Hoy en día, los millennials y las generaciones que los anteceden, suelen ser duramente criticados por su falta de interés en temas de interés público. Se les acusa, igual, de ser una generación líquida que busca lo fácilmente consumible.
Pero hay algo que no podemos negar: los jóvenes, sea cual sea su generación, en su consciencia guardan un dejo de incertidumbre sobre el futuro inmediato que les tocará vivir.
El caso de la adolescente sueca de 16 años, Greta Thunberg, quien se ha convertido en una de las nuevas voces para enfrentar el calentamiento global, es el mejor ejemplo. A su corta edad, decidió no asistir a clase los viernes para fundar el movimiento #FridaysForFuture, con el cual busca visibilizar un problema que nos atañe a todos: la catástrofe climática que ya vivimos. Aunque muchos siguen hablando de este como un problema futuro, no podemos negar que a nivel climático vemos situaciones originadas por un aumento en la temperatura global y el exceso de emisiones de Dióxido de Carbono (CO2).
Greta, a pesar que ha sido acusada de ser financiada por “empresas verdes”, ha sido firme en su postura. Les ha gritado a los grandes líderes mundiales desde Naciones Unidas para que no solo la escuchen a ella, sino a los millones de niños y jóvenes de países en vías de desarrollo quienes son los que más padecen por el calentamiento global.
Muchos de ellos, por ejemplo, han visto como la sobreexplotación de los recursos naturales, además de dejarlos sin su sustento agrícola, han alterado el ciclo de las estaciones e intensificado huracanes o sequías. Dos extremos climatológicos que afectan por igual.
Para algunos, la irrupción en la escena pública de una joven que “no tenía necesidad” de involucrarse en la política a tan temprana edad ha incomodado. Las redes han servido de plaza pública para lincharla e intentar debilitar sus argumentos bajo una premisa sinsentido: “Ella no sufre lo mismo que un niño africano al que el calentamiento global le ha quitado cualquier modo de sustento”.
La realidad es que la visión de Greta va más allá que la postura simplista de sus críticos. Ella está convencida que exponer ese tema sin importar su origen es la mejor manera de que más gente voltee a ver un tema que para muchos, desafortunadamente e incluso para Trump, es considerado un mito creado por los chinos.
Quizá esta sea una de las últimas llamadas de atención para entender que el calentamiento global no es mito. Tampoco, una nueva arma política. Es una realidad que mata cientos de personas al día. Que cada vez hace más mortíferos a los huracanes. Que todos los días modifica nuestra manera de ver y desenvolvernos en la vida.
Escuchemos a Greta que aún estamos a tiempo.