“Se reitera que por consumidor promedio debemos entender a aquel capaz de apreciar globalmente los signos marcarios que se le presentan cotidianamente, que está normalmente informado y es razonablemente atento y perspicaz.”
Según dicta la doctrina en materia de Propiedad Intelectual, específicamente en lo relativo al examen de novedad (fondo), que se debe realizar para determinar la procedencia del registro de un signo distintivo ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial, es indispensable solicitar a la autoridad que dictamine que revise los elementos gráficos (isotipo e imagotipo), así como los elementos fonéticos; en términos simples, incluso atender al primer golpe de voz y visual que se pudiera presentar al confrontar dos marcas de la misma clase, que pudieran resultar semejantes o idénticas en grado de confusión. Sin embargo, la autoridad registradora se encuentra obligada a realizar un examen global respecto de las marcas que pudieran enfrentarse y atender, de forma adicional, al examen subjetivo que podría realizar el consumidor final. A este debate semántico se le ha otorgado el calificativo de diferenciación entre consumidor promedio y consumidor especializado.
Nuestro Poder Judicial Federal reconoce que el consumidor promedio es aquel capaz de apreciar globalmente los signos marcarios, que está normalmente informado y es razonablemente atento y perspicaz, no obstante que rara vez puede comparar de manera detallada las marcas que se le presentan cotidianamente en el mercado; mientras que el consumidor especializado es aquel que posee conocimientos específicos y puntualidad de la realidad del mercado en que se colocan los productos o servicios especializados, que le permiten diferenciarlos aun cuando se utilicen los mismos canales de distribución, pues gracias al grado de especialización que posee conoce el origen, naturaleza, composición, funcionamiento y destino del producto o servicio, lo que le permite analizar una pluralidad de aspectos en su conjunto y a decidir si los bienes existentes compiten entre sí. En este sentido, se reitera que por consumidor promedio debemos entender a aquel capaz de apreciar globalmente los signos marcarios que se le presentan cotidianamente, que está normalmente informado y es razonablemente atento y perspicaz.
Capaz de apreciar globalmente. En apego a las aceptaciones 3 y 4 del Diccionario de la Lengua Española (DLE) de la Real Academia Española respecto del vocablo “capaz”, es el consumidor que es apto para reconocer por sí mismo una marca en su conjunto, es decir, por su diseño, por su grafía, por su fonética y por el concepto, ideología o servicios que particularmente represente cada una, sin aislar ningún elemento a dicho análisis.
Normalmente informado. El primer vocablo de nuestro concepto nos remite a un “estado natural”, mientras el segundo refiere al adjetivo de un sujeto que posee información o conocimiento. Por lo que dicho concepto nos permite colegir que un consumidor promedio cuenta con información que en un estado natural –sin grado de especialización– es susceptible de poseer.
Razonablemente atento y perspicaz. En términos del DLE, el primer vocablo nos remite a un adverbio de modo que califica “más que medianamente”, acompañado del adjetivo “atento”, que no es más que “fijar la atención en algo”. Asimismo, a nuestro concepto se suma el adjetivo “perspicaz”, bien explicado por la RAE que nos apoya, como “dicho de la vista, de la mirada”.
Inmediatez digital como facultad a favor del consumidor promedio
Con independencia del análisis anterior, es importante atender que hoy en día esos consumidores promedio que otrora se encontraron a varios kilómetros de distancia de los especializados, no se detienen a realizar consumo con información “primigenia” y adquieren una ventaja respecto del consumo electrónico y digital, pues muchos que forman parte de la generación de la inmediatez en esta modernidad líquida, ya que cuentan con de motores de búsqueda para lograr verificar si los productos o servicios propuestos se consideran originales, su reputación en el mercado digital, si cumplen con los estándares de calidad mínimos del cibernauta y más importante, si el proveedor puede ser reconocido como un canal fiable de comercialización a través del análisis de las cuentas verificadas.
“Hoy en día el consumidor promedio cuenta con motores de búsqueda para lograr verificar si los productos o servicios propuestos se consideran originales, su reputación en el mercado digital, si cumplen con los estándares de calidad mínimos y si el proveedor puede ser reconocido como un canal fiable de comercialización.”
Esto significa que las mismas se encuentren autenticadas por los propios titulares y son identificadas con el símbolo de “insignia verificada ” que las distingue como sitios seguros y auténticos ante las propias redes sociales. Verbigracia, Facebook señala que el elemento gráfico de la paloma azul se denomina “insignia verificada”. La insignia verificada aparece junto al nombre de una página o cuenta de Facebook en las búsquedas y en el perfil. Significa que Facebook ha confirmado que una cuenta es la presencia auténtica del personaje público, el famoso o la marca global que representa.
Antes de comprar un producto o adquirir un servicio: ¿Googleas sobre éste, buscas opiniones, reseñas, calificaciones y experiencia de otros usuarios? Me arriesgo a pensar, que la mayoría podría responder afirmativamente.
Consumidor digital contra consumidor especializado
No pretendo confundir a mi lector, en el sentido de manifestar que un consumidor digital, gracias a la información, velocidad con la que obtiene y recursos a su disposición para tomar decisiones razonadas, pudiera superar la capacidad de un experto en la materia (perito), pues es claro que el consumidor especializado depende de capacitación, experiencia, formación o talento para lograr discernir frente a productos y servicios, sin necesidad de atender al elemento marcario; empero, quisiera aportar un elemento adicional, para los futuros operadores del Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial que, al momento de verse obligados a tomar una metodología rígida en el famoso examen de novedad, atienda –y entienda–, que el consumidor promedio, cuenta con herramientas a su disposición que lo colocan con un muy favorable criterio para distinguir dos productos o servicios dentro de una misma clase, a pesar de “similitudes” entre dos signos distintivos.
El consumidor promedio no es lo que fue en la Novena Época de nuestros precedentes de la Suprema Corte de Justicia y urge una actualización a criterios como el señalado en la tesis aislada I.4o.A.781 A “CONSUMIDOR TÉCNICAMENTE ESPECIALIZADO. SU CONCEPTO EN RELACIÓN CON LAS MARCAS”, al considerar, presumir, que sólo este tipo de consumidor, cuenta con información suficiente para distinguir elementos marcarios.