foro jurídico Imagen tomada de la Secretaría de la Mujer, Guerrero

Del 174 aniversario de la fundación del estado de Guerrero: Su importancia en la historia constitucional de México

Compañeros: ¿Véis este anciano respetable? es mi padre y viene a ofrecerme empleo y recompensas a nombre de los españoles. “PADRE MIO”: Usted y mi familia son a quienes siempre he consagrado y consagraré amor sincero y profundo, pero “MI PATRIA ES PRIMERO”.[1]

Vicente Ramón Guerrero Saldaña

El estado de Guerrero es una de las 33 entidades federativas que integran hoy nuestra República Mexicana. Se encuentra situado en la costa del Océano Pacifico y el tronco del sur de la ciudad de México capital del país; es por ello que es considerado como uno de los estados del Sur cuyos habitantes se denominan “Surianos”. En la actualidad el estado de Guerrero cuenta con 81 municipios y una población total hasta el 2020 de 3’797,505 habitantes según datos arrojados por el INEGI, se encuentra en el lugar número 12 a nivel nacional, se conforme actualmente con 81 municipios, siendo el de Acapulco de Juárez el más grande geográficamente y el más poblado con 779,566 habitantes.

Este mes de octubre de 2023 se conmemoró el CLXXIV Aniversario de la fundación del estado de Guerrero,  ya que con fundamento en el artículo 50, fracción VII de la Constitución Política Federal de los Estados Unidos Mexicanos de 1824, el Congreso General en sesión de 27 de octubre de 1849,[2] declaró formalmente erigido en la Federación un nuevo estado con el nombre de Guerrero mediante el decreto número 3346, el cual fue debidamente publicado en el periódico oficial del Supremo Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos, el 5 de diciembre del mismo año.

En ese sentido, tomando en cuenta la revisión historiográfica social y regional salta a la vista la importancia del estado de Guerrero dentro de la historia general y tradicional de México, lo cual ha dado la fisonomía al Guerrero del presente el haber tomado como sujetos históricos no a los grandes personajes que ya todos conocemos, sino a la sociedad guerrerense en su conjunto quienes, desde la perspectiva de la historia social han sido los protagonistas de su propio destino gracias a su participación en la construcción y consolidación no solo del Guerrero actual, sino del México moderno. Son pues las luchas populares guerrerenses las que más han contribuido en la transformación de la sociedad mexicana.

Es por ello que, me parece oportuno recordar a manera de homenaje la importancia que ha tenido mi patria chica en el nacimiento, evolución y desarrollo dentro de la historia constitucional de México mediante un apretado relato como especie de crónicas de cada una de las etapas de la historia del constitucionalismo mexicano mencionando únicamente el momento en que aparece de una u otra forma la participación de nuestros caudillos y el documento jurídico-constitucional relevante que elaboraron dentro del territorio que actualmente forma parte el estado de Guerrero. Vayamos por partes como dijo “Jack el Destripador.”

Primera crónica histórica: Prolegómenos, hechos ideario político-constitucional y logros de los guerrerenses en los albores del inicio de la guerra de Independencia

Para 1523 en las regiones del Sur antes de ser Guerrero dentro de la época del virreinato en la Nueva España, los españoles ya habían conquistado casi todo el territorio suriano fundando con ayuda de los misioneros franciscanos los primeros poblados como los de Zacatula, Atoyac, Tecpan, Coyuca de Catalán, Pungarabato y Tlapa, entre otros, los cuales se conformaban por las congregaciones de los pueblos indios del siglo XVI. El 30 de junio de 1532, se considera la fecha de fundación de Acapulco, toda vez que Diego Hurtado de Mendoza partió de dicho puerto para explorar el mar del sur por lo que el 1º de noviembre de 1799 se le otorgo el título de ciudad, en razón de haber sido elegido como terminal americana de la línea de navegación que conectaba la costa del Pacífico novohispano con Asia. Para finales del virreinato en 1537, había varias ciudades y pueblos importantes como Taxco, Acapulco, Chilapa, Tepecoacuilco, Tixtla y Chilpancingo. Toda la extensión territorial del sur formaría parte de la Audiencia de México.

Sin embargo, la política y economía local guerrerense fueron bastante problemáticas a finales del periodo virreinal, en algunas ocasiones producto de disputas entre las comunidades con sus párrocos, de la elección de alcaldes, de la imposición de tributos a grupos que antes estaban exentos de ello o del dominio de los indígenas sobre los recursos naturales de los pueblos. Lo anterior, dio como resultado una gran pobreza entre la población que derivó en una enorme participación de los indígenas y campesinos mulatos en la Guerra de Independencia, aunado al recelo y confrontación que existía en Acapulco de los españoles americanos casados con mujeres mulatas, mestizas o indias y nacidos en el puerto por la llegada de españoles blancos nativos de España a partir de 1792, lo cual hizo que los mulatos dejaran de ocupar la parte alta de la escala social.

 Debido a lo anterior y al conflicto generado en diciembre de 1808 por la celebración de las fiestas que se organizaron por el Virrey de la Nueva España con el objeto jurar lealtad al rey de España Fernando VII, se hicieron más evidentes las tensiones entre los españoles europeos y los españoles criollos americanos que se unieron con un grupo de mulatos porteños encabezados por Mariano Tabares quienes aspiraban a lograr una independencia total de España. Como resultado de lo anterior, en enero de 1809 las autoridades virreinales ordenaron el arresto domiciliario de Tabares. A la caída del Virrey José de Iturrigaray, Tabares formo un partido contra los pocos europeos españoles que se quedaron viviendo en Acapulco al considerarlos unos usurpadores, es por ello que él junto con sus hermanos Marcos y Lorenzo, y otros españoles americanos se dedicaron a conspirar para atacar a los españoles europeos.

Sin duda alguna, Mariano Tabares tenía contacto con varios de los conspiradores criollos de la Ciudad de México que había conocido en algunos de los viajes realizados a la capital en su calidad de administrador de la oficina de correos unas semanas antes del derrocamiento del Iturrigaray. Tabares y su grupo de conspiradores se reunían en la zona conocida con el nombre de “La Quebrada” -justamente donde actualmente se lleva a cabo desde 1934 el espectáculo de los clavados que son gran atracción turística a nivel mundial-, con el objeto de llevar a cabo una revolución en la Nueva España y planear el golpe contra los españoles europeos una vez que se levantaran en la Ciudad de México los españoles americanos criollos expulsándolos de Acapulco y recuperar el gobierno del mismo.

