Recientemente, la exsecretaria de Estado durante la administración Clinton, Madeleine Albright, escribió un libro con un título muy sugestivo, pero igualmente preocupante: “El Fascismo: una advertencia”, en el cual analiza las similitudes entre el nacimiento del fascismo del siglo XX y los sucesos que actualmente se están desarrollando en importantes naciones.
Albright, de origen judío, nació en la ciudad de Praga, antigua Checoslovaquia, sufrió la embestida hitleriana y tuvo que cambiarse de religión, salir exiliada a Londres y Yugoslavia, e incluso cambiarse el nombre para evitar ser capturada por el fascismo. Cuando el comunismo (fascismo de izquierda) invadió Checoslovaquia, partió hacia Estados Unidos, donde adquirió la nacionalidad, más tarde se convirtió en la primera mujer en ser nombrada secretaria de Estado.
En su libro, asegura que el fascismo no sólo sobrevivió durante el siglo XX, sino que ahora presenta una amenaza más virulenta para la paz y la justicia que en cualquier otro momento desde el final de la Segunda Guerra Mundial. El impulso hacia la democracia que barrió el mundo cuando cayó el Muro de Berlín ha ido en reversa.
Para la exfuncionaria, Estados Unidos, que históricamente ha defendido el mundo libre, está liderado por un presidente que agrava la división y genera desprecio por las instituciones democráticas. En una entrevista para la BBC de Londres si bien Albright no consideró fascista a Donald Trump, sí lo calificó como el “presidente más antidemocrático en la historia moderna de Estados Unidos”.
También considera que en muchos países, los factores económico, tecnológico y cultural, están debilitando el centro político y potenciando los extremos de la derecha y la izquierda. Asegura que algunos líderes contemporáneos como Vladimir Putin y Kim Jong-Un emplean tácticas utilizadas por los fascistas en las décadas de las 20 y los 30 del siglo pasado.
Es importante considerar el libro de Albright como una advertencia a tiempo, no sólo para países como Estados Unidos, Rusia o algunas naciones europeas y asiáticas, sino también para México, que no está exento de caer en tentaciones autoritarias sustentadas en prácticas fascistas.
En el mundo empieza a generarse, como a principios del siglo XX, dos corrientes de forma de organización de naciones y de disputa por el mundo. En estos momentos no se trata de una pugna entre comunismo y capitalismo, sino entre liberales y nacionalistas, de ahí la preocupación de la Dra. Albright de que el avance del nacionalismo se convierta en fascismo.
Actualmente, las principales naciones del mundo, las cuales están optando por el regreso al nacionalismo o al regionalismo, empiezan a asumir las características del fascismo, considerado como un movimiento político nacionalista radical, que aspira a ceder el control de las grandes corporaciones a la dictadura de un partido único.
Quizá el ejemplo histórico más vivo y preocupante es el del partido Nacionalista Obrero Alemán convertido en lo que se conoció como el Tercer Reich. Adolfo Hitler, al obtener el triunfo en las elecciones de 1932, estableció rápidamente un sistema totalitario.
Bajo el gobierno de Hitler, Alemania se transformó en un Estado totalitario, que pretendía controlar todos los aspectos de la vida. Comenzó por ] eliminar a toda la oposición política y asumió el control político de las instituciones al fusionar los poderes de las oficinas de la Cancillería y de la Presidencia y emitir una ley denominada Ley Habilitante, la cual autorizaba al gobierno legislar sin la intervención de las Cámaras.
Se proclamó Führer mediante un referéndum nacional y su palabra quedó por encima de cualquier ley. El gobierno no era un cuerpo cooperativo coordinado, sino más bien una agrupación de facciones que luchaban por acumular poder y ganar el favor de Hitler. Durante su gobierno logró alejar la crisis económica que asoló varias naciones con la Depresión del 29; además redujo considerablemente el desempleo utilizando los elevados gastos militares y una economía mixta; asimismo, se llevaron a cabo amplias obras de infraestructura, incluyendo la construcción de las famosas autopistas.
En la década de los 20 tomó gran fuerza la creación de los partidos únicos, como el de la Unión Soviética, el de Italia, el de España y los de los países de Europa del Este. En México, en 1929 surgió el Partido Nacional Revolucionario, que más tarde se transformó en el Partido Revolucionario Institucional y todos bajo una misma estructura dominante, sin oposición o con una muy a modo.
La preocupación de la exsecretaria de Estado es muy válida, en México debemos estar pendientes de que el cambio que ofrece el presidente electo con su “cuarta transformación” no se convierta en una dictadura de Estado o en un Estado Fascista.
Algunos aspectos de las propuestas del presidente electo son preocupantes, por ejemplo, la de crear un Tribunal Constitucional que sea la última instancia de legalidad. En su propuesta explica que este Tribunal resolverá “cuestiones relativas a la constitucionalidad de las leyes y, en general, de los actos de autoridad las cuales no pueden ser resueltas por jueces ordinarios”; y advierte que “en el caso de permanecer, la SCJN resolvería temas de otra índole y no de temas constitucionales”. ¿Qué parecido tendrá esta propuesta con la famosa Ley Habilitante de Hitler?
A esto se suma el control que ejercerá el Ejecutivo Federal frente a la federación con los Coordinadores Estatales y la estructura que conformará a través de Morena, la cual será coordinada por René Bejarano con el Movimiento Nacional para la Esperanza que actuará en los 300 distritos electorales, y la insistencia de llevar a “consulta pública” temas como la Reforma Educativa, el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México o la estrategia de seguridad, pasando por encima del Poder Legislativo.
La preocupación es real y la tentación aún es mayor.