El proceso de integración de la Suprema Corte de Justicia de la Nación tiene noventa años y no es el aprobado originalmente en el constituyente del 17, sino que es el reformado en 1928, en pleno Maximato. El texto original del artículo 96 constitucional preveía que cada legislatura estatal remitiera una candidatura al Congreso de la Unión, para que éste como órgano colegiado, previa comparecencia de los interesados eligiera al Ministro. Al Jefe Máximo Plutarno Elías Calles no le gustó este método y en la reforma, sacó a las legislaturas estatales y a la Cámara de Diputados; en cambio, el presidente (como nuevo elector) remitiría las propuestas y el Senado aprobaría. En 1994, una segunda reforma a este dispositivo matizaría el proceso. Sirva este dato de contexto para explicar el presidencialismo exacerbado presente en la integración de la Corte Suprema.
En escasos tres meses de gobierno, el presidente López Obrador ha tenido ocasión de enviar dos ternas para ministros de la Suprema Corte. En la primera remitió las propuestas de Juan Luis González Alcántara y Carrancá, Loretta Ortiz Ahlf y Celia Maya García para cubrir la vacancia que dejó el Ministro José Ramón Cossío Díaz. En aquella ronda, fue elegido Alcántara Carránca con 114 de 124 votos, la segunda 5 y la tercera cero votos. En esta segunda ocasión, al entrar en situación de retiro la Ministra Margarita Beatriz Luna Ramos, el presidente envió la terna con las propuestas para elegir a la sustituta, repitiendo en las personas de Celia Maya García y Loretta Ortiz Ahlf, la tercera postulancia recae en la magistrada Yazmín Esquivel Mossa.
En el caso de las dos primeras, las preguntas son ¿qué las motiva a presentarse de esta forma por segunda vez, cuando en la primera salieron prácticamente reprobadas? ¿Qué impulsa al presidente a exhibir de forma tan indigna a estas personas? De seguir la estrategia marcada en la primera terna, el preferencia recayó en un personaje de cierto peso intelectual como el Magistrado Alcántara Carrancá, donde las otras abogadas sólo sirvieron de acompañamiento; en este proceso, la elección recaería en la Magistrada Esquivel Mossa, compareciendo las abogadas en el mismo carácter que en el primero, sólo acompañamiento. La actual terna está integrada por tres mujeres, pues se da por sentado que el lugar le corresponde al género femenino, como una cuota ganada; lo cuestionable no es que sea una mujer, sino que sólo sean dos asientos para las mujeres, aquella que emerja de esta elección y la Ministra Norma Lucía Piña Hernández; baste decir que en los anales de la Corte, no existe registro de una mujer al Frente del máximo Tribunal.
Las comparecencias de las aspirantes estuvieron marcadas por una limitada visión sobre los derechos humanos y los principios que los rigen, enfáticamente la progresividad y la no regresión; el desconocimiento del párametro de control de regularidad constitucional y el convencionalismo, el diálogo jurisprudencial de la Corte con otros Tribunales. En preguntas que parecieron extraídas de un debate de Educación Media, con temas frontera -algunos ya superados, como adopción de parejas homoparentales, aborto y otras coyunturales como prisión preventiva oficiosa, las aspirantes mostraron un marcado conservadurismo y anquilosamiento intelectual que las coloca a la altura de la octava o a lo más novena época del Semanario Judicial de la Federación. Un desconocimiento tal, que sería motivo de reproche para un estudiante de licenciatura de los últimos semestres. En lo personal, me hubiese pronunciado por escuchar temas que serán el debate en los siguientes años: qué piensan las aspirantes sobre bioética, recursos naturales de la Nación, tecnologías de la información y sus límites, derecho marítimo, protección de datos, derecho financiero y bursatilización, municipalismo, entre tantos otros temas necesarios de conocimiento para un ministro.
La terna representa también el desdén de cómo el presidente mira al tercer poder y qué papel debe tener en su visión particular del momento que vive el país, en su autodenominada 4ª Transformación. Esto es, la terna contiene un perfil limitado, sin capacidades intelectuales que sobresalgan a los del presidente. Sin estatura intelectual que pueda disputar autoridad suficiente para contrastar los discursos de poder. No es menor apuntar el dato que las personas propuestas no se han destacado en la promoción y defensa de los Derechos Humanos o bien, que tengan un profundo conocimiento de éstos, que vayan desde la claridad conceptual, hasta un discurso potente de exigibilidad y justiciabilidad de los mismos. La Corte, es acaso, para los Jefes del Estado Mexicano, desde Calles y hasta López Obrador, una extensión del presidencialismo, una concepción patrimonialista del poder, que debe quedar marcada, a través de los ocupantes, de la impronta del presidente, más allá de su sexenio.
Este proceso, por su propia naturaleza, no puede ser reprochado judicialmente vía Amparo, por cuestiones de forma, como lo es la causal de improcedencia prevista en la fracción V del artículo 61 de la Ley de Amparo; o bien, de fondo, como lo es el mecanismo particular previsto en la Constitución para la integración del tercer poder, donde sólo participan el Presidente y la Cámara de Senadores, en una clara división de poderes.
Los Ministros, como integrantes del tercer poder, acceden al poder político no por la vía de la democracia directa, sino de manera refleja, por la colaboración de los dos poderes elegidos por el voto directo popular; en este sentido, su legitimidad deriva de las decisiones que toman al momento de resolver asuntos paradigmáticos, en sus votos particulares o disidentes, esto es, en los fallos que devienen jurisprudencias y en el acumulado constituyen un periodo de pensamiento jurídico, que vienen a ser las épocas del Semanario Judicial de la Federación. Los representantes populares adquieren su legitimidad en las urnas, previo a asumir el cargo, los ministros, la adquieren posteriormente, con sus decisiones. Es por esto, que la comparecencia que realizan las personas aspirantes ante el Senado son importantísimas, pues sirven para una auscultación pública sobre el contenido de su pensamiento, la mixtura de sus valores, sus filias y fobias.
Las comparecencias muestran perfiles muy cuestionados, bien por la cercanía estrechísima con el partido que postuló a la presidencia a López Obrador o bien por el posible conflicto de interés. De las tres suspirantes, quizá el perfil más rescatable, si tuviera que darse uno, es el de la Doctora Loretta Ortiz. Lo que sería dable es que el Senado dictaminara la no idoneidad para que el Ejecutivo enviara una nueva terna, no obstante, al momento de escribir estas líneas, la Cámara Alta se ha pronunciado sobre la idoneidad, por lo que en las próximas horas o días, conoceremos a la nueva Ministra, quizá Esquivel Mossa.