Como puede apreciarse, no cabe duda que Mariano Tabares y sus tropas de negros y mulatos consideraban seriamente que la Nueva España se independizara de España, y no simplemente acabar con “el mal gobierno” de los españoles europeos en América. Lo anterior fue del agrado de Morelos cuando comenzó a insurreccionar el sur con ayuda de Tabares, a quien aquél le respetó su grado militar convirtiéndolo en su hombre de confianza.

Segunda crónica histórica: Importancia de Guerrero en la guerra de Independencia o búsqueda del ser nacional.

Sin duda alguna no puede negarse que fue en Querétaro donde empezaron a germinar en 1808 las primeras conspiraciones de los criollos para separarnos de la Corona Española, siendo sus principales cabecillas Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla, Ignacio Allende, Mariano Abasolo, Juan Aldama, Juan Nepomuceno Mier y Altamirano, María de la Soledad Leona Camila Vicario Fernández de San Salvador, el corregidor de la ciudad José Miguel Domínguez y su esposa María Josefa Crescencia Ortiz Téllez Girón de Domínguez, entre otros. Tampoco se desconoce que el municipio de Dolores Hidalgo perteneciente al estado de Guanajuato, es la cuna de la Independencia Nacional, toda vez que fue ahí donde se gestó formalmente el movimiento insurgente la madrugada del 16 de septiembre de 1810,[3] para posteriormente expedir el 6 de diciembre del mismo año su Proclama a la nación americana y su famoso Decreto de Guadalajara con los que abolía la esclavitud en América, con lo que se refleja en él la idea de los Derechos Humanos, esto es la dignidad y libertad humana. En Dolores se proclama la ciudadanía mundial y se exige el reconocimiento de los Derechos Humanos del criollismo con la finalidad de regir sus destinos particulares.

De la misma forma no se demerita la gran importancia que ha tenido el estado de Michoacán dentro de la historia constitucional de México, ya que fue en tierras purépechas donde precisamente el Congreso Nacional Americano, al frente de José María Liceaga, expidió, el 22 de octubre de 1814, el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, mejor conocido como Constitución de Apatzingán, el cual pese a su escasa vigencia de aproximadamente seis meses, se torna de mucha importancia puesto que fue en ella en donde por primera vez se le da a nuestra patria el nombre de “México” y ya no el de América Septentrional cuyo contenido fue muy adelantado para su época y, por supuesto, por haber sido jurídicamente la primera Constitución creadora del Estado mexicano y en la que se establece por primera vez en un capítulo especial el catálogo de derechos humanos individuales.[4]

Fue también en Ario de Rosales, Michoacán donde el 7 de marzo de 1815 se instaló, bajó la presidencia de José María Sánchez de Arriola, el Primer Supremo Tribunal de Justicia del país, antecedente directo e inmediato de nuestra actual Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Sin embargo, dentro de lo que puede considerarse la primera etapa de nuestra guerra de Independencia, la región de la Costa Grande, al norponiente de Acapulco, -antes de ser Guerrero- fue un punto central en las campañas militares que realizaría el ilustre michoacano don José María Teclo Morelos Pérez y Pavón, toda vez que fue ahí donde inició su actividad a favor de la causa insurgente con la comisión que Miguel Hidalgo le encomendó el 20 de octubre de 1810, relativa a la toma del puerto de Acapulco, recorriendo Coahuayutla, Zacatula, Petatlán, Técpan, -lugar donde se les unió un valiente capitán de nombre Hermenegildo Galeana- Coyúca de Benítez, para después entrar a la ciudad de los Reyes de Acapulco por el Cerro del Veladero el 20 de agosto de 1813;[5] sin embargo, antes de intentar tomar el Castillo de San Diego, Morelos transitó por la inmediaciones de la Sabana, Tres Palos y otras poblaciones en las que derrotó a varios jefes realistas como a Francisco Paris y a Mariano Tabares.

También fue en tierras sureñas donde el autoproclamado con el epíteto de humilde “Siervo de la Nación” convocó el 28 de junio de 1813 el establecimiento de un Congreso Nacional que representara la soberanía, fuera el centro de gobierno y depositario de la suprema autoridad a la que debían obedecer todos lo que proclamaren la independencia de México por lo que, el 14 de septiembre de 1813 el Generalísimo de los Ejércitos decidió instalar en Chilpancingo, solemnemente el primer Congreso Constituyente Americano, mejor conocido como Congreso de Anáhuac y, por consecuencia, en su sesión inaugural se dio lectura a los veintidós puntos -con añadidura de un artículo 23, del 21 de noviembre de 1813, que establece el día 16 de septiembre como aniversario de la Nación- del documento que con el nombre de “Sentimientos de la Nación”[6] elaboró Morelos para iniciar el estudio de lo que sería posteriormente en 1814 nuestra primera Constitución del país.

Enseguida, en dicho Congreso se redactó, discutió y expidió, el 6 de noviembre de ese mismo año, el Acta Solemne de la Declaración de la Independencia de la América Septentrional acto de independización que, al decir de Bustamante no hizo la primera junta de Zitácuaro.[7]

De ahí que se pueda considerar al Acta de Independencia, elaborada por los miembros del Congreso de Anáhuac en Chilpancingo, como el más claro reflejo del deseo de la Independencia y de Libertad que reclamaba nuestro pueblo, que por la fuerza de las armas estaban haciendo valer[8]. En dicho Congreso se encontraba la verdadera determinación de un pueblo que mostraba al mundo hispano y a la América, que el ejército insurgente no sólo estaba organizado en sus campos de batalla, sino que también había definido cuáles eran los puntos de la auténtica Independencia, y regirse por una Constitución que fuera propia, que recogiera las verdaderas necesidades del pueblo, no ajena y obsoleta, como el documento redactado en Cádiz en 1812.

Tampoco debe olvidarse la importancia que tuvo Iguala, entonces intendencia de México, dentro de la segunda etapa de la historia política mexicana en su emancipación con respecto a la Corona de España -iniciada a finales de 1820-, toda vez que fue en dicho lugar donde el muy controvertido personaje de nuestra historia, el coronel del ejército virreinal Agustín Cosme Damián de Iturbide y Arámburu[9] -pariente de Hidalgo- suscribió el 24 de febrero de 1821 el Plan de Iguala -posterior al conocido Abrazo de Acatempa, población del municipio de Teloloapan el 10 de febrero de 1821, con el que se pactó la paz y reconciliación- el cual fue jurado posteriormente por las fuerzas de resistencia insurgentes en las montañas del sur bajo el mando del mulato caudillo don Vicente Ramón Guerrero Saldaña originario de Tixtla, hoy municipio de nuestra entidad que lleva su nombre y quien a la muerte de Morelos, había sostenido la lucha por la independencia al estilo de guerra de guerrillas.

