Los recientes ataques hechos por los legisladores de MORENA al Poder Judicial, ha puesto sobre la mesa un gran debate acerca del servicio de la administración de justicia.
En redes sociales, periódicos, noticias, cuando leemos o escuchamos la crítica hacia nuestra casa, llega a molestar, porque consideramos que damos mucho y que la sociedad no lo valora.
Debo destacar que en el poder judicial se desquita por mucho el salario que se devenga, en todos los niveles se trabaja muchas horas, mas allá de las establecidas en la norma, a la hora que vayas encuentras a personal realizando algún trabajo, sea de día o de noche, si te das una vuelta el fin de semana ahí están, los festivos lo utilizan para nivelar cargas de trabajo, solo trabajando en el poder judicial se puede saber con precisión las horas que cada elemento que lo conforma deja en él.
Ese descontento en cuanto a la labor que realizamos obedece a que la sociedad sabe poco con relación a lo que hacemos, siendo eso una falla institucional, no hemos sido capaces de dialogar con la sociedad, de mostrar nuestro trabajo, cómo impacta en el día a día, la importancia del mismo en una democracia, cierto es, hay un canal judicial y ciertos programas de radio, pero ambos son insuficientes ya que van dirigidos básicamente a operadores jurídicos.
Fuera de esas formas institucionales para difundir la tarea que hacemos, los titulares hemos hecho poco por intentar dialogar con la sociedad, esto quizás producto del viejo adagio que dice: “que los jueces hablan a través de sus sentencias”, frase en la que muchas generaciones de juzgadores nos hemos apegado, sin embargo, pensar así me parece es un acto de humildad y de soberbia, de humildad porque es una buena fórmula de apartarnos del vaivén político y de las tentaciones que esta genera, de soberbia porque pensando así, creemos que nuestras sentencias tiene una buena construcción, que son sentencias ciudadanas accesibles, con vocabulario natural, concretas, sencillas de entender, además de considerar que es la sociedad la que debe buscarlas para dialogar con uno y no al revés y, que a través de ellas se resuelven los grandes problemas de la nación.
Bajo esa perspectiva pocos juzgadores comentan algo sobre los sucesos de la nación, de la sociedad y de las sentencias, estamos replegados a lo que suceda en las afueras, esperando siempre que hablen por nosotros, eso es un error, ni quienes nos representan ni las sentencias hablan por uno, los primeros tienen funciones claramente definidas y no está la de defensa, las segundas establecen soluciones concretas a los planteamientos de las partes.
Una sentencia toca el tema planteado, se centra a un círculo de interés de las partes, genera precedentes, con ello se va construyendo derecho, los operadores jurídicos le vamos dando seguimiento y nos interesa el comportamiento de esos pensamientos, pero de ninguna forma una sentencia por si sola llega a la sociedad y dialoga con ella.
Así, una sentencia no es la única forma en que los juzgadores podemos hablar, no tenemos restringido nuestro derecho de libertad de expresión, tenemos límites que tienen que ver con el criterio jurídico de temas planteados y no resueltos.
Ese límite mencionado no debe ser la excusa para guardar silencio, ya que me parece; estamos obligados primero a difundir derechos, a enseñar al que no sabe cómo pedirlos, a difundir los precedentes, a criticar nuestra labor, entre otras cosas. Muchos juzgadores lo hacemos de alguna u otra forma, ya sea dando clase, escribiendo libros, artículos, en la radio, televisión, en la plática de café, en redes sociales (siempre comento en clases que así como se difunden cadenas de la buena suerte o de oración, debemos hacer cadenas de difusión de derechos), así lo anterior son formas en las que se puede expresar un juzgador obligado no solo por sus impulsos sino también por un imperativo constitucional.
También estamos obligados a hablar y expresarnos cuando de la defensa de independencia y autonomía del poder judicial se trate, no se debe permitir de ninguna forma que los demás poderes utilizando su estructura y experiencia política ataquen sistemáticamente a la institución, tampoco que vía la ocurrencia se propongan reformas que incluso tanto en el derecho doméstico como internacional han sido superadas por considerarse contrarias a la democracia, a la independencia y autonomía.
Si dejamos que se atente contra esta institución; por lo menos durante un gran periodo no habrá contrapesos institucionales, y no solo lo pagaremos los que en ella trabajamos, sino la sociedad en su conjunto, ya que se llegaría al extremo que lo que digan los demás poderes se concretará así sea contrario a un derecho humano.
Es innegable que la mayoría parlamentaria puede decidir y cambiar estructuras jurídicas y políticas, pero también es innegable que institucionalmente nos debemos oponer a aquellas que vulneren la independencia, a aquellos de las que sospechemos son pinzas para presionar un cambio de organización que beneficie al grupo en el poder.
Misma defensa se debe hacer de los demás órganos autónomos a los cuales se pretende someter, insistiendo en algo, no solo por su componente humano sino por la importancia en la democracia mexicana.
Claro está, si somos sometidos por la vía de la mayoría o del constituyente, solo quedará un medio de defensa, la resistencia civil, y por el lado de la democracia el único componente de contrapeso no institucional será la sociedad civil, que esperemos tampoco se pretenda o sea socavada.
