A partir de diciembre del año pasado se ha dicho que la economía nacional crecería, que las inversiones aumentarían, que las pequeñas y medianas empresas nacionales serían más cobijadas por la administración entrante, todo era un paisaje muy prometedor. Ahora, 8 meses después podemos darnos cuenta de que las cosas no van sobre ruedas.
El empresario individual en México. Sus retos.
El reto más evidente y el aspecto más abandonado lo constituyen los empresarios individuales (esos a los que comúnmente les llaman comerciantes), la legislación no ha tenido grandes modificaciones y los programas de apoyo económico a este grupo no los hacen crecer como empresarios, sino que se logra una paralización económica de los mismos.
El empresario solitario tiene una constante confrontación económica, legal y de abandono. Permítanme que explique una a una. Los retos económicos que se le presentan al comerciante pueden ser avasalladores ¿por qué? Porque pone en riesgo todo su capital en la constitución de una empresa de la que no hizo, siquiera, un estudio de mercado para saber si el producto o servicio ofrecido por la misma va a ser redituable; al no existir un patrimonio empresarial propio (diferente del patrimonio del comerciante) puede darse contra pared y quebrar monetariamente. Lo cual podría evitarse si en México se permitiera la creación de Empresas Individuales de Responsabilidad Limitada, forma empresarial que ayudaría a minimizar al máximo los riesgos a los que se expone un empresario en solitario.
Lo que me lleva al segundo punto, el abandono legal. La figura del comerciante en nuestra prolifera legislación comercial/mercantil/empresarial no ha teñido modificaciones desde que fue concebida. Seguimos entendiendo, de acuerdo al tercer numeral del código de comercio, que comerciante es:
- Las personas que, teniendo capacidad legal para ejercer el comercio, hacen de él su ocupación ordinaria;
- Las sociedades constituidas con arreglo a las leyes mercantiles;
- Las sociedades extranjeras o las agencias y sucursales de éstas, que dentro del territorio nacional ejerzan actos de comercio.
Dicha definición deja claro que el comerciante, por sí solo, puede constituir empresas, pero su empresa no será una persona jurídica distinta de aquel. El Derecho mexicano se vuelve totalmente rígido ante la idea de que un empresario individual pueda ser una persona jurídica diferente de su empresa, representa una idea fútil para nuestro Derecho, irrisoria para algunos juristas, algo ficticio que no puede ser ni darse en México. Es ahí donde nuestro Derecho deja de ser dúctil para fijarse como algo sólido, un muro legal que no ha podido moldearse a las exigencias y retos que le presenta la economía global. Lo cierto es que podríamos aprender mucho de la forma empresarial denominada EIRL que en muchos países europeos ha triunfado y que ha sido captada también por EUA y por demasiados países latinoamericanos (Brasil, Costa Rica, Perú, Paraguay etc.), podríamos enriquecer y hacer crecer verdaderamente la figura del empresario individual si las concepciones jurídicas permitiesen el cambio, la transformación, la mutación a aquello que “no puede ser” porque la doctrina no lo permite.
Entramos pues, al abandono en que se encuentra la figura del empresario individual. Al inicio de la administración federal existía algo conocido como INADEM (Instituto Nacional del Emprendedor) entre cuyas facultades estaba la de apoyar subsidiariamente a los emprendedores mexicanos en la consecución de sus metas a través de diversos programas sociales que se esfumaron con la desaparición del Instituto.
Resulta un panorama aterrador pensar que tengas que invertir todo, o gran parte, de tu patrimonio en tu empresa, pero sin la garantía de que tu haber no será afectado si la empresa quiebra; resulta aterrador todo el papeleo que debes hacer ahora para obtener un apoyo porque el INADEM ya no existe; a la par de estas complicaciones emerge otra, un problema de proporciones mayúsculas en México: el comercio informal. Ese comercio informal hace mella en los esfuerzos de los empresarios individuales, porque, claro, a cualquier mexicano, con la economía precaria que poseemos, le resulta más atractivo ser un comerciante informal que uno que deba rendir cuentas a la SHCP, lo que genera fuga en la captación del SAT, lo que a su vez tiene como consecuencia una baja en las arcas nacionales y disminuye los recursos económicos que podrían dirigirse al apoyo subsidiario de los empresarios formales. Claro que resulta más atractivo a los mexicanos ser parte del comercio informal, y entonces ¿cómo podríamos disminuir dicho problema? Consolidando la figura del empresario individual de una vez por todas; haciendo las reformas legales que dirijan a esta figura al auge económico que merece; permitiendo que la EIRL sea adoptada en nuestro ordenamiento jurídico, moviéndonos del estado en reposo en el que nos hayamos legislativamente.