La firma del Plan o indicaciones para el gobierno que debe instalarse provisionalmente, con el objeto de asegurar nuestra sagrada religión y establecer la independencia del imperio mejicano, y tendrá el título de Junta Gubernativa de la América Septentrional, propuesto por el Sr. Coronel D. Agustín de Iturbide al Exmo. Sr. Virrey de Nueva España, Conde del Venadito, conocido generalmente como Plan de Iguala,[10] fue de mucha trascendencia al haber dado como resultado la consumación de la Independencia nacional, el 27 de septiembre de 1821. Dicho instrumento que fundamento el actuar del Ejército Trigarante, reguló los destinos del país durante los pocos meses que duró la guerra y los primeros años del México independiente, hasta la promulgación del Acta Constitutiva de la Federación Mexicana, del 31 de enero de 1824, en la que se instauró como forma de gobierno: la monárquica moderada por una Constitución elaborada para lo que sería el primer imperio mexicano de nuestro solar patrio.

 También es considerada la ciudad de Iguala de la Independencia ubicada en la región Norte del estado de Guerrero, la cuna de nuestra bandera nacional, toda vez que fue en dicho municipio donde por encargo de Iturbide -el Libertador- el sastre y peluquero José Magdaleno Ocampo confeccionó, en tres franjas diagonales la primera Bandera de México para simbolizar los postulados del Plan de Iguala, cuyos tres colores que contenían cada uno, en el centro, una estrella dorada de cinco puntas representan las “tres garantías” de Iguala: el blanco, la religión; el verde, la independencia; y el rojo, la unión y es ahí donde se encuentra el Museo del lábaro patrio que alberga la colección de banderas o estandartes originales que han representado a México a lo largo de su historia.[11] Además, Iguala y Acapulco son las únicas ciudades que se mencionan en el documento en que se establece la independencia mexicana, conocido como Tratados de Córdoba -que representa una extensión al Plan de Iguala-[12] y la primera como parte de la Estrofa IX del Himno Nacional. Iguala fue nombrada en 1849 la primera capital de nuestra entidad.

De este modo tenemos que, el maratón de nuestros constructores de la patria iniciado formalmente en 1810 y que duraría once años de guerra, revolución, muerte y destrucción -pero en el que siempre existió el elemento del constitucionalismo que le dio sentido a la lucha con el anhelo de edificar en nuestro solar patrio un Estado liberal y democrático- culminaría en 1821 con el programa político jurado en Iguala -o llamada en náhuatl: yohualcehuatl, “donde serena la noche” o “lugar de la noche”- el cual junto con los Tratados de Córdoba, determinó la organización política del Estado mexicano durante los inicios de su vida independiente.

            Solo queda por mencionar que por ironías de la vida, tanto Agustín de Iturbide -el Emperador- como Guerrero, ambos consumadores de nuestra Independencia, fueron víctimas de nuestros propios hermanos mexicanos, toda vez que nuestra naciente Nación se convirtió en Parricida al fusilarlos, al primero en Tamaulipas el 19 de julio de 1824 y al segundo en el pueblo de Cuilapam, Oaxaca el 14 de febrero de 1831. Lo anterior es así, ya que los Padres consumadores de la independencia fueron condenados a muerte por el mismo Congreso Constituyente que los había nombrado a uno primero Emperador y al Presidente de México.

El sur ha sido pródigo para servir a las causas de la Independencia y la Reforma; estratégico e inspirador para Morelos; y el escenario donde surge el mexicano universal, que con la fuerza de la ley y con los mexicanos patriotas, supo consumar nuestra segunda independencia nacional. Somos sur, pero también somos república juarista.

Héctor Astudillo Flores

Tercera crónica histórica: Importancia de Guerrero en el regreso del constitucionalismo liberal mexicano e inicio de la segunda república federal o búsqueda del modo de ser nacional, es decir, cómo ser.

Dentro de los primeros años de múltiples tropiezos de la vida independiente de México de nuestro accidentado siglo XIX, en cuanto hace a su organización política, toda vez que se enfrentó a las problemáticas que representaba el estar conformado por una sociedad fragmentada y en su mayoría marginada, con un alto índice de analfabetismo y dominada por dos importantes factores reales de poder: la aristocracia y el clero. 

Ante ese panorama y sin tener experiencia en la forma de autogobernarnos, la naciente clase política fácilmente se vio influenciada por corrientes ideológicas del extranjero, representadas principalmente por las llamadas logias masónicas, entre las que predominaron dos: a) la Yorkina progresista, controlada desde la embajada norteamericana por Joel Poinsett y b) la escocesa, que a su vez derivaba de la embajada de Inglaterra. La primera, llamados “liberales puros”, “radicales” o “exaltados” estaba a favor de un gobierno republicano federalista con las características al de los Estados Unidos de América, por su parte la segunda postulaba imponer un gobierno republicano centralista que afirmaba era el que más se identificaba a nuestra cultura que por trescientos años estuvo acostumbrada al régimen centralizador y monopolizador de la Corona española.

Tales posturas ideológicas rápidamente se enfrentaron en el escenario nacional dando origen a divisiones e innumerables luchas entre nuestros connacionales provocando desórdenes que desencadenaron un sin número de luchas, pronunciamientos y levantamientos armados, en forma tal que durante los primeros diez años de vida independiente hubo ocho presidentes de México. Dichas divisiones se manifestaron en los dos grandes partidos mexicanos del siglo antepasado que con el tiempo fueron simplemente cambiando de nombre, pero no de ideología, al principio se llamaron imperialistas y republicanos, posteriormente centralistas y federalistas, los cuales finalmente adoptaron el nombre de conservadores y liberales.[13]

Fue en la lucha entre liberales y conservadores, dónde los segundos tomaron el poder (1835-1846) y sepultaron tanto el Acta Constitutiva de la Nación Mexicana de 31 de enero como la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos de 3 de octubre 1824 (ambas producto del pensamiento liberal del siglo XVIII representando por las doctrinas de Locke, Hobbes, Montesquieu, Rousseau y Bentham), que se habían promulgado a partir de haberse logrado la independencia y derrocado el Primer Imperio Mexicano de Iturbide. 