Asimismo debemos expresarnos para defender nuestros derechos e imagen, guardar silencio se puede interpretar a una aceptación tácita de lo que se dice, máxime cuando estamos en la era del diálogo y la transparencia, puntos esenciales en una democracia, defender ello no pone en riesgo la imparcialidad ni el buen prestigio de la función, pues decir qué somos, qué hacemos y la importancia del trabajo que desarrollamos, no tiene algo que ver con los asuntos que estudiamos, tiene que ver con el diálogo permanente que debe existir con el entorno.
Bajo esa visión, es que los juzgadores debemos ante una falla institucional reactivar la difusión de derechos, y la defensa de los nuestros.
Pero hay otra lectura al estado de cosas que tenemos, que va más allá de las horas que deja el empleado judicial en su día a día, del entusiasmo que sobre el derecho le genera a su persona, de su preparación y capacitación constante, del derecho o no que tienen los juzgadores de expresarse, tiene que ver básicamente en como recepciona nuestra labor el justiciable, los operadores jurídicos y la sociedad, ellos al final del día dan una opinión.
Así, esa segunda lectura tiene que ver cómo somos receptivos ante la crítica, si solo nos genera malestar o bien, encontramos en ella áreas de oportunidad para generar un mejor servicio.
Aprender a escuchar a críticos, admitir que tenemos fallas, es parte de la tarea de todo funcionario público, solo así las horas que ponemos a disposición del trabajo son una buena inversión, solo así cualquier defensa que hagamos en torno a nuestra actividad tiene cabida, sería inapropiado defendernos de los ataques diciendo que somos buenos trabajadores, estudiosos y honrados, o que la institución merece autonomía e independencia, pero al no escuchar no hay dialogo y menos empatía, porque parecería que ante nuestros ojos solo hay perfección y que la crítica es equivocada o dolosa.
Así estamos obligados a escuchar, buscar soluciones y enseguida debemos actuar, para denotar que somos parte del conglomerado, de la gobernanza entendida esta como la participación ciudadana en el hacer público, que admitimos errores y corregimos.
La lógica debe ser que el receptor de nuestro trabajo lo sienta, que acudir a nuestras instancias sea igual a seguridad y no a una percepción de burocracia, que acudir ante nosotros sea una esperanza de solución de problemas.
Lo expuesto lo traje a cuenta porque creo que por un lado debemos salir hablar y defender lo que hacemos pues con orgullo lo realizamos, también debemos seguir en la tarea de difusión de derechos porque es parte de nuestra vida profesional y una obligación constitucional, pero igual se debe comenzar a analizar las diversas críticas que hay sobre nuestra tarea.
Debemos ser empáticos para saber: qué siente el justiciable, al no ser escuchado o visto, al creer tener la razón y que nadie la dé, estar en la zozobra por la tardanza en una decisión, o ante un sin fin de percepciones que tienen los usuarios de nuestros servicios.
Esa pregunta es elemental para la empatía, pues considero que si alguien critica nuestra tarea es porque seguramente enfrentó algo parecido. Imaginemos que siente el justiciable que lleva meses esperando una resolución y esta no sale, lo que siente cuando acude a un órgano y no es atendido con amabilidad, o se le hace esperar en exceso por una copia o billete de depósito, cuando no es recibido por el titular para expresar su sentir, cuando no se integra debidamente un expediente, cuando hay reposición de procedimiento, o sentencias para efectos, que se retire un asunto para mayor estudio, cuando se le niega algo sin dar razones jurídicas. Seguramente es parecido a lo que sentimos hoy los juzgadores ante el maltrato de otros poderes y ante la falta de empatía de la sociedad con este nuestro quehacer diario.
Ese sentir sin duda genera malestar, claro está hay muchos órganos que funcionan en forma excelente pero no debe descartarse que otros no, tenemos fallas es inevitable, pero se pueden corregir, incluso muchas de ellas son de fácil solución. Ser amable con las partes, mejorar el ambiente laboral, puntuales, escuchar un postulante o a un justiciable, no hacer esperar por copias o entrega de billetes de depósito, integrar debidamente un expediente, agotar debidamente el estudio de fondo de un asunto, llevar debidamente estudiado el asunto al pleno para dar solución al tema y quedar resuelto y no ser aplazado, hacer exámenes de selección de nuestro personal, capacitarnos constantemente, hacer acuerdos y resoluciones sencillos, con lenguaje claro y concreto, son pequeñas cosas que están en nuestras manos y pueden llevar a un mejor servicio, muchos lo practican e incluso hay buenas practicas documentadas en la página del consejo de la judicatura.
Hay otros temas que no están en nuestras manos que tiene que ver con los órganos que administran, como la forma de medir resultados, de vigilar, de difundir, generar nuevos órganos, entre otros, ahí será la institución la que debe comenzar a observar las áreas de oportunidad y actuar.
Otras áreas le corresponden al legislador, hay mucho desencanto con nuestras legislaciones, en amparo; la revisión de causas de improcedencia y sobreseimiento, los efectos del amparo, las formalidades en la norma, ahí serán ellos los que deban poner atención.
Así, con el estado de cosas que tenemos, salgamos a difundir derechos, a defender la autonomía, independencia e imagen del poder judicial, pero también escuchemos la crítica, mejoremos en el servicio, lo que está en nuestras manos modifiquemos ya, la institución de inmediato debe operar para saber las áreas de oportunidad y presentar la política judicial a seguir, no estar pasiva, es momento de actuar todos.