La conmemoración del día internacional contra la corrupción del pasado 9 de diciembre del presente año, nos estampa la cruda realidad en la cara y es que no tenemos nada qué presumir, porque hoy en México estamos más cerca de violar las leyes que de cumplirlas y no, no es un tema cultural, sino estructural y por ello, permítanme una comparación: El Presidente Andrés Manuel López Obrador se propuso combatir la corrupción en todos los sentidos, así como también, construir un aeropuerto, una refinería y el tren maya que servirá como ejemplo.
La decisión de construir el tren maya ha llevado a los ejecutores de la obra a iniciar sin estudios de impacto ambiental, sin estudio de factibilidad, sin estudios preliminares a la obra, así como también, olvidar que es un proyecto concebido desde hace años y que no da el estudio de demanda, lo que terminará costando vía subsidio a todos los mexicanos. Tampoco tienen liberado todo el derecho de vía y lo más importante para un proyecto de gran magnitud, es tener como mínimo el proyecto ejecutivo de la obra perfectamente concluido, lo que ha propiciado que del proyecto original al actual tengamos demasiados cambios, desfases, sobre costos y con ello, una cantidad considerable de observaciones administrativas por la Auditoría Superior de la Federación, pero quiero dejarlo hasta aquí, porque más allá de emitir una crítica sobre cómo se llevan los proyectos de infraestructura en nuestro país, me quiero enfocar a la determinación de hacer el proyecto, a correr el riesgo sin importar la consecuencia de las sanciones, a violentar derechos humanos y ambientales, a pasar por alto la normativa, e inclusive, hacer el proyecto sin contar con todos los recursos técnicos y financieros para su conclusión, pero resulta por demás obvio, que cuando el Presidente de la República quiere algo, ¡se hace porque se hace!
Con este preámbulo de ejemplo, quiero poner en duda su convicción sobre el combate a la corrupción, porque no se nota el convencimiento, la determinación y toda la fuerza del estado para su consecución, pero en cambio, vemos los indicadores de percepción a la corrupción, debilidad del estado de derecho, altos niveles de impunidad o, visto desde otra perspectiva, los indicadores económicos (consumo, inversión, comercio, gasto público), salud, seguridad, educación, etc. Esa gran promesa de campaña basada en el combate afectivo de la corrupción para resolver la mayor parte de los problemas de nuestro país, está más lejana que nunca, pero es más, ni siquiera las instituciones encargadas de ello, como son la Secretaría Ejecutiva del Sistema Nacional Anticorrupción, Auditoría Superior de la Federación, Secretaría de la Función Pública, Fiscalía Especializada en materia de Combate a la Corrupción, Instituto de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales, así como el Tribunal Federal de Justicia Administrativa cuentan con una política pública con cambios trascendentales y presupuesto público que soporte los grandes cambios que se necesitan en la gobernanza, prevención, gestión de riesgos y modernización de las dependencias y entidades, para que basados en la tan esperada Plataforma Digital Nacional y automatización de procesos, se logre pasar de procesos manuales y manipulables, al flujo digital que no permita la manipulación y sea transparente de punta a punta, pero no es una ocurrencia, es lo que las mejores prácticas internacionales han realizado para poner en el centro al ciudadano y propiciar una buena administración como derecho fundamental.
¿Por qué no se siente el mismo apoyo en combatir la corrupción, que sí tiene el proyecto del Tren Maya?
Para combatir efectivamente la corrupción se debe comenzar al menos por mejorar la gobernanza, digitalización y reingeniería a procesos, poner controles a los riesgos conocidos, sancionar mediante debido proceso a los servidores públicos corruptos sin importar equipos, simpatías o partidos políticos, porque cuando queremos verdaderamente mitigar las malas prácticas, ¡LA LEY ES LA LEY! Seamos congruentes y busquemos con toda fuerza terminar con la corrupción y poner a México donde se merece, que representemos menor riesgo ante el mundo y abramos camino a las oportunidades. Cada peso bien asignado, se verá reflejado en mejores servicios públicos y un entorno de seguridad jurídica, porque la corrupción contamina el aire y podemos identificar los días despejados.
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