La mencionada ruina del sistema federal en la etapa centralista, los periodos presidenciales que siguieron, casi siempre presididos por Antonio López de Santa Anna -que significó era de violencia, caos y anarquía por su ambición y delirio de poder- en los que se promulgaron las Bases Constitucionales del 15 de diciembre de 1835, el centralismo de las Siete Leyes Constitucionales de 1836 que establecía la creación de un terrible Supremo Poder Conservador, la promulgación de las Bases Orgánicas de la República Mexicana de 12 de junio de 1843, el Acta  Constitutiva y de Reformas de 21 de mayo de 1847, la sustitución del Congreso por una antirreformista Junta de Notables, la perdida de los territorios de Texas, Nuevo México, Arizona, California, Nevada, Utah y parte de Colorado por 15 millones de dólares al firmar el Tratado de Guadalupe-Hidalgo -que fue el precio que se tuvo que pagar para dar fin a la guerra contra Estados Unidos en 1847-, la publicación de las Bases para la Administración de la República de 22 de abril de 1853, la venta de otra parte del territorio, la Mesilla, en el sur de Nuevo México y Arizona, por 10 millones de dólares con el Tratado de Gadsen, en 1854) y, finalmente la casi perdida de Yucatán al independizarse temporalmente al comienzo de la década de 1840; dio como resultado el hartazgo y enfurecimiento de la población contra Santa Anna, “héroe de tantas derrotas” y su régimen dictador depositario de un poder ejecutivo omnímodo que representaba la exaltación del personalismo, en lugar de una administración constitucional de tendencias liberales.

Por tal motivo, un grupo de insurgentes surianos[14] opositores a Santa Anna y su último gobierno despótico, lidereados por los generales Juan Álvarez Hurtado -viejo insurgente participante en la Independencia- y Tomás Moreno, Trinidad Gómez, Diego Álvarez, Eligio Romero, Rafael Benavides y el coronel de origen cubano Florencio Villarreal, proclamaron en la localidad de Ayutla, distrito de Ometepec, en la región de la Costa Chica del entonces Departamento de Guerrero, el 1º de marzo de 1854 el Plan de Ayutla[15] y al que posteriormente se unieron Benito Pablo Juárez García, Melchor Ocampo y otros liberales desterrados por el dictador en los Estados Unidos.

            El Plan de Ayutla fue modificado ligeramente en el puerto de Acapulco el 17 de marzo de 1854 por el coronel retirado Ignacio Comonfort, cuya guarnición se encontraba concentrada en dicha ciudad y hecho lo anterior, fue aprobado por unanimidad y proclamado formalmente sumándose rápidamente al mismo los gobernadores de Michoacán, Tamaulipas, San Luis Potosí, Jalisco, México y Guanajuato.

            A grandes rasgos, el Plan de Ayutla-Acapulco fue, en principio, un llamamiento de rebeldía contra el gobierno de la república de Santa Anna y todos sus funcionarios que habían perdido la confianza del pueblo; una rebelión originada por un grupo del ejército nacional. En segundo lugar, fue el ofrecimiento de edificar a la nación de una forma distinta a la establecida inmediatamente de que la revolución hubiere triunfado, con el objeto de que México entrara por el camino del progreso y el bienestar. En tercer lugar, el plan determinaba el modo en que el país sería gobernado, toda vez que se convocaría, una vez el triunfo, a una especie de congreso que se encargaría de nombrar a un presidente interino del país que, a su vez, convocaría a un congreso extraordinario constituyente que diera a México la forma de república representativa popular. Finalmente, se establecía brevemente la forma en que se administrarían los estados, entre tanto el país quedaba debidamente constituido y se declaraba la protección al comercio y la abolición de algunas leyes específicas, prometiéndose además una protección al ejército como noble custodio del orden y de las garantías.

            La principal modificación al Plan de Ayutla hecha por Comonfort -liberal moderado- en Acapulco, Departamento de Guerrero, se limitó a declarar que “las instituciones liberales son las únicas que convienen al país” puntualizando que no se toleraría el régimen monárquico, calificándolo de “ridículo”. Como puede verse, la reforma al plan respondía al temor fundado de que se llegara de nueva cuenta al establecimiento de una monarquía por la vía legal, por lo que servía como una especie de dique contra semejante posibilidad.

Una vez que triunfó el movimiento de revolucionario de Ayutla, el 9 de agosto de 1855, a las tres de la mañana, Santa Anna abandono la Ciudad de México y días después renunció a la presidencia quedando como presidente interino Juan Álvarez Hurtado el 4 de octubre de 1855. Con el triunfo de la revolución de Ayutla y como lo estipulaba el Plan del mismo nombre, el 5 de febrero de 1857 fue jurada la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, la cual fue promulgada y publicada el 11 de marzo para entrar en vigor a partir del 16 de septiembre del mismo año, tal como lo ordenaba su artículo transitorio. Dicha Constitución llevó como columna vertebral a los Derechos Humanos y el consecuente regreso del constitucionalismo liberal mexicano encabezado por una de las grandes generaciones de “liberales puros”, si no es que la más ilustre que ha dado este país en dos siglos, conformada por Benito Juárez García, Melchor Ocampo, Ignacio Ramírez, Miguel Lerdo de Tejada, Guillermo Prieto, Ignacio de la Llave y una gran pléyade de ilustre mexicanos de esa época que conforman la llamada Generación del 57, con la finalidad de construir a la Nación bajo la forma de República democrática representativa mediante la promulgación -por parte de Benito Juárez en uso de las facultades extraordinarias concedidas por el Congreso- de las llamadas Leyes de Reforma, las cuales abrogaron por completo toda la legislación expedida por el gobierno santannista.

A pesar de la paradoja que pueda representar el Plan de Ayutla y su modificación en Acapulco, en el sentido de que si bien en un inicio fue un movimiento encaminado al derrocamiento de una persona que se había adueñado de la cosa pública como parte de su patrimonio personal con el objeto de establecer una monarquía y no contra un sistema de gobierno,[16] como por lo regular se enseña en la historia oficial, gracias al triunfo de la Revolución de Ayutla se dio inicio a la primera etapa del movimiento de Reforma y a la segunda república federal que fue indudablemente continuada y defendida exitosamente por la Guerra de Reforma, conocida también como Guerra de los Tres Años.

Lo esencial del Plan de Ayutla-Acapulco no era poner al frente del país a un hombre fuerte o príncipe demócrata al estilo de los conservadores; sino el establecimiento del principio democrático, es decir, no tenía miras personalistas, sino más bien de reforma social y progreso teniendo como base la igualdad y la legalidad, con unidad del poder ejecutivo que garantizara la paz y pudiera afrontar los problemas del momento que se necesitaran resolver con miras a la reforma social. Sus únicas limitantes serían el respeto a los Derechos Humanos, por eso puede considerarse a la Revolución de Ayutla-Acapulco como a la madre de la Constitución de 1857, ya que gracias a ella el viejo providencialismo se fue transformando con el paso del tiempo en presidencialismo y convirtió al antiguo utopismo político en justicia social. Como acertadamente afirma Soberanes:

No estamos en presencia de un plan o pronunciamiento más de los muchos, muchísimos, planes, proclamas y convenios sufridos por nuestra atribulada patria en los anteriores veintitrés años, no; Ayutla-Acapulco fue el parteaguas de nuestra historia en el siglo XIX; era el “acta de defunción” del centralismo y al mismo tiempo el “acta de nacimiento” del liberalismo mexicano y el Estado que a partir de ahí se forjó.

