En junio pasado fuimos testigos de unas elecciones que se llevaron a cabo en aparente calma. Los resultados fueron para algunos evidentes y para otros no tanto; sin embargo, lo que nos queda es analizar y mirar hacia el futuro y preguntarnos si estos (no tan futuros) gobiernos ofrecerán un gobierno incluyente; cuestionarnos si las personas con discapacidad seguiremos en penumbras o se nos incluirá. Entonces ¿qué significaría ser un gobierno incluyente? De ello hablamos en esta ocasión.
Los gobiernos incluyentes
En diversos números hemos hablado de la inclusión, lo que significa y, sobre todo, lo que implica. En esta ocasión volcamos nuestro mirar en los gobiernos que están por iniciar y bien pueden hacerlo con el pie derecho y lograr que sean incluyentes.
Un gobierno incluyente y/o inclusivo no sólo es aquel que apertura sus puertas para que las personas con discapacidad gocemos de un trabajo digno y en condiciones que consideren nuestra diversidad; no, es mucho más que eso.
Es conocido por todos que las administraciones públicas y los poderes (ya sean locales o nacionales) tienen diversas funciones y, tratándose del legislativo y el ejecutivo, tienen intersecciones funcionales para lograr tomar en cuenta a todos y todas, ya sea a través de leyes, de políticas públicas, programas, y más; al judicial le corresponde velar por nuestros derechos humanos y que éstos no sufran atropello alguno. Así las cosas, cuando se habla de un gobierno incluyente (y/o inclusivo) será entonces aquel que genera oportunidades en situaciones de igualdad para todos y todas, esas oportunidades deben ser completas, horizontales y verticales, abarcar todo el espectro gubernativo; es decir, empleo, educación, salud, vivienda, accesibilidad.
El reto es fuerte, grande, pero no imposible; al contrario, es imprescindible que este tipo de gobiernos comiencen a eclosionar ya, sin dilación alguna ¿cómo lo lograremos?
Las personas con discapacidad y su invisibilización
El primer paso a dar es visibilizar lo que se ha ignorado tanto tiempo, las personas con discapacidad estamos aquí, estamos frente a una sociedad excluyente, frente a gobiernos discriminatorios, frente a legislación que no toma en cuenta la intersección mujer-discapacidad o persona mayor-discapacidad (y otras tantas más); y hemos sabido plantar cara a los retos que México siempre ha presentado como un país desmesuradamente discriminatorio.
Nos parece que la voz de y las acciones de las personas con discapacidad han dejado, después de una transición actitudinal, de ser ignorada y así es que las exigencias sociales han cobrado fuerza. Ergo, ahora las personas con discapacidad exigimos la conformación sine qua non de gobiernos incluyentes, no como un favor sino como una obligación a cumplir por quienes han logrado la victoria en las urnas; tal y como lo han vislumbrado diversos actores políticos “un gobierno incluyente es un gobierno que hace que todos sus ciudadanos, sin excepción, sean partícipes del bienestar”.
Aunado a lo anterior debemos mencionar que el bienestar debe desembocar en el bien-ser, tomando en consideración, insistimos y recalcamos esta parte, la diversidad humana. No es “normalizar” la discapacidad o “humanizarla” o ¿en qué momento se nos consideró como no normales o no humanos? Luego entonces, lo que se debe realizar, ala par de lograr que se nos visibilice, es comprender que la diversidad nos enriquece en todos los sentidos.
¿Qué debemos exigir de los gobiernos?
La exigencia va desde el lenguaje, las acciones y la puesta en marcha. El lenguaje: en demasiadas ocasiones hemos escuchado a actores de la arena pública hacer referencia a términos tan discriminatorios como “discapacitados”, “padece discapacidad”, “las personas de silla de ruedas”, “los inválidos”, “tienen impedimentos físicos”, etc., este tipo de referencias no abonan a la igualdad, discriminan y son por demás violatorias de nuestros derechos humanos, pensemos un segundo, por ejemplo en el término “personas de silla de ruedas” ¿no nos veríamos como una especie de transformer? Nunca he visto a una persona que está de esa forma; ¿inválido? No somos normas jurídicas; “impedidos físicamente? El único impedimento son las barreras a las que nos enfrentamos y ¿padecimiento? No, no padecemos una discapacidad, la vivimos, por lo que padecemos las personas con discapacidad es por un lenguaje excluyente, discriminatorio; padecemos por la falta de oportunidades, por la inequitativa y desigual sociedad en la que vivimos El lenguaje crea estereotipos y prejuicios, desde esa trinchera también debemos luchar.
Las acciones: lograr que un gobierno nos visibilice, se exprese adecuadamente y actúe con perspectiva de inclusión es una lucha constante en la que las personas con discapacidad somos los principales actores; en este rubro pueden hallarse las “promesas” (o si gustan, compromisos) que se nos proporcionan y que deseamos sean cumplidos, por ejemplo, la agenda para personas con discapacidad… pero, lograr que esos compromisos sean cumplidos a cabalidad es donde se diferencia entre el poder y el querer, entre lo dicho y lo hecho.
Hay gobiernos que están por entrar de quienes exigimos sean inclusivos, y hay gobiernos en el poder que ya están en la transición para lograr la inclusión y otros tantos más que aún se resisten a ello. Como mencionamos al inicio, el reto es fuerte, pero todos podemos ser partícipes para lograrlo.
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