En la actualidad, el juego antagónico que ejercen todo el tiempo patrones y trabajadores, no les permite observar a las Relaciones Laborales como el principal motor de la productividad al interior de una Empresa. El trabajador ha buscado obtener lo más posible de su patrón sin retribuir el cien por ciento de sus capacidades laborales y, por otro lado, el patrón busca obtener del empleado la mayor cantidad de esfuerzo y empeño a cambio de la retribución económica más baja posible. Esta autoría sostiene que las Relaciones Laborales siempre conllevan una dosis de conflicto, pero ¿en qué momento este conflicto deja de ser constructivo y únicamente arroja desacuerdos y consecuencias que no benefician a ninguna de las partes?, a nuestra estimación hay dos factores principales que entorpecen las negociaciones dentro de las Relaciones Laborales, ya sean colectivas o individuales: El primero, lo es la idiosincrasia de cada Nación, por lo que resulta evidente que la raíz de los problemas laborales dependen también del país del que se analicen, el segundo, se refiere más a la falta de planeación estratégica laboral – fiscal de cada legislación, enfocándonos en nuestro país, existen un sinfín de áreas de oportunidad respecto a la dotación de mayores prestaciones a los trabajadores y que estos puedan fungir también de estímulos fiscales a los patrones.
No es un secreto, que los salarios en nuestro país están muy castigados a comparación de otros de desarrollo económico similar, solo por mencionar, en América Latina, estamos lejos de ser el país que mejor salario mínimo tiene. El salario mínimo en México es un caso muy particular que obedece a diversos factores que no analizaremos en este escrito, sin embargo, se hace alusión al mismo a efecto de explicar la relación fiscal que guarda el salario mínimo con el freno financiero que imprime a los patrones para dotar de alzas a los ingresos brutos e incluso también a los trabajadores, en pocas palabras, el aumento de sueldos; implica aumento de cargas taxativas para ambas partes, por lo que coloquialmente terminan prefiriendo “adaptarse” que “perderle”.
Así las cosas, hemos olvidado que los ingresos percibidos por un trabajador tienen sin duda, el objeto de dotar al mismo de poder adquisitivo y es aquí donde la mayoría de los patrones pierden imaginación, ya que se puede dotar de capacidad adquisitiva sin otorgar necesariamente dinero. Uno de los ejemplos más claros son los vales de despensa, al adquirirlos como producto externo, el patrón esta en facultad de deducirlo, y para el trabajador se traducirá indudablemente en calidad de vida. Ahora bien, ¿si consideramos prestaciones no económicas aún más sensibles para el trabajador?, ¿qué tal un seguro de gastos médicos mayores?, existen aseguradoras que otorgan pólizas grupales muy atractivas y créanme, un trabajador guardará más lealtad a una empresa que le paga el salario mínimo, pero le otorga vales de despensa y seguro de gastos médicos mayores, que a una empresa que le paga dos veces y media el salario mínimo y usualmente, en muchas ocasiones, dotar de este tipo de prestaciones resulta más económico que aumentar simplemente los salarios al interior de las empresas.
Es por eso, que sugerimos revisar esquemas de incentivos no económicos como otorgamiento de prestaciones laborales, las cuales darán mayor sentido de lealtad a la Empresa, quien se verá beneficiada en factores fiscales y los trabajadores en calidad de vida.