(…)

El gobierno surgido del Plan de Ayutla, reformado en Acapulco, no se limitó a las cuestiones de la ordinaria administración pública, sino que comenzó con una serie de medidas legislativas encaminadas a lograr la reforma liberal en México.[17]

De este modo el movimiento de Ayutla-Acapulco es la norma fundamental del constitucionalismo liberal, el parteaguas de la vida política mexicana en el siglo antepasado, el punto de partida y piedra de toque de la paradójica unión de la utopía democrática liberal con la utopía personalísima y providencialista que fueron suscritos por los mexicanos desde 1810 haciendo posible la reforma no contra la historia, sino junto a la historia[18] que inaugura una nueva etapa en el reconocimiento de los Derechos Humanos en México y da comienzo el doloroso, dramático y largo camino de integración nacional.

Cuarta crónica histórica: Importancia de Guerrero en la Guerra de Reforma e Intervención francesa con el Imperio de Maximiliano

La Guerra de Reforma o de Tres Años fue otro periodo armado en la vida de México originada por el rechazo de distintos grupos y corporaciones conservadoras tanto a la serie de medidas legislativas que se tomaron encaminadas a lograr la reforma liberal en México -tales como la llamada Ley Juárez, el Estatuto Orgánico Provisional, Ley Lerdo, Leyes del Registro Civil y de Cementerios, entre otras-, como a la Constitución de 1857 iniciado el 17 de diciembre de 1857, con la promulgación del Plan de Tacubaya de 17 de diciembre de 1857 al que se adhirió el Presidente electo Ignacio Comonfort -gobernando al país de manera ilegítima- y culminada el 1 de enero de 1861, cuando entro a la capital del país el General Jesús González Ortega.

El grupo conservador liderado por el General Félix María Zuloaga, buscaba la permanencia del estado de cosas de la época del virreinato, mientras que el grupo de los liberales puros encabezado por Benito Juárez -conocido como la “Generación del 57”- pretendía la transformación social hacía una estructura política moderna, basada esencialmente en el mercado externo y la secularización de la sociedad; es decir, abandonar una serie de valores religiosos y eclesiásticos del Antiguo Régimen a favor de dicha forma de ver a la comunidad política.

Tan pronto como entro en vigor el 16 de septiembre de 1857 el texto de la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos jurada el 5 de febrero del mismo año, la reacción de los conservadores no se hizo esperar y al reunirse en el palacio del arzobispal de Tacubaya Félix Zuloaga, Juan José Baz y el presidente Ignacio Comonfort, proclamaron el Plan que lleva el nombre de dicha villa al occidente de México, en el que fraguaron un golpe de Estado y se abrogaba la Constitución vigente argumentando que no se podía gobernar con ella.[19] A partir de ahí puede decirse que existieron dos gobiernos: el liberal de Benito Juárez y el conservador de Félix Zuloaga.

Como consecuencia de lo anterior, en Guerrero se originaron nuevos levantamientos encabezados por los conservadores Juan Antonio y Juan Vicario, quienes en un inicio derrotaron a los liberales; sin embargo, Vicario fue derrotado en Iguala, Taxco, Pilcaya y Chilapa por las fuerzas de Juan N. Álvarez -jefe del ejército liberal en el sur- y Manuel Negrete. Una vez que el ejército liberal al mando de Jesús González Ortega, venció a los conservadores en la batalla de San Miguel Calpulapan, estado de México, se restableció el gobierno juarista. Sin embargo, al haber quedado económicamente desgastado el país, Juárez decidió tomar medidas para su reorganización entre las que se encontraban la suspensión temporal del pago de la deuda externa, lo que provocó que los países acreedores enviaran tropas a México, para obligar al gobierno mexicano a pagar su deuda; se llegó a un acuerdo con España e Inglaterra y retiraron sus tropas, pero Francia no aceptó dicho acuerdo y con el apoyo de los conservadores avanzó hacia el centro del país. De inmediato el pueblo mexicano que simpatizaba con los liberales se lanzó a la defensa del país.

Rápidamente en el estado de Guerrero, el gobernador Vicente Jiménez pidió licencia para separarse del cargo y una vez que organizó un contingente se dispuso a combatir a los invasores. Por su parte Juan N. Álvarez reorganizó el ejército del sur y se dispuso a defender la Tierra Caliente, las dos costas y los valles centrales, designando a su hijo el General Diego Álvarez para la defensa de Acapulco.

En la defensa y recuperación de la ciudad de Taxco, Guerrero, que hiciera Porfirio Díaz el 27 y 28 de octubre de 1863, participaron numerosos contingentes civiles guerrerenses atrincherándose tanto en edificios particulares como en la iglesia de Santa Prisca que fue albergue del cuartel militar del ejército victorioso y en el que se guardaban armas y pertrechos provenientes de Acapulco, el cual fue ocupado por Juan N. Álvarez en abril de 1867.

En noviembre de 1864 se suscitó en Chilapa una de las acciones más importantes para la causa republicana: Las tropas del General Jiménez, unidas a las de Juan N. Álvarez, rompieron el cerco militar de las fuerzas de la monarquía que se encontraba cerca de la plaza. Con ello y la recuperación del puerto de Acapulco, la entidad quedó de nueva cuenta en poder de las fuerzas liberales republicanas que posteriormente volvió a defender en 1865, por lo que el avance republicano fue cada vez más contundente por lo que se consolido el triunfo de la República sobre la Monarquía del emperador Fernando Maximiliano de Habsburgo, con ayuda del fervor republicano auspiciado por las publicaciones de Ignacio Manuel Altamirano en el periódico “La voz del pueblo”. Finalmente, el ejército invasor francés se retiró del país en 1866 y en mayo de 1867 el emperador Maximiliano fue hecho prisionero y procesado para posterior fusilamiento en junio del mismo año en el cerro de las Campanas en Querétaro.

