Esta ocasión quise poner un tema del que poco se habla; cierto que hablamos de empoderar a las mujeres, lo cual en nuestra sociedad es algo difícil, pero imaginen cuán difícil es hablar de empoderar a mujeres con discapacidad, un grupo que no debería ser doblemente vulnerable, pero lo es.
Respeto y empoderamiento
Ni siquiera tendríamos que hablar de un empoderamiento femenil si la ley se respetara; si la Convención Americana sobre Derechos Humanos, la Convención sobre los derechos de las Personas con Discapacidad (en adelante PcD), la Constitución y las leyes federales, y en algunos casos las locales, se respetaran. Lamentablemente no se hace y ante el irrespeto a la legislación se hace menester hablar de empoderar a un grupo doblemente vulnerable: mujeres con discapacidad.
El empoderamiento se asocia comúnmente a la confianza en uno mismo para salir adelante después de un proceso incapacitante, o el poder de continuar con una vida impuesta por una sociedad incapacitada para aceptar personas diferentes a las mal llamadas “normales”, que son básicamente inexistentes. El empoderamiento de la mujer es un término acuñado en la IV Conferencia Mundial de Beijing para referirse al aumento de la participación de mujeres en los procesos de toma de decisiones y acceso al poder.
Los tropiezos discriminatorios, la exclusión social con la que las mujeres con discapacidad nos encontramos, en muchas ocasiones no nos permiten desarrollarnos como personas individuales y nos crea dependencia social. Por ello, necesitamos ser formadas en empoderamiento para la igualdad, que nos permita a nosotras mismas solicitar a la sociedad este espacio que nos corresponde y a detectar las desigualdades para reivindicarlas y que, por un lado, dejen de ser invisibles, y por otro, nos dé la oportunidad de gritar al mundo que las mujeres con discapacidad estamos aquí para luchar por nuestros derechos con la legitimidad que nos da el hecho de ser personas diferentes, diversas y totalmente capaces.
Derecho, igualdad y lucha
Todas tenemos derecho a educación, una educación inclusiva que en México está escasa tal como lo mencioné en la revista Foro Jurídico de septiembre, tenemos derecho a la igualdad, aunque claro pocos espacios existen para nosotras, tenemos derecho a ser escuchadas y atendidas por las autoridades pese a que ellas preferirían que nos quedásemos calladas. Tenemos los mismos derechos que cualquier persona y otros particulares como por ejemplo la accesibilidad, que lamentablemente en nuestro país está por los suelos. Pocas escuelas con rampas, pocos edificios públicos con verdadera accesibilidad; ni hablar del derecho a un trabajo digno porque el hecho de ser una PcD lo dificulta al triple ¿es esto justo?
No hay una igualdad donde los Derechos Humanos son atropellados, donde nuestra voz no se escucha, donde prefieren mirar hacia otro lado antes que darnos espacios de participación. No hay justicia si no se respetan los Derechos Humanos y menos si no es posible acceder en igualdad de condiciones a los llamados derechos sociales: educación, salud, vivienda, trabajo; no hay justicia en un país que preferiría no voltear su vista a nosotros, pero aquí estamos y debemos hacer la diferencia.
Todo empieza en casa, ya no hablaríamos de empoderar si educamos en la igualdad, no hablaríamos de empoderar si la sociedad no fuera patriarcal y discriminatoria; sin embargo, es necesario alzar la voz para ser escuchadas, es necesario aparecer en el mapa para que seamos visibles, es necesario recuperar espacios de participación pública para nosotras, y es necesario iniciar el cambio desde uno mismo.