El pueblo bueno y sabio está resultando un dolor de cabeza para quien proclama “Abrazos no balazos”. La actitud que el presidente ha tomado en días pasados, es simplemente reprobable. No sé si dentro de sus asesores de imagen pública tenga a personas incompetentes o simplemente no los escucha y no le interesa lo que le digan sobre su comportamiento.
Es desafortunado que todos los días por la mañana estemos escuchando a una persona inculta y mal educada y no al Jefe del Estado Mexicano, aquel que debe guardar las formas hacia los habitantes de su país, así como a los demás Estados del mundo. El acabose o, mejor dicho, el punto más insensato y deleznable se dio apenas este lunes con la difusión de la carta que el presidente le envió a S.M. el Rey Felipe VI, así como al Papa Francisco; con el fin de que éstos ofrecieran disculpas por los sucesos acontecidos durante el proceso de conquista y en la etapa colonial que se vivieron durante los siglos XVI, XVII, XVIII y una parte del XIX.
Aún y cuando busca la simpatía de uno de los sectores más desprotegidos de la población (los indígenas), su actitud temeraria y aberrante no hace otra cosa mas que ser la burla de todo el país y generar una división entre los mismos mexicanos. Es inaudito que el Jefe del Estado Mexicano tome una actitud grosera ante un país con el que tenemos una identidad como el caso de España y del que aún y cuando sucedieron barbaridades durante la época de conquista y en la era colonial, en nada tienen que ver con el contexto actual de estas dos naciones.
En los tiempos que vivimos, el titular del Ejecutivo es la persona que menos debería buscar la confrontación entre los ciudadanos de nuestro país y entre el gobierno que “nos representa” y algún país extranjero. Por el contrario, lo que se le exige al presidente es que deje el lema de la confrontación y que su tono de un guerrero social lo cambie por el de un político serio y de un gobernante responsable.
En cada una de sus conferencias de prensa mañaneras, el presidente busca a quien atacar y sin mayor recato lo hace. La cuestión a dilucidar es el porqué de esta actitud. Acaso, ¿quiere posicionarse en la agenda pública?, ¿no quiere perder popularidad y a cambio pierde credibilidad?, ¿quiere ser el mole de todos los platos a cambio de ser objeto de burlas y abucheos? Solo él lo sabe.
Sin embargo, aquel pueblo bueno y sabio del que se dice perteneciente y por el que trabaja todos los días, le está dando la espalda poco a poco. Simplemente, hay que mirar al sábado pasado, cuando acudió al nuevo estadio de los Diablos Rojos del béisbol en la Ciudad de México para que percibiera la desaprobación de un sector de aquel pueblo del que se jacta que siempre está en lo correcto y del que osó burlarse y llamarlos “fifís”.
Esta es un caso en el que los organismos para prevenir la discriminación deben poner atención, porque no es posible que el máximo representante del gobierno de nuestro país crea que vive en una impunidad absoluta al insultar o etiquetar a un sector de la población, favoreciendo a un clima de confrontación y enojo. Por eso, a través de este medio se hace un llamado a la CONAPRED para que ponga atención en cada una de las declaraciones del presidente y emita una recomendación, para que evite estigmatizar a un sector de los mexicanos que no están de acuerdo con él o, ¿ya no se acuerda de que una de sus banderas siempre ha sido la pluralidad de ideas?
Hasta el momento, el llegar a buscar enemigo sobre enemigo no le ha traído problemas mayores al presidente, mas que una respuesta sensata, educada y diplomática por parte del Gobierno de España, en la que se alude que los contextos de la época de la conquista y de la colonia con los actuales son distintos y deja entrever el lazo de amistad que tenemos con el pueblo español.
Sin embargo, esos enemigos se pueden llegar a convertir en su peor pesadilla en no muy poco tiempo. El presidente debe guardar compostura y comportarse de acuerdo a su investidura, sino estaremos viendo al mayor exponente de aquello que los mexicanos queremos erradicar, la falta de solidaridad y la violencia.