Como puede apreciarse, dentro del último intento de los conservadores que originó tanto la Guerra de Reforma como la lucha contra la intervención francesa y el Imperio de Maximiliano, fueron también alimentadas por hombres del sur, en específico por la guardia nacional del pueblo de El Cantón situado a 31.0 kilómetros del Municipio de Acapulco de Juárez, Guerrero, en dirección Este, contra la rebelión militar de los conservadores tacubayistas e imperialistas. En efecto:

La victoria sobre el Imperio estuvo acompañada de la lucha de los caudillos guerrerenses por alzarse con la hegemonía política. Diego Álvarez y Vicente Jiménez fueron las figuras más notables de esta disputa. Ambos estuvieron del lado de las fuerzas republicanas durante la Guerra de Intervención: uno luchó en el sitio de Puebla y otro combatió en Querétaro. Durante la República restaurada, Álvarez contaría las más de las veces con el apoyo de Benito Juárez, y Jiménez, con el de Porfirio Díaz e Ignacio Manuel Altamirano.[20]

Quinta crónica histórica: Importancia de Guerrero en la Revolución Mexicana o búsqueda de una arquitectura democrática adjetiva con contenidos

En otro escenario de la historia de México, ahora en su aspiración por lograr una democracia política, electoral, social y económica contra el régimen porfirista que duro 30 años, 3 meses y 15 días (diciembre de 1876 a mayo de 1911), tiempo en el cual se fueron sucediendo diversos casos de represión e injusticias de todo tipo; una extrema miseria que había en muchos sectores de la población aunado al atraso e incultura en la que vivían; el descontento de las clases medias promedio y alta por no encontrar opciones de desarrollo dentro del cerrado y extremadamente obsoleto gobierno de Díaz; la necesidad de abrir caminos de modernidad en materia política debido a la conservación de la clase gobernante ya senil; la célebre entrevista que el 17 de febrero de 1908 hiciera al presidente José de la Cruz Porfirio Díaz Mori el periodista estadounidense James Creelman para la revista Pearson’s de Nueva York, la cual abrió grandes expectativas de cambio político que inmediatamente se vieron frustradas en el momento en el que Díaz lanzó de nueva cuenta su candidatura presidencial para el periodo 1910-1916; y, finalmente la detención de Francisco Ignacio Madero González en Monterrey, con lo que se echó por tierra la posibilidad de un cambio democrático por medio de elecciones libres, lo que orilló a Madero a escribir su libro intitulado La Sucesión Presidencial de 1910, en el que propone la formación de un partido antirreleccionista que tuviera por base la Libertad del Sufragio y la No Reelección, cobrando vida inmediatamente.

Todo lo anterior, fueron las causas directas del estallamiento de una Revolución que comenzó como una mera rebelión en la población de Cuchillo Parado localizada en el Municipio de Coyame del Sotol, Chihuahua, en razón de que Toribio Ortega Ramírez se levantó en armas el 14 de noviembre de 1910, es decir, seis días antes del levantamiento formal hecho por Madero en el Plan de San Luis de 5 de octubre de 1910. En dicho Plan se convoca a una revolución, al señalar en su punto séptimo: “El día 20 de noviembre desde las seis de la tarde todos los ciudadanos de la República tomarán las armas para arrojar del poder a las autoridades que actualmente gobiernan. Los pueblos que estén retirados de las vías de comunicación lo harán desde la víspera.

Si bien no demeritamos la gran importancia que tuvo en la Revolución la participación tanto de Pascual Orozco y Francisco Villa levantándose en el Norte, Pablo González en el Noreste, Álvaro Obregón en el Noroeste, así como de Emiliano Zapata y Lucio Blanco en el Sur, no debe pasar desapercibido la importante adhesión y participación de los hermanos Figueroa en Guerrero a la lucha revolucionaria haciendo un llamado a los guerrerenses el día 12 de febrero de 1911.

En efecto, dentro del segundo movimiento social, político y económico ocurrido en México entre 1910 y 1920 en la búsqueda de una arquitectura democrática, la aparición y participación del estado de Guerrero, de ninguna manera fue una simple guerrilla o levantamiento contra el régimen del General Porfirio Díaz. El movimiento revolucionario en el estado fue iniciado tanto por Heliodoro Castillo Calderón, quien puede ser calificado como el precursor de la Revolución en Guerrero como por un grupo de respetados rancheros conspiradores en el municipio de Huitzuco, producto de una sociedad predominantemente heredera de una tradición liberal, entre quienes estaban los hermanos Rómulo, Ambrosio y Francisco Figueroa y Martín Vicario, en la región Norte del estado José Inocente Lugo de Tierra Caliente y Eucaria Apreza de la región Centro, entre otros terratenientes, quienes a partir de que conocieron el Plan de San Luis tomaron las armas el 28 de febrero de 1911, al ser descubiertos por las autoridades federales provenientes de Iguala como simpatizantes de Francisco I. Madero y la causa revolucionaria.

La lucha contra el porfirismo surgió en Mochitlán, con el Plan del Zapote, donde se proclamó el derecho popular a votar libremente además de asegurar que se respetarían a todos los terratenientes, extranjeros, viajeros y al pueblo de Guerrero en general. Este levantamiento fue acaudillado por el estratega Anselmo Bello amigo de Castillo Calderón, quien al haber sido capturado tuvo la suerte de escapar con vida gracias a la ayuda de una terrateniente de Chilapa; en cambio, otro de los líderes, como Eusebio Almonte, fueron capturados y ejecutados en Mezcala por las tropas porfiristas comandadas por el coronel Victoriano Huerta. En su propio estilo, Huerta fusiló a un número considerable de alzados y apresó a otros. Por su parte, Castillo Calderón fue detenido en la Ciudad de México, donde se había refugiado, e indultado con la condición de que no volviera a pisar Guerrero. Años después se convertiría al maderismo.

El movimiento de Castillo Calderón puede ser calificado de precursor de la Revolución mexicana en Guerrero, tanto por su composición social como por la petición básica: la no intromisión centralista en las elecciones estatales y en los designios de la entidad. Así, la consigna de la Revolución contra de Díaz, Sufragio efectivo, no reelección, se empezó a configurar en territorio guerrerense. Incluso, en la perspectiva histórica del largo plazo, los movimientos de Diego Álvarez y Canuto A. Neri tuvieron el mismo sentido. No cabe duda de que estas acciones respondieron más a los intereses personales y regionales de los caciques que a la formalización de los procedimientos de un régimen democrático; sin embargo, la causalidad histórica es más compleja y las acciones de ellos se abrieron los espacios que a la postre permitieron que el pueblo cuestionara el régimen absolutista de un solo hombre: el instrumentado por Porfirio Díaz.

En el mismo sentido, se deben contemplar las diversas rebeliones contra el despotismo de los prefectos políticos, así como las encabezadas por campesinos e indígenas guerrerenses, afectados por las leyes liberales, ya que una parte de los alzados de 1910 adoptó como bandera la reivindicación de la libertad municipal y de las tierras. En términos generales, la correlación de fuerzas políticas y sociales que lucharon en la gesta revolucionaria nacional tuvo representación en el estado de Guerrero.

