama, Michelle Bachelet, Federica Mogherini, Ruth Bader Ginsburg, Elena Kagan, Sonia Sotomayor, Elizabeth II de Inglaterra, Samantha Power, Elvira Nabiullina por mencionar algunas.
Está demostrado que las mujeres son plenamente capaces de dirigir sin inconvenientes los destinos de un Estado, de una nación, de un país, de una Suprema Corte de Justicia, de un organismo internacional, en cualquier región del mundo. Es ahí a donde lleva nuestra reflexión: por primera vez tendremos 3 candidatos a la presidencia de la república, y por primera vez 2 de ellas son mujeres.
A decir de las encuestas existentes al día de hoy, parece casi innegable y casi irreversible: la silla política más poderosa de nuestro país, será ocupada por una mujer. Es increible como han cambiado los tiempos, y también parece increible que finalmente en México veremos a una mujer, de forma inédita, liderar el destino de todos los mexicanos.
Hay mucho por caminar y un enorme trabajo pendiente para poder decir con plenitud que se ha logrado una total igualdad de derechos, oportunidades y trato entre hombres y mujeres en lo político, económico, social y cultural, y en todo ámbito de vida, además de eliminar toda forma de violencia contra las mujeres, y humanos en general. Debemos trabajar más fuerte en la eliminación de la discriminación, del siempre polémico tema de los derechos reproductivos, y reaprender a educar desde la igualdad de representación, participación y conciencia colectiva.
En el mes que celebra el Día Internacional de la Mujer, es una celebración histórica nacional que por primera vez en 204 años de nación independiente sea una mujer quien ocupe la silla con la que muchos sueñan, pero hasta hoy ninguna mujer ha logrado estar. Otra victoria para la sociedad.