Los hermanos Figueroa diferían radicalmente de la idea de revolución que tenía Zapata y sus seguidores, toda vez que para ellos los objetivos esenciales de la revolución eran establecer una efectiva democracia y la autonomía municipal, desaparecer el cargo de prefecto político, abolir ciertos impuestos y reducir el nivel general de los impuestos. La legislatura del estado declaro que: “Guerrero para los guerrerenses, ha dicho con orgullo la revolución”.

Es evidente la clara e importante participación de los campesinos guerrerenses apenas iniciada la Revolución a principios de 1911, toda vez que tuvo su origen en las injusticias agrarias y en la ruptura del Estado, lo que trajo como resulta la promulgación del Plan Político-Social de la Sierra de Guerrero de 18 de marzo de 1911, firmado por diversos representantes de varios estados del sur, entre ellos por Joaquín Miranda padre e hijo del mismo nombre, por Guerrero. En dicho documento se planteaba, dentro de los aspectos económico-sociales, en el artículo noveno que: “Todas las propiedades que han sido usurpadas para darlas a los favorecidos de la actual administración, serán devueltas a sus antiguos y legítimos dueños.”. Gracias a dicho plan, los revolucionarios de Guerrero fueron tomando poco a poco diversas poblaciones, entre las más importantes en la Región de la Costa Grande la plaza de Atoyac fue tomada por las fuerzas encabezadas por el General Silvestre G. Mariscal, bajo la arenga a sus revolucionarios que, entre otras cosas, les dijo: “muchachos vamos a la guerra, vamos a pelear para derrocar al gobierno del dictador Porfirio Díaz, vamos a morir por adquirir un pedazo de tierra y nuestra libertad”.[21] A la postre el General Silvestre sería Gobernador del Estado de Guerrero y quien promulgará nuestra actual Constitución Local en 1917.

El triunfo de la revolución iniciada por Madero y que dio por resultado la renuncia de Damián Flores, el último gobernador impuesto por Díaz y con lo que se da fin al régimen porfirista en Guerrero, fue gracias a que el 14 de mayo de 1911 Jesús H. Salgado y los hermanos Figueroa, tomaron la ciudad de Iguala y Chilpancingo y se nombró como gobernador provisional al profesor Francisco Figueroa Mata, convirtiéndose así como el primer gobernador emanado de la Revolución Maderista en todo el país; o sea, fue en el estado de Guerrero en donde se dio el primer triunfo político del maderismo a nivel nacional, en consecuencia, Guerrero se convirtió en el primer estado de la república donde se derrocó el poder político porfirista.[22]

En conclusión, la Revolución mexicana en Guerrero fue una revuelta hecha tanto por rancheros o pequeños propietarios de clase media que representaban la causa política del municipio de Huitzuco como por los campesinos sin tierra quienes representaban la causa económico-social, ambas generadas por la tensa relación entre las fuerzas locales y el gobierno central, una fuerte fragmentación geográfica y generacional, pero sobre todo por el papel protagónico que jugaran los referidos sectores medianos de la sociedad guerrerense. De ahí que, podemos advertir, siguiendo la tendencia actual del regionalismo en la historiografía sobre las revoluciones en México, que las perspectivas regionales nos dejan ver que el origen e interpretación del movimiento revolucionario iniciado en 1920 no fueron homogéneos, sino por el contrario era un reflejo de las diferencias que prevalecían en el desarrollo regional del país durante la segunda mitad del siglo XIX mexicano, particularmente en el régimen porfirista. Por ende, la lucha armada en nuestra entidad fue solo una clara muestra de las particularidades que se vivieron en la misma y en la que los guerrerenses fueron delineando sus propios patrones culturales y reivindicaciones agrarias.

Así pues, la lucha revolucionaria hecha acción dio como resultado a la actual Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, gestada en los meses de diciembre de 1916 a enero de 1917 y nacida el 5 de febrero de este último año reformando a la de 1857, la cual consagró una innumerable serie de conquistas sociales tanto agrarias como labores, que fueron realizadas mediante la imposición de prestaciones a cargo del Estado, además de consolidar el sui generis sistema federal y el principio de división de poderes. Dicha Constitución es considerada una de las más longevas del mundo -después de la Norteamericana promulgada en Filadelfia el 17 de septiembre de 1787- ya que a sus 105 años de edad cuenta con un poco más de 748 reformas mediante 250 decretos modificatorios a 134 de sus artículos que la conforman -cuenta hecha hasta el 28 de mayo de 2021-, por lo que tenemos distintas versiones de la misma y que seguramente seguirá siendo sometida a otras decenas de modificaciones durante el actual sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador hasta 2024, en función de múltiples intereses que han roto con las aspiraciones sociales, como sucedió con la desaparición del principio de no reelección por reforma de 2014.[23]

 Si bien es cierto que la gran cantidad de modificaciones formales a la actual Constitución se ha debido a lo defectuoso de su texto, en razón de que tanto la gran mayoría de los diputados constituyentes de 1917 lamentablemente eran de un pésimo nivel intelectual, con excepción de José Natividad Macías, Hilario Medina, Fernando Lizardi y Paulino Machorro y Narváez, por sólo mencionar algunos de gran talento, como la falta de participación de muchos otros de los diputados en los debates que se dieron al interior del Congreso.

Pues bien, de la apretada cronología de hechos históricos relatada en las crónicas anteriores es dable concluir que, en la Independencia en la que se hicieron en Chilpancingo los Sentimientos de la Nación y en Iguala el Plan del mismo nombre; en la Reforma originada en Ayutla-Acapulco, cuya hija fue la Constitución de 1857, y la Revolución -reflejo de las diferencias que prevalecían en el desarrollo regional del país producto de un sistema de exclusión social que propició pobreza y miseria que fue mucho más marcado en el estado de Guerrero- con su Constitución de 1917, ha sido notable y esencial la participación de los hombres y mujeres guerrerenses que contribuyeron decisivamente tanto en la defensa y protección de los Derechos Humanos como en la construcción de la democracia en México.

Es pues evidente que en esa defensa de derechos y de nuestra democracia, nuestro Estado-miembro ha jugado un papel importante en los hechos armados que han evidenciado el vigor de su población y su aporte práctico en la construcción del Estado mexicano. En ese sentido, el sur siempre ha sido una periferia activa dentro del conjunto nacional, pero al mismo tiempo lamentablemente ha sido segregado del centro debido a su complicada e irregular orografía y en ser solo camino en dirección al Océano Pacífico y no hacia el Atlántico, lo que ha servido como una especie de frontera natural que ha dado pie a una cierta autonomía política y cultural. Por desgracia, hablar de Guerrero, es también dejar ver la estructura con la que se ha construido un estado cuya riqueza natural es paralela a su pobreza extrema.


[1] Ramírez Fentanes Luis, Guerrero, México, Secretaría de la Defensa Nacional, Departamento de Archivo e Historia, 1958, p. 24.

[2] El precepto mencionado se refiere a las facultades del Congreso General, el cual disponía: Artículo 50.- “Las facultades exclusivas del congreso general, son las siguientes: VII. Unir dos o más Estados á petición de sus legislaturas para que formen uno solo, ó erigir otro de nuevo dentro de los límites de los que ya existen, con aprobación de las tres cuartas partes de los miembros presentes de los demás Estados de la federación”.

[3] Es importante aclarar que la lucha de independencia fue, en estricto sentido, una guerra civil entre mexicanos novohispanos que tenían causas distintas, unos de libertad y otros de defender la permanencia del rey, es decir, no fue una guerra contra españoles, toda vez que el 95% del ejercito realista estaba formado esencialmente por criollos, mestizos y castas, y sólo el 5% restante por auténticos españoles. Lo anterior es así, si se toma en cuenta el último censo realizado por Juan Vicente de Gûemes Pacheco de Padilla y Horcasitas, segundo Conde de Revillagigedo y virrey de la Nueva España, así como por los cálculos realizados por el Baron Humboldt. Vid, De Humboldt, Alejandro Barón, Ensayo político sobre la Nueva España, trad. de Vicente González Arnao, París, Imprenta de Paul Renouard, 1827, t. I, pp. 420-423.

[4] Si desea conocer más acerca de dicho Decreto Constitucional sugiero a usted lea mi libro titulado De la Constitución de Apatzingán de 1814. Su análisis histórico-jurídico desde la perspectiva actual de la teoría constitucional, México, Porrúa, 2014.

[5] Para conocer todos los detalles respecto a las dificultades que tuvo que sortear Morelos para la brillante ocupación de Acapulco mediante la toma de la fortaleza de San Diego, sugiero consultar a Alessio Robles, José Vito, Acapulco en la historia y en la leyenda, México, Botas, 1948, pp. 145 a 150. 

[6] Primer documento del Constitucionalismo mexicano en el que se puede encontrar en el punto décimo segundo la primera semilla de la declaración de los Derechos Sociales y la idea de Justicia Social, los cuales se conseguirían hasta la Constitución de 1917.

[7] De Bustamante, Carlos María, La Constitución de Apatzingán, México, Empresas Editoriales S.A., 1960, p. 116.

[8] Cfr., De la Torre Villar, Ernesto, La Constitución de Apatzingán y los creadores del Estado mexicano, 2a. ed., México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1978, p. 46.

[9] Sobre Agustín de Iturbide y el Plan de Iguala, en mi opinión el estudio más serio que hasta ahora se ha hecho es el realizado por Jaime del Arenal Fenochio, Un modo de ser libres. Independencia y Constitución en México (1816-1822), México, El Colegio de Michoacán, 2002.

[10] Hay quienes sostienen que las ideas que conforman el Plan de Iguala no fueron de la inspiración de Iturbide, sino que encargo su elaboración a un letrado o bien consulto a varios amigos y sabios. Lo que sí salta a la vista, es que la esencia de dicho documento está fuertemente influenciado por el pensamiento del famoso pensador angloirlandés Edmund Burke, lord Beaconsfield, considerado el padre del conservadurismo decimonónico de occidente de finales del siglo XVIII por su célebre obra Reflexiones sobre la Revolución francesa, quien aceptaba el cambio del absolutismo al Estado liberal y democrático de derecho pero preservando los valores y principios, producto de la tradición y el conservadurismo instintivo social.

[11] El General Vicente Guerrero, considerado el cuarto jefe máximo después de la muerte de Hidalgo, Rayón y Morelos, fue el primer militar mexicano que juró ante la Bandera.

[12] Acapulco en el proemio e Iguala en el punto 6 de dicho documento.

[13] Recordemos que el liberalismo y conservadurismo surge a partir de la Revolución francesa iniciada el 5 de mayo de 1789, dentro de la Europa democrática. México se sumó a estas tendencias en el momento en que se decantó por el Estado liberal democrático de derecho en 1821 con nuestros primeros avatares constitucionales. Sin embargo, ni el liberalismo como el conservadurismo mexicanos fueron una copia exacta de los europeos, toda vez que tuvieron sus propias particularidades producto de nuestra historia, idiosincrasia y geografía pero que siempre fueron evolucionado de forma conjunta.

[14] Fueron llamados peyorativamente por Santa Anna como los pintos, por padecer el mal de pinto, endémico de la región.

[15] El Plan de Ayutla fue redactado en la hacienda “La Providencia” a finales de febrero de 1854 y posteriormente enviado al coronel Villarreal para su proclamación.

[16] Vid., O’ Gorman, Edmundo, “Precedentes y sentido de la Revolución de Ayutla”, Plan de Ayutla, México, Secretaría de Educación Pública-Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, 2015, pp. 33 y 34.

[17] Soberanes Fernández, José Luis, Una aproximación al constitucionalismo liberal mexicano, México, Porrúa, 2015, pp. 4, 5 y 7.

[18] Vid., O’ Gorman, Edmundo, op. cit., supra, nota 5, pp. 50-56 y 74.

[19] El golpe de estado llevado a cabo por el presidente Ignacio Comonfort desconociendo la Constitución de 1857, se debió a que estaba inconforme con el hecho de que en la misma los Constituyentes habían resuelto otorgar al Poder Legislativo -compuesto por la Cámara de Diputados- mayores facultades que las conferidas al titular del Poder Ejecutivo, así como el haber negado a éste la facultad de presentar tanto iniciativas de ley (artículo 65) como el derecho de vetar o hacer observaciones a las propuestas legislativas, por lo que argumentaba que al Presidente de la República se le habían dejado “menos facultades que a un jefe de oficina”.

[20] Illades, Carlos, Breve historia de Guerrero, México, El Colegio de México-Fondo de Cultura Económica, 2000, p. 52.

[21] Martínez Rivera, Ignacio y Olea Campos, Gabino, “La revolución en la lucha agraria en la Costa Grande”, en Ensayos para la historia del Estado de Guerrero, Chilpancingo, Instituto Guerrerense de Cultura, 1985, p. 128.

[22] Vid. Gobierno del Estado de Guerrero, Historia general de Guerrero, vol. IV, Chilpancingo, 1998, pp. 47 y 48.

[23] Desde su promulgación en todos los periodos presidenciales ha sido reformada la Constitución, con excepción del correspondiente a Venustiano Carranza que va de 1917 a